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La seducción del trasero

Cristina Papaleo (20.01.2004)2 de febrero de 2004

Una investigadora de la Universidad de Bremen ha estudiado el poder de seducción de las nalgas y presenta sus ideas sobre la eterna atracción que ejerce ese lugar del cuerpo que nos une con nuestra naturaleza primigenia.

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Y no sólo del de las mujeres...Imagen: AP

Las nalgas fueron y serán el lugar del cuerpo femenino más mirado y admirado. Objeto erótico por excelencia de pintores, fotógrafos, de los medios visuales y la publicidad, nuestra "parte de atrás" es el vínculo que nos une con nuestra animalidad, y es allí donde podemos "vivir" nuestros instintos sin avergonzarnos. Pero no sólo el trasero femenino es objeto de culto. También las mujeres admiramos unas nalgas masculinas bien formadas. La catedrática Ingelore Ebberfeld, de la Universidad de Bremen, ha realizado un estudio sobre el poder que ejerce el misterioso final de nuestra espalda.

Es obvio que culturalmente el trasero no está tabuizado como lo está el pubis, ¿o es que alguna vez se ha visto en algún desnudo pictórico unas nalgas cubiertas con la famosa hoja de parra? Claro que no, por el contrario, la historia del arte está poblada de cachetes colosales que se presentan sin vergüenza alguna ante el espectador. En cuanto a los hombres, algunos de ellos han aprendido a desviar la mirada de los escotes generosos hacia los ojos de la portadora, pero en cuanto ésta se da vuelta, se acabaron los modales civilizados. Ningún hombre puede evitar, si no es estrictamente necesario, que los ojos se deslicen hacia abajo y le dediquen una mirada exploradora a aquella zona ondulante. Como las mujeres no tenemos, por suerte, ojos en la espalda, el observador puede contemplar a su gusto, sin que la observada se disguste, y ésta tiene libertad de acción con sus atractivos.

Pamela Anderson Plakat für Vegetarier
Pamela Anderson.Imagen: AP

Políticamente correcto

Ingelore Ebberfeld opina que el impulso de observar la parte trasera del cuerpo no puede controlarse, y que forma parte de la mirada atávica de nuestros antecesores, en una época de la evolución en que la mirada y el trasero se encontraban a la misma altura. El mono se trepaba a la hembra por detrás para copular, y era común, según Ebberfeld, que la hembra atrayera al macho con su cola. Es decir que, para el hombre de hoy, el encanto del trasero radica en su cercanía a nuestros instintos primitivos: allí podemos ser animal, ergo, allí podemos ser. Las asentaderas cuentan con dos ventajas: están libres de la peligrosa y unívoca significancia de los genitales, y por sobre todo, están ubicadas por detrás, alejadas de la conciencia y de lo "políticamente incorrecto".

Jennifer Lopez als Pinup
Jennifer Lopez.Imagen: AP

En la historia evolutiva, tan pronto como el hombre comenzó a andar en sus dos piernas, y ya no en cuatro patas, el trasero quedó vedado a la vista. Esto provocó la regulación del intercambio de miradas, y tanto la cópula por detrás como el previo olisqueo del trasero de la pareja sexual cayeron en disgusto. A partir de ese momento debió conformarse con echar pudorosas miradas de reojo a las preciadas "partes".

El tesoro de la divas

De este modo, la investigadora explica el por qué de la permanente atracción ejercida por la "cola". Lugar deseado y negado a la vez, tanto por sus indicios atávicos como por su ubicación corporal, pero al mismo tiempo culturalmente aceptado como objeto erótico, ha pasado a ser imagen de culto por excelencia de los medios visuales. Basta con mirar la televisión, y contar cuántos segundos de publicidad omiten la presencia de "sus majestades", las nalgas.

El trabajo de Ebberfeld es interesante, ya que casi no se han publicado estudios de esta naturaleza acerca del preciado tesoro de Jennifer López y Kilie Minogue.En cuanto a las preferencias de las mujeres, no es ningún secreto que les gusta mirar, si es que se da la ocasión, con o sin disimulo, el epílogo corporal afortunado – de algunos- y no tan afortunado –de otros-. Eso sí, siempre que las formas concuerden con la imaginación femenina, o con lo que los medios visuales hacen de ella: debe ser pequeño, redondo y musculoso. Seguramente aún hay mucho por hacer en este área de investigación, y es probable que el tema sea el próximo objeto de estudio de la catedrática, a quien le apasiona analizar lo desconocido. En 1998 realizó investigaciones sobre los olores corporales, y en su libro "Bésame" ("Küss mich") se ocupa del beso y sus orígenes.

Brad Pitt
Brad Pitt.Imagen: AP