La lucha de las plantas
30 de agosto de 2005La resistencia de las plantas a los ataques externos les viene determinada genéticamente. Existen una serie de genes en los vegetales cuya función es protegerlos de, por ejemplo, los hongos, uno de sus peores enemigos. "Cuando un hongo consigue penetrar en una planta, ésta reacciona dejando morir a la célula infectada. De esta manera, el hongo no pude reproducirse", explicó Gerhard Bartels, director del Instituto para la Protección de las Plantas en Tierras Cultivables y Pastos, perteneciente la Oficina Federal de Biología de Alemania.
Lo propio y lo ajeno
Durante muchos años la ciencia negó que las plantas estuviesen en posesión de un sistema inmunológico similar al de los humanos o al de los restantes animales. Sin embargo, los últimos estudios han demostrado que una planta es capaz de diferenciar entre lo que pertenece a su organismo, y lo que no. Y actuar en consecuencia.
Las células vegetales están cubiertas de una capa que contiene unas moléculas de proteínas, llamadas receptores. Estos receptores son capaces de identificar qué microorganismos forman parte de su propia estructura y cuáles vienen del exterior. Así, la planta reacciona a todo lo ajeno segregando veneno, y atacando al infiltrado. Del mismo modo funciona el sistema inmunológico humano y animal.
El sistema protector de la planta es muy eficiente, pero tiene un punto débil: los receptores consiguen identificar el 99,9 por ciento de los microorganismos. Para el restante 0,1 por ciento el vegetal está desprotegido.
Pero la planta cuenta con un Plan B. Otros receptores en el interior de la célula se dedican a observar a las proteínas en el exterior. Si en éstos notan un cambio, identifican el peligro y la célula comienza su autodestrucción.
Cuando el enemigo es más fuerte
Al cortar el césped del jardín, uno se recrea en el olor a hierba recién tallada. Lo que muchos no saben, es que ese olor forma parte del mecanismo de alarma de la planta atacada. Así advierten los vegetales a otros vegetales de la existencia de un peligro. Por ejemplo, cuando son roídos por insectos.
La planta que entra en contacto con las sustancias olorosas que ha vertido otra planta, activa sus defensas: segrega proteínas que dificultan la digestión de los insectos e incluso, los envenena.
Pero el grito de socorro no se dirige sólo a las restantes plantas, que pueden protegerse, pero difícilmente prestar ayuda. Entre los insectos hay también aliados de las plantas, que acuden al olor de la agresión a comerse a los atacantes, o a depositar en ellos sus huevos. La planta identifica qué tipo de insecto la está atacando, y puede emitir el olor que atrae a quien pueda estar en él interesado.
Otras plantas no necesitan pedir ayuda, porque han aprendido a convivir con los animales que las protegen. Es el caso de la simbiosis entre acacias y hormigas que se da en México.