Los días han pasado desde que los votantes se acercaron a las urnas el 23 de julio en los comicios para las Cortes Generales de España. Sin embargo, el hecho de que las negociaciones para alcanzar una mayoría para gobernar se prolonguen aún varias semanas mantiene en vilo a millones de ciudadanos también a este lado del Atlántico. Ganó el Partido Popular, pero de manera insuficiente, y muy probablemente sea el Partido Socialista el que retenga el poder. En cualquier caso, el país ibérico, ahora la presidencia rotatoria de la Unión Europea y con fuertes vínculos con América Latina, está abocado a una postura más activa con nuestro hemisferio, pero sus fracturas internas lastran ese papel.
La reciente cumbre de la Unión Europea (UE) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), celebrada este mes en Bruselas, mostró que Madrid no logra concentrarse en estructurar una estrategia sólida y a largo plazo de cara a los países latinoamericanos. Con un pasado común y una comunidad de ciudadanos españoles que crece cada día en esta parte del mundo, gracias a la Ley de la Memoria Democrática, conocida popularmente como la nueva Ley de Nietos, la nación europea debería jugar un rol diplomático, económico y político mucho más activo en la región. Sin embargo, sus peleas partidistas internas le impiden percatarse, en toda su dimensión, de la importancia de prestar atención al otrora llamado Nuevo Mundo.
Ante una Moncloa débil en la arena latinoamericana, los autoritarismos regionales ganan voz en los escenarios internacionales. La Cumbre UE-Celac dejó claro que la firmeza o la tibieza española resulta determinante para la confluencia entre los 27 países europeos y los 33 de América Latina y el Caribe. Cuando Madrid está sumida en sus propios asuntos y sin percatarse de la importancia de su liderazgo allende los mares, toda la vieja Europa se resiente en sus vínculos con este continente. España es la llave y los rencores del pasado, desde el colonialismo a la esclavitud, no deberían disuadirla de su liderazgo en América. Si ella no asume ese papel, ahí están China y Rusia disputándoselo y ganando terreno.
Las dictaduras locales se frotan las manos cuando la Moncloa se invisibiliza y autocensura. Ahora mismo, mientras la formación de Gobierno es una incógnita en Madrid y muchos temen que se repita la demora tras las elecciones de 2019, cada día de indecisión es un regalo para los que en América Latina prefieren una España débil, distraída y apática. En la lista de los interesados con un contexto en que se prolongue la incertidumbre están los regímenes de Nicaragua, Venezuela y Cuba. Saben que mientras esté mirándose el ombligo para definir y conformar un gabinete, Madrid no tendrá tiempo ni energía para denunciar la violación de derechos humanos que sufrimos millones de personas en esta parte del planeta.
Una España débil, incapaz de elevar la voz en los foros internacionales para que se respeten las libertades de los latinoamericanos es la que conviene a los grandes depredadores cívicos de este continente. Madrid debe saber, y actuar en consecuencia, con el hecho de que no se trata solo de una cuestión de diplomacia, sino, esencialmente, de política interna dado el gran número de sus ciudadanos que viven en estas tierras. Sus distracciones son nuestros dolores. Su falta de liderazgo, nuestra condena. (ee)