Para el curso ulterior de la confrontación entre Estados liberales y totalitarios, visible sobre todo en la polarización entre Estados Unidos y China, los países del llamado "Sur global" desempeñarán un papel decisivo. Se han convertido en el centro de interés sobre todo en el marco de las sanciones que el mundo democrático quería imponer a Rusia por el ataque a Ucrania, contrario al derecho internacional.
Estados como Brasil e India, aunque nominalmente se encuentran entre las mayores democracias del mundo, no han adoptado una postura clara a favor del país atacado. Ante todo, para no enemistarse con Rusia y su aliado más poderoso, China.
Preocupa una división del mundo en dos bloques
Los críticos ven en ello sobre todo una falta de calidad moral y una brújula democrática defectuosa. En realidad, probablemente haya razones diferenciadas: la polarización del mundo con el objetivo de Pekín y Washington de dividir el mundo en dos esferas se ve con recelo desde Brasilia hasta Nueva Delhi.
Ya sea a través del comercio, las inversiones o los préstamos, China es hoy, con diferencia, el socio más importante de los países del Sur global, seguido principalmente por Estados Unidos, Japón y la Unión Europea. Comprometerse con uno de los dos bandos de la posible nueva Guerra Fría tendría graves consecuencias para el desarrollo económico desde Chile hasta Indonesia, lo que muy rápidamente podría conducir también a una desestabilización política de estos Estados.
Además, el recuerdo del imperialismo occidental y de la época colonialsigue fresco en esos países. Esto significa que no creen que Occidente defienda hoy valores que él mismo despreció durante siglos. Además, Estados Unidos y sus aliados son vistos como cínicos e hipócritas: a veces denuncian las violaciones de los derechos humanos, en otros casos las ignoran por completo. La violación del derecho internacional que cometió Washington con la invasión de Irak, las prisiones de tortura que se crearon en Abu Ghraib y Guantánamo en el curso de la "guerra contra el terrorismo" empañarán la reputación de Estados Unidos durante décadas.
Pekín no conquista corazones
Posicionar a Brasil, India, Indonesia o Chile como -si se les quiere llamar así- potencias intermedias independientes o elementos de un orden mundial multipolar no implica automáticamente simpatizar con Pekín o Moscú. Esa es la buena noticia. Pero debido a las interdependencias existentes, estos países, al igual que las naciones europeas o Australia, cuyo déficit comercial con China aumenta año tras año, no podrán escapar a la influencia de China. Al mismo tiempo, estas mismas naciones buscan su salvación en materia de seguridad en las alianzas liberales occidentales, principalmente con Estados Unidos.
Son precisamente esas alianzas que han crecido y se han consolidado durante décadas las que dan a Washington la ventaja en la actual situación mundial. Pekín no cuenta con tales alianzas. Reconocer las realidades económicas no significa que la República Popular bajo su líder Xi Jinping haya conquistado los corazones del hemisferio sur.
¿Sanciones tras un ataque a Taiwán?
Lo mejor que Pekín puede esperar en estos momentos es una cierta neutralidad por parte de los países del Sur global. Sin embargo, esto no significa que estén interesados en apoyar un nuevo orden mundial en el que la China totalitaria lleve la voz cantante. Para Xi Jinping, sin embargo, esto ya es un gran éxito. En esta situación, seguramente no se impondrían sanciones internacionales de gran alcance contra su régimen como reacción a un ataque contra Taiwán, por ejemplo.
Es innegable que se está produciendo un desmantelamiento de la fase de libre comercio y maximización de beneficios de la globalización. En su lugar, las cuestiones de seguridad y los intereses geopolíticos determinarán la economía mundial en su próxima fase. Aquí, los países que en general están de acuerdo con una mayor independencia de una China cada vez más autoritaria, pero que al mismo tiempo temen por la continuidad de su desarrollo económico y social positivo, también deben ser tenidos en cuenta. De lo contrario, el "de-risking" o "decoupling" (desacoplamiento) de China y sus vasallos totalitarios no podrá tener éxito.
Alexander Görlach es miembro sénior del Consejo Carnegie de Ética en Asuntos Internacionales e investigador asociado del Instituto de Internet de la Universidad de Oxford. Después de sus estancias en Taiwán y Hong Kong, esta región del mundo, especialmente el surgimiento de China y lo que significa para el mundo libre, se convirtió en su tema central. Ha ocupado diversos cargos en la Universidad de Harvard y la Universidad de Cambridge.
(gg/ers)