La fina línea entre el activismo y el ataque
13 de agosto de 2012Cuando el diálogo y la paciencia se agotan, y un grupo de idealistas opta por tomar medidas más drásticas para lograr sus fines –libertad, derechos, justicia, independencia-, muchos los consideran héroes. Pero muchos más los consideran terroristas.
Paul Watson fue durante un tiempo un influyente miembro de la asociación medioambiental Greenpeace, y supuestamente uno de sus fundadores. Pero en 1977, a Watson se le acabó la paciencia. Cortó lazos con la organización pacifista y fundó la suya propia, más propensa a la acción directa y técnicas confrontacionales: Sea Shepherd (pastor del mar). Centrados en la protección de los animales marinos, a los miembros de Sea Shepherd no les tiembla el pulso a la hora de boicotear barcos de caza de ballenas, delfines y otras criaturas.
Son, en concreto, una irritante espina clavada en la gruesa piel burocrática que permite a Japón proceder cada año con la caza de ballenas en el Antártico, a pesar de la moratoria internacional de 1986 en contra del comercio de estos animales. Los activistas de Sea Shepherd no se dejan amedrentar por trámites: si la ley no detiene este tipo de actividades, ellos solos se bastan y se sobran.
El peso de la ley
Ahora, Paul Watson se encuentra en búsqueda y captura por la Interpol. El 13 de mayo de 2012 fue detenido en Fráncfort del Meno, acusado de haber violado el derecho marítimo durante el rodaje de una película en 2002 que documentaba la tortura de tiburones para conseguir sus aletas, muy apreciadas en la cocina y medicina tradicional asiática. El juzgado de Fráncfort le permitió la libertad condicional el pasado julio a cambio de una fianza de 250.000 euros.
No obstante, la semana pasada, Japón procesó una petición con Alemania para la extradición de Watson a Costa Rica para ser juzgado por sus delitos. Poco después, las autoridades alemanas confirmaron que Watson había huido de Alemania y se encontraba en “paradero desconocido”. Esto supone un incumplimiento de sus condiciones de libertad condicional, y con este motivo, la Interpol ha reiniciado su orden de arresto y búsqueda.
Sea Shepherd no tiene dudas al respecto: todo el asunto no es más que un complot por parte de las autoridades japonesas para “juzgar injustamente a Watson y meterlo en prisión de por vida”. Maddy Madison, director de Sea Shepherd Germany, declaró en entrevista con DW que, a pesar de la presión que todo este escándalo está ejerciendo en el ministro de Justicia y los políticos, los fiscales alemanes siguen adelante con el caso, y eso da una mala imagen del país. “Alemania no tiene nada que ganar con todo esto”, afirmó Madison. “Sólo está consiguiendo ridiculizarse internacionalmente.”
“La Unión Europea es, de hecho, gran exportadora de aletas de tiburón a los lucrativos mercados de Asia oriental”, informa la doctora Tanja Breining, bióloga marina y líder activista de la organización defensora de los derechos de los animales PETA Deutschland, en entrevista con DW. “Es obvio que Alemania no tiene la intención de proteger a los tiburones de forma sistemática contra esta crueldad.”
¿Cortina de humo?
Para PETA Deutschland, las reacciones contra las tácticas de Watson son absolutamente extremas. “A diferencia de cazadores de ballenas, colectores de aletas de tiburón o pescadores furtivos, Paul Watson nunca ha hecho uso de la violencia en su misión contra los ataques a focas, ballenas o tiburones, ni contra personas ni contra animales. A pesar de eso, Watson debe llevar a cabo sus acciones con chaleco antibalas, por temor a perder la vida”, insiste Breining. Según la bióloga, el límite de la protesta animal está en no usar nunca la violencia. “Y eso Watson lo ha respetado siempre.”
La búsqueda de Paul Watson sigue adelante, pero los miembros de Sea Shepherd no tienen la menor intención de servir a la Interpol en bandeja de plata la cabeza de su bautista particular. Están convencidos de que, de salirse con la suya, las autoridades enviarían a su líder a un juicio injusto, en el que los principales beneficiarios de sus actos, su rebaño de animales marinos, jamás podrían testificar a su favor.
Autora: Lydia Aranda Barandiain
Editora: Claudia Herrera Pahl