La ultraderecha austríaca se quita la máscara
20 de mayo de 2019Las grabaciones de Ibiza de los encuentros secretos entre el vicecanciller austríaco, Heinz-Christian Strache, con la representante de un supuesto oligarca ruso son de película. Para los enemigos políticos del ya exlíder del Partido de la Libertad de Austria (FPÖ), los vídeos son un regalo. Para el conservador canciller de Austria, Sebastian Kurz, son una grave advertencia. Strache se ha arrancado a sí mismo la máscara de civismo. Y lo que queda a la vista es una mueca.
La verdadera naturaleza del FPÖ era evidente desde hacía tiempo
En el fondo, la "operación secreta Ibiza” no trae novedad alguna sobre el carácter de Strache y sus compañeros de partido. Lo más desconcertante es la auténtica desvergüenza del cabeza del FPÖ, que prometió contratos públicos a cambio de donaciones a su partido y también, de paso, cobertura mediática sesgada desde uno de los principales periódicos del país. Strache se comportó como si fuera propietario de la república alpina y de sus ciudadanos.
Las revelaciones llegan tras una cadena de escándalos que ha puesto bajo una presión creciente a la coalición entre conservadores y ultraderechistas que gobierna en Viena. No hace mucho, se encontró una conexión entre el FPÖ y un miembro del llamado movimiento identitario que recibió dinero del autor del ataque terrorista de Christchurch. Esto ocurrió después de que el partido lanzase una campaña contra la radiotelevisión pública ORF luego de que uno de sus presentadores preguntase, de forma justificada, al partido por el matiz nazi de una caricatura compartida por las juventudes del FPÖ.
Otro político del FPÖ comparó a los migrantes con ratas. Por otro lado, se han escuchado himnos nazis en eventos sociales vinculados íntimamente al partido. La serie de meteduras de pata parece no tener fin. Pero hace tiempo que el FPÖ opera fuera de los límites del espectro democrático. Ya ha abandonado deliberadamente los esfuerzos por diferenciarse de los neonazis y de otros grupos ultraderechistas.
Golpe para la derecha
El escándalo es un golpe para la alianza de partidos derechistas de cara a las elecciones europeas. Los líderes de partidos derechistas se están encogiendo de hombros, presentándose como víctimas o negando cualquier tipo de involucramiento. Pero este último incidente del FPÖ prueba una vez más que los populistas de derechas no buscan reformar Europa, sino que más bien lo que quieren es destruirla. Su modelo político está inspirado en parte en Rusia y en parte en el fascismo.
Las esperanzas del ministro del Interior italiano y líder del partido Liga, Matteo Salvini, que espera convertirse en aliado del Partido Popular Europeo y así influir en la política europea, pueden haber llegado a su fin con el caso Ibiza.
Débil distanciamiento
En su campaña, el principal candidato del EPP, el alemán Manfred Weber, se ha distanciado del asunto Ibiza subrayando su trayectoria contraria a los populistas y los extemistas –de derechas y de izquierdas- porque no ofrecen soluciones reales. Sigue siendo un misterio, sin embargo, por qué mencionó a los izquierdistas, tratándose esto de un problema con extremistas de derechas, y por qué su intento de distanciarse de los partidos de ultraderecha es tan débil.
Por desgracia, fue Weber quien durante años dejó el camino abierto para el auge del autoritario primer ministro húngaro, Víktor Orbán. Orbán, que se declara antidemócrata y que rechaza abiertamente los valores y las normas europeas, es ahora un modelo para Salvini y otros populistas de derechas. Quizás Weber está avergonzado por todo esto y no quiere hablar del escándalo del FPÖ. Si finalmente no se da cuenta de lo que está dando alas a la esquina de ultraderecha del Parlamento Europeo y de que no puede hacer negocios con estos partidos, entonces puede ser de poca ayuda.
Ensuciarse en el pantano
Antes parecía que el canciller Kurz podría salir indemne de su aventura con el FPÖ. Pero el partido ha abandonado cualquier tipo de contención y ha hecho de la vida de Kurz en la coalición algo cada vez más difícil. El mandatario austríaco quiere preservar la poca credibilidad que le queda como un conservador burgués, pero Strache y sus amigos han tirado del gobierno cada vez más hacia la ultraderecha. Kurz tendría que haberse dado cuenta de que esta alianza no iba a ser sostenible a largo plazo.
En realidad, es bastante simple: los que se meten en el pantano acaban ensuciándose. Quienquiera que se relacione con los extremistas de ultraderecha y los amigos de los neonazis es un tonto útil. No puede haber coaliciones con aquellos que tildan de "decadentes” a las democracias occidentales y que deliran con una dictadura à la Putin. El escándalo Strache es una advertencia final a todos aquellos en Europa que pensaban que podían meterse en la cama con los extremistas de extrema derecha pero considerarse demócratas, pese a ello. Ya es demasiado tarde para llamar a cortar el mal por la raíz. Ha llegado el momento de decir: no deis un paso más en esa dirección.
(eal/jov)
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