La vida salvaje del capo narco Carlos Lehder Rivas
18 de junio de 2020Droga, sexo y salsa: también el último día en libertad de "Crazy Charly" transcurre según lo acostumbrado. Carlos Lehder Rivas, rodeado de cocaína y prostitutas, celebra junto con el cartel de Medellín cuando uno de los asesinos a sueldo de Pablo Escobar toca la puerta.
Lehder no duda, le dispara y lo mata. Gritos, conmoción, y un cadáver en medio de la ruidosa fiesta en la que sigue retumbando la música. La realidad de los narcos de Colombia supera, sin duda, a la mejor serie de Netflix.
Carlos Lehder le ofrece sus disculpas a Pablo Escobar, el cadáver es desechado, y la fiesta continúa. Pero mientras el capo narco colombo-alemán cree que la vida seguirá siendo como hasta ese momento, Escobar ya tomó su decisión. Después de todo, no hay nada más peligroso que un narcotraficante loco que pone en peligro la empresa con sus aventuras. Ese día, Pablo Escobar lo lleva a un lugar secreto, le promete que allí estará seguro, y luego lo delata a las autoridades estadounidenses.
Pablo Escobar traicionó a su mano derecha
Pablo Escobar desmintió vehementemente en una carta abierta haber participado en la extradición de su socio. Pero hacía tiempo que Escobar había perdido la simpatía por Carlos Lehder. Lo extraño es que no lo mandara a matar, como hacía con tantos otros.
El destino le tenía reservada dos alternativas a estos jefes del narcotráfico: la muerte, como la de Escobar, a manos de una unidad de élite del Ejército colombiano y de EE. UU. en 1993, durante un allanamiento en Medellín, o una cárcel en EE. UU., como sucedió con Lehder. El juicio, en 1988, fue el mayor contra un narcotraficante extranjero en la historia de Estados Unidos.
El tribunal juzgó a Lehder a cadena perpetua sin libertad condicional, y a otros 135 años en prisión, debido a que transportó de manera sistemática cerca de 2.500 kilogramos de cocaína que luego se distribuyeron en las calles de EE. UU.
El pérfido mecanismo del narcotráfico
Con su método, Lehder cambió la historia del narcotráfico a fines de los años 70. Compró una isla en las Bahamas, el Cayo Norman, a 340 kilómetros de la costa de Florida, EE. UU. Sobornó a las autoridades y envió bolsas enteras con cocaína en avionetas en dirección a EE. UU., volando bajo y eludiendo así a los detectives que lo perseguían. De ese modo, dejaba atrás la era de las "mulas", los mensajeros que transportaban la droga viajando en aviones comerciales, ocultando la cocaína en su ropa, o tragándosela. Cuatro de cinco bolsitas de cocaína en EE. UU. provenían en esa época de la flotilla de "Crazy Charly", que ganaba miles de millones de dólares, y celebraba en su isla privada fiestas descontroladas.
Pero, a mitades de los 80, EE. UU. descubre las rutas de transporte del narcotraficante y pone fin a la fiesta que parecía que iba a durar para siempre. Y Lehder comienza a perder el apoyo de Escobar. Su juicio en EE. UU. es la mecha que enciende una nueva era política en Colombia: el país sudamericano logra por primera vez extraditar a un narcotraficante a EE. UU. Y cientos lo seguirán. Tres años más tarde, Lehder Rivas hace un trato con las autoridades estadounidenses: tiene que testificar contra el entonces presidente y capo narco Manuel Noriega, y EE. UU. reduce su pena a 30 años. La segunda parte del trato es que Lehder no permanecerá durante toda su condena en la cárcel. Este acepta, pero su pena es reducida a 55 años, mientras el expresidente panameño es entregado a Francia, y pasa sus últimos días en 2017 en arresto domiciliario.
Admirador de Hitler y John Lennon
Carlos Lehder tenía muchos seguidores, que creían en su loca visión del mundo y en la perversa idea de que los narcotraficantes son un grupo de visionarios que pudieron hacer lo que muchos alquimistas no lograron: transformar un kilogramo de cocaína en un kilogramo de oro, como le escribió Lehder al expresidente Juan Manuel Santos en una carta.
Lehder se caracterizaba por su mezcla de locura, amabilidad y un carisma que ocultaba su peligrosidad. Hizo construir una estatua de John Lennon en bronce en su ciudad natal, desnudo y con un casco nazi. Admiraba a Adolf Hitler como su padre, Wilhelm Lehder, un ingeniero alemán que se mudó a Colombia antes de la II Guerra Mundial; adoraba la Coca-Cola, "lo único bueno del imperialismo", y fumaba marihuana todo el tiempo, ya que según él era "la droga del pueblo", mientras la cocaína estaba ahí para "sacarles el dinero a los ricos y destruir la decadente sociedad estadounidense". Y que cada vez que podía, repetía que "el terrorismo es la bomba atómica de los pobres". Un hombre con ideas peligrosas, un mafioso de manual que ahora, enfermo y a sus 70 años, llegará a Alemania con un pasaporte temporario, según informó Der Spiegel.
(cp/few)
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