"Día de la mentira" en Bolivia
21 de febrero de 2017DW: Hace un año el pueblo boliviano se pronunció en referéndum en contra de una reforma a la Constitución que habría permitido la reelección presidencial. ¿Cuán legítimo sería repetir el referendum?
Manuel Alcántara*: Es ciertamente poco legítimo. Las consultas populares que tienen que ver con reformas constitucionales están siempre sometidas a un determinado calendario. Y el gobierno boliviano puede volver a someter la pregunta, sí. Pero ciertamente es una anomalía en la medida en que ya esta consulta fue planteada hace un año y la gente rechazó la posibilidad de la reelección. En resumidas cuentas, no es legítimo en términos de lo que supone ir en contra de la opinión de la población.
Por otro lado, los seguidores de Evo Morales, que insisten en su reelección, alegan que hubo una campaña de desprestigio en su contra. Califican el 21 de febrero como "Día de la mentira". ¿Usted cómo ve esta argumentación que, eventualmente, invalidaría los resultados?
El argumento del oficialismo en Bolivia fue que el referéndum se vio afectado por un asunto personal del presidente Morales. Este tipo de asuntos en política siempre están en el candelero. Siempre va a haber una posibilidad de utilizar argumentos para validar o invalidar una propuesta. El argumento que ahora se esgrime me parece muy poco sólido y muy peligroso, pues avala la tesis que sostengo: los efectos perversos de los esquemas hegemónicos -como el que vive Bolivia- que giran en torno a un individuo.
Reformar la Constitución para permitir una reelección inmediata (como en Nicaragua, o después de un mandato como en Ecuador) no es nuevo ni privativo de Bolivia, el expresidente Álvaro Uribe también lo intentó en Colombia. ¿Se puede hablar de una tendencia latinoamericana?
Diría que es una tradición latinoamericana que tiene sus idas y vueltas. Se vincula a un escenario político como es el latinoamericano, donde los partidos políticos han tenido problemas en su institucionalización. A mí el escenario de la reelección o no reelección me preocuparía menos si hubiera partidos políticos institucionalizados, algo que no es el caso.
El problema de la reelección se vincula a la idea de la personalización de la política. Pareciera que la política se centra en individuos que tienen una capacidad omnímoda sobre el país y las instituciones, y que sin ellos el país y las instituciones se van a hundir. Esta idea de una especie de salvadores de la patria es lo que está presente en esta pulsión.
Un país del que se habla poco, pero que acaba de introducirla por vía de una reforma constitucional, es Honduras. Celebra elecciones a finales de este año y su presidente por primera vez en la historia va a poder ser reelegido. Algo -que conviene olvidar- que estuvo en la base del golpe de Estado que se dio contra Manuel Zelaya. La idea de la reelección es muy perversa, está muy ligada al caudillismo y a políticas muy personalistas.
Los políticos latinoamericanos suelen responder invalidando esta crítica con respecto a su reelección –a veces indefinida-, y recuerdan que Felipe González estuvo 16 años en el poder, la canciller Angela Merkel lleva 12 y busca reelección…
Es un argumento entendible, pero facilón de usar. Conviene no olvidar que estamos hablando de regímenes políticos totalmente diferentes. En el caso de estos países europeos se trata de regímenes parlamentarios, ni el jefe de Gobierno González ni la canciller Merkel fueron elegidos directamente por los ciudadanos, sino por sus congresos. En el caso concreto de la señora Merkel, con el apoyo de los dos grandes partidos del país. Mientras que en el caso latinoamericano, con sistema presidencialista, las elecciones son directas y lo que el poder reclama es una mayoría popular que confiera una hegemonía a una determinada fórmula política.
La Constitución promulgada por el Movimiento al Socialismo (MAS) de Evo Morales refundó Bolivia como Estado Plurinacional. Fue un gran esfuerzo. ¿Estas reformas a los textos fundacionales no son contraproducentes? ¿No los convierten en papel mojado?
Éste es otro tema tradicional del análisis político y constitucional. El uso de textos para manipular una realidad o para construir si se quiere una suerte de escenario. La Constitución de Bolivia, efectivamente, fue tremendamente ambiciosa. Es una de las más largas de América Latina; es muy barroca. Hay que leerla detenidamente para entender la utilización de muchos términos nuevos, que a veces están mal definidos.
Por ejemplo, la propia idea de Estado Plurinacional es muy compleja, y la Constitución la resuelve muy mal. Lo mismo cuando habla de "pueblos originarios”. Esto genera una pérdida de energías tremenda y al final la historia nos demuestra que son textos que, pasado su momento de popularidad y apoyo político, desaparecen en la noche de los tiempos.
¿Qué debería pasar para que no fuese así?
Las enseñanzas en derecho constitucional son muy claras en ese sentido. Se trata de textos breves, muy claros que tengan una filosofía política detrás perfectamente definida en torno a valores, si se quiere, universales. Luego el desarrollo de esta Constitución debe ser sometida a leyes que vayan punteando los aspectos de la misma. Pero no se puede pretender que en un texto –al que además se va a dar el carácter de sagrado- quepa todo. Creo que ha sido el principal error.
¿La falla no radica en la ausencia de una institución que vele por el respeto de la Constitución?
Varios países de América Latina tienen ese mecanismo, a veces ligado al Tribunal Supremo Electoral. El problema que nos vamos a encontrar es el de la politización de ese tipo de tribunales, su sujetamiento al poder político.
*Manuel Alcántara Sáez, politólogo y sociólogo especialista en partidos y sistemas políticos de América Latina, es catedrático de la Universidad de Salamanca, profesor emérito de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales y actualmente profesor invitado del Institut des Hautes Etudes de l'Amérique Latine (IHEAL), en París.