La historia sumergida
12 de febrero de 2004Con sentimientos encontrados se observa desde Alemania el ambicioso proyecto de sacar a flote los restos del Graf Spee, el acorazado que yace en el fondo del mar, frente a las costas de Montevideo, desde fines de 1939. No sólo porque implica reflotar un episodio de los inicios de la II Guerra Mundial, sino porque las autoridades germanas no fueron consultadas, pese a que la República Federal de Alemania se considera legítima dueña del navío. En Berlín existe consciencia de que la postura uruguaya difiere. Pero, más allá de la discusión legal que podría originarse, lo cierto es que el destino del buque no deja indiferentes a los germanos.
Símbolo de humanidad
Desde el punto de vista histórico, el capítulo protagonizado por el acorazado alemán y su capitán, Hans Langsdorff, es digno de ser recordado. "El buque es un símbolo de humanidad en medio de la guerra, porque ante la perspectiva de librar una batalla contra naves británicas que consideraba imposible de ganar, prefirió hundir su propio barco", señala Héctor Bado, quien dirige las labores de recuperación. Puntualiza que el comandante evitó así la muerte de su tripulación y la de los adversarios.
El Graf Spee había dejado el puerto germano de Wilhelmshaven el 21 de agosto de 1939, 11 días antes del comienzo de la II Guerra Mundial. Alcanzó a hundir 9 barcos cargueros en el Atlántico sur, antes de que buques de guerra británicos emprendieran su persecución y lo enfrentaran el 13 de diciembre de ese mismo año. El acorazado alemán recibió varios impactos en esa batalla y se dirigió a Montevideo, amparándose en la neutralidad de Uruguay. Pero allí se le dieron 72 horas para abandonar el puerto, plazo insuficiente para reparar las averías. Fuera esperaban las naves británicas, dispuestas al combate. En la disyuntiva, el capitán optó por hundir el barco, tras lo cual se suicidó.
La voz de los sobrevivientes
Los uruguayos que se proponen rescatar ahora el navío, esperan poder convertirlo en una atracción turística del museo naval. Pero muchos de los tripulantes del Graf Spee se oponen al proyecto. El presidente de la asociación de veteranos que los agrupa, Kurt Wecker, argumenta que "es un monumento histórico que debe ser respetado". El mecánico torpedero Hans Eupel, quien se contaba entre los que hundieron la nave, advierte además de los riesgos de la empresa, porque algunos de los explosivos utilizados entonces pueden no haber detonado y ser todavía peligrosos.
Sea como fuere, los impulsores del proyecto están decididos a seguir adelante con esta aventura, pese al revés inicial. Tras varios aplazamientos, la primera jornada de trabajo también terminó en frustración, ya que no se consiguió rescatar el telémetro del Graf Spee. Pero de antemano ya estaba claro que será una empresa difícil, que tardará años y costará cifras millonarias, que nadie ha podido precisar aún.