La fiesta continúa
1 de julio de 2006En el minuto 49 cuando Argentina se fue en ventaja con gol de Roberto Ayala el estadio olímpico de Berlín que hoy fue escenario de una final adelantada -la oficial tendrá lugar el 9 de julio próximo- daba la sensación de derrumbarse de la misma forma en la que en la capital alemana hace unos años se vino abajo un infame muro.
La única diferencia era que en aquella oportunidad no era tristeza lo que se veía en los rostros de los alemanes. En aquella oportunidad existía una confianza en el futuro que hoy durante 31 minutos no se palpaba.
Recuperando la fe
El estadio olímpico fue durante casi todo el partido un mar negro, rojo y dorado; un escándalo de voces y cánticos apoyando a la selección local. Los argentinos, una minoría dentro de los 72.000 espectadores apenas se notaban como una pequeña mancha azul y blanca en las tribunas.
Sin embargo esa minoría asumió el dominio del ambiente entre el minuto 49 y el minuto 80 haciendo retumbar el estadio bajo el canto “vamos, vamos Argentina que te quiero ver ganar”. Un grito con vestido de premonición que amenazaba con dar por terminado el carnaval que es desde hace dos semanas el Mundial para Alemania.
Cuando Klose igualó el marcador a un gol Alemania entera volvió a creer. Los jugadores lo dejaron todo en la cancha, los espectadores en el estadio agotaron sus voces y los aficionados locales abarrotados a lo largo del país al frente de los televisores sufrieron sin descanso hasta que sonó el pitazo final del periodo de alargue.
Tras 120 minutos, con un resultado empatado a uno, con una nación en vilo y con el corazón en la mano, arrancó la serie de penaltis.
Oliver Neuville, el primero en cobrar, inició su corta carrera antes de patear acompañado por un pesado silencio. Un segundo y medio después 65 mil alemanes en el estadio y 70 millones fuera de él celebraban ruidosamente el camino al triunfo que cementaría el arquero Jens Lehmann al atajar los disparos de Roberto Ayala y Esteban Cambiasso.
Al final del partido
Los jugadores del seleccionado alemán, después de un corto, insignificante y feo altercado con algunos integrantes de la delegación argentina se pasearon victoriosos por el estadio. De norte a sur y de oriente a occidente saludaron a los aficionados que en las tribunas, estimulados por música festiva, no cesaba de animarlos.
Media hora tardó el bus del equipo alemán para completar un recorrido de 500 metros desde el portón del garaje del estadio hasta la calle principal.
Cientos de banderas impedían la visibilidad del conductor que emprendió la marcha lentamente rodeado de un tumulto de entusiasmados seguidores que se hizo a la persecución del bus a lo largo de Berlín formando una caravana de pitos y sirenas.
La escena se repitió al ingreso al Schloß Hotel en Grünewald donde se hospeda el equipo nacional alemán que esta noche empezó a preparar su próximo partido, la semifinal el próximo martes en Dortmund.
Con el triunfo de Alemania continua la fiesta del Mundial en el país anfitrión.
Una inmensa celebración a costa de Argentina, el último representante hispanoamericano que quedaba en competencia.