Las hambrunas del futuro
15 de enero de 2009El problema ya existe: Aproximadamente mil millones de personas en este planeta padecen de hambre. Por consiguiente, las Naciones Unidas acordaron en la Declaración de Milenio que el objetivo para el final de este siglo será de satisfacer las necesidades alimenticias de todas personas.
No obstante, por ahora en vez de bajar o estancarse, es más probable que el número de hambrientos suba en el futuro: el cambio climático podría empeorar el suministro mundial de alimentos en las próximas décadas en manera masiva.
Pérdidas masivas de cosechas
“Si no tomamos medidas en relación al cambio climático, tenemos que prepararnos para pérdidas en la producción agrícola de hasta 40 por ciento” dice David Battisti, climatólogo estadounidense en la Universidad de Washington en Seattle.
“Todos los progresos en el abastecimiento de alimentos que hemos tenido desde los años 60 en Asia, África y América del Sur se esfuman. Las pérdidas afectarán sobre todo a aquellas personas que dependen de la producción de alimentos – no solo en su propia alimentación, sino también en lo que se refiere a sus ingresos. Y afectará las personas cuyo abastecimiento alimenticio ya se encuentra en estado crítico hoy en día.”
Documento de referencia: el informe climático
David Battisti y sus colegas en la Universidad de Washington investigaron en qué dimensiones afectará el cambio climático el suministro de alimentos. Como documento de referencia utilizaron diferentes modelos del más reciente informe del Panel intergubernamental del cambio climático, que hace poco recibió el premio Nobel.
“Por el hecho de que las cosechas dependen en parte de las temperaturas estivales promedio, examinamos cómo se desarrollarán esas temperaturas promedio bajo la influencia del cambio climático hasta el fin de este siglo”, explica Battisti.
Veranos extremos
Todos los modelos climáticos muestran un aumento en el número de veranos extremos. Eso afecta sobre todo a las regiones del sur de los Estados Unidos hasta el norte de Argentina, del sur de Europa hasta el sur de África, el Oriente Medio, la India o el Sur de China.
En esas áreas los granos ya están sufriendo bajo el calor intenso, de forma que cada subida adicional de temperatura reducirá el resultado de la cosecha.
Para evaluar la magnitud de las pérdidas, los expertos incluyeron en sus cálculos datos de fallos de cosechas en veranos anteriores que estaban marcados por un calor intenso- entre otro los del año 2003.
"En general se puede decir que por cada grado que suban las temperaturas por encima de las temperaturas del crecimiento óptimo, se reducirá la cosecha un diez por ciento.”
Regiones enteras sufrirán hambre
Los campesinos en el norte de Europa, Asia o América del norte se beneficiarán del cambio climático, explica David Battisti. Pero eso no podrá compensar las carencias que se producirán en el área tropical y subtropical.
“Hemos calculado que a causa de las elevadas temperaturas y la sequía que causa ese calor, las cosechas de granos pueden disminuirse por entre 30 y 40 por ciento – y eso precisamente en las regiones en las cuales la población se duplicará y en donde ya hoy en día un tercio de la población padece de hambre”, manifiesta Battisti. “Esas no son perspectivas agradables”.
Además hay factores y consecuencias del cambio climático que hay que incluir en los cálculos: cambio de precipitaciones por ejemplo, nuevos tipos y un elevado número de parásitos y enfermedades; además falta determinar si el planeta dispondrá de suficientes reservas de agua para poder proveer a más de nueve mil millones de personas con el líquido que necesitan para la agricultura.
Son necesarios cambios fundamentales
Según David Battisti, el cuello de botella en el abastecimiento de alimentos de este siglo superará todo lo conocido del siglo veinte. Cuando en 1972, después de una ola de calor en Ucrania, las reservas de la desaparecida Unión Soviética experimentaron una escasez grave, la solución fue la importación de alimentos.
En un mundo “estufa” en el cual viven más que nueve mil millones de personas, no será posible contar con superávits alimenticios. “Si queremos mantener el nivel de cosechas de hoy, tenemos que cambiar la agricultura fundamentalmente”, sugiere Battisti.
Habría que desarrollar mejores y más baratos métodos de irrigación para los países en desarrollo y nuevas clases de granos que sean resistentes al calor intenso.
No obstante, el creación de nuevas clases de granos tardará décadas, y estamos luchando a contrarreloj: es posible que aproximadamente la mitad de las personas en 2100 estarán amenazadas por el hambre y, en consecuencia, se pondrán en marcha rumbo a zonas climáticas más templadas.