En América Latina, las reacciones al virus van desde los toques de queda, como en Argentina o Chile, hasta la lucha de los gobernantes contra la ignorancia de su propio presidente, como en Brasil. En Alemania, la canciller Merkel está gobernando con calma y tranquilidad, como siempre. Y según las encuestas, puede contar con una gran aprobación por parte de los alemanes. Por supuesto, no se sabe por cuánto tiempo, al igual que no se sabe el tiempo que durará esta crisis. Pero la naturaleza de la canciller y las experiencias de los alemanes con su Estado sugieren que la situación no se saldrá de control.
Angela Merkel gobierna estratégicamente, no tácticamente. Pero es capaz de adaptar su estrategia al instante, siempre y cuando las circunstancias cambien de manera dramática. Los grandes gestos no son lo suyo, pero sabe cuándo una reacción clara es necesaria. Su gran vuelco en la política energética alemana, tras el desastre del reactor de Fukushima en 2011, es un ejemplo de ello, así como su manejo de la crisis de refugiados en 2015. En ambos casos hubo más aprobación de su política entre ciudadanos alemanes que en su propio partido. No obstante, esto no significa que Merkel se guíe simplemente por la opinión de la gente, sino que siempre tiene en mente el resultado final. Merkel fue seguramente consciente de que ambas decisiones le traerían problemas.
Un buen liderazgo significa avanzar en la dirección correcta. El abandono de la energía nuclear fue una decisión científicamente correcta, la política de refugiados fue humanamente correcta y, a largo plazo, también económicamente correcta. Angela Merkel es física. Y su educación en una parroquia protestante ha dejado huella en ella. Ese trasfondo le sirve como brújula fiable para muchas decisiones. Trabajar sobre la base de los hechos y tratar a los demás de forma humana, eso ayuda incluso en una crisis en la que todavía es imposible saber la dirección correcta. Así, un buen liderazgo significa también tener que improvisar, procediendo con cautela y siendo capaz de cambiar de rumbo. Esto solo funciona con mucha transparencia, porque eso crea confianza en su liderazgo. Por eso, el Gobierno alemán está adaptando su gestión de crisis paso a paso a los acontecimientos; Merkel pide a la población que se atenga a las restricciones en lugar de tomar medidas draconianas directas.
Pedir en lugar de amenazar, sensatez en lugar de imprudencia, calma en lugar de bullicio. Esto es típico de Merkel; traer calma en una situación tan propicia al pánico. La canciller sabe que, en última instancia, nada puede tener éxito sin el apoyo de la población. Por ello recurre a las explicaciones y las peticiones en lugar de las promesas falsas o medidas forzosas innecesarias. Incluso ahora, los derechos fundamentales en Alemania están más restringidos que nunca en tiempos de democracia, y es posible que en algún momento sea necesario un toque de queda. Pero en Alemania esto se discute abiertamente y se decide de manera democrática. La confianza en que las restricciones se suavizarán lo antes posible y solo se harán más severas si no hay otra manera se basa en la fiabilidad del Estado de derecho y sus instituciones. Y por otro lado, también tiene que ver con la confianza en las personas a cargo. Una canciller que creció en la República Democrática alemana, detrás de un muro, sabe lo que significa la libertad.
Por supuesto, también juega un papel importante el hecho de que Alemania es económicamente fuerte y tiene un buen sistema de salud. Pero estos son logros que la mayoría de los alemanes han considerado hasta ahora como bastante normales. Muchos se están dando cuenta ahora de lo bien que lo tienen.
(gg/few)
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