La Europa de Tony Blair
20 de junio de 2005Lejos de acusar recibo de los reproches que le han llovido en algunos países por haberse rehusado a posibilitar un acuerdo presupuestario en la última cumbre de la Unión Europea, Tony Blair se mostró más duro aún que lo usual al comparecer ante la Cámara de los Comunes. En una abierta arremetida contra la actual política financiera de la UE, aseguró que las altas subvenciones agrícolas comunitarias "no tienen sentido" y exigió una amplia reforma presupuestaria.
Estocada a la política agraria
Los argumentos de Blair son conocidos. En su opinión, es absurdo que la UE todavía destine cerca del 40% de su presupuesto a la agricultura, en lugar de fomentar las áreas de la ciencia, la tecnología y la educación. El premier británico fundamenta su tesis remitiéndose a los nuevos desafíos que plantea la globalización, con potencias emergentes como China, India y otros países asiáticos, que provocarán profundos cambios en la situación económica internacional. Y, de paso, aprovecha de dar una estocada más a Francia, el principal defensor de los subsidios agrícolas, ya malherido en su condición de líder europeísta tras el rotundo rechazo de su población a la Constitución comunitaria.
Según el comisario europeo de Desarrollo, Louis Michel, lo que Blair quiere es acabar con la política agraria conjunta. Y, ciertamente, lo que está en juego es más que la defensa de la famosa "rebaja británica" que Londres recibe desde los tiempos de Margaret Thatcher y que consiste en la devolución de parte de sus aportes financieros, en compensación por lo que deja de percibir en subsidios a la agricultura.
Modelos contrapuestos
Sobre el tapete están dos visiones contrapuestas de la Europa a la que se aspira. El politólogo Werner Weidenfeld expuso en la televisión alemana el viejo conflicto con toda claridad: por un lado están los británicos, que desean una alianza flexible y una zona de libre comercio y, por el otro, el eje germano francés, que sueña con una unión política. En su opinión, Blair está aprovechando fríamente la actual debilidad de los gobiernos de París y Berlín para llevar a la práctica el modelo que Londres persigue desde un comienzo.
A más tardar el mes entrante, cuando Gran Bretaña asuma la presidencia por turno de la Unión Europea, quedará en evidencia la estrategia londinense. Desde Bruselas ya se lanzan advertencias de que su gestión sólo podrá resultar exitosa con el respaldo de la Comisión. Pero difícilmente eso amilane a Tony Blair, en vista de la actual debacle del proyecto europeísta. El ministro de Relaciones Exteriores alemán, Joschka Fischer, habla de una "crisis de integración", a la que se suma la "crisis de la globalización" y la "crisis de identidad" provocada por el resultado de los referendos de Francia y Holanda. En suma, una situación trágica para los impulsores de la integración política pero quizá auspiciosa para los propósitos británicos.