Inteligencia Artificial: Alemania se queda corta
15 de noviembre de 2018Aunque es demasiado temprano para descorchar las botellas de champaña, la estrategia para el desarrollo de inteligencia artificial aprobada recientemente en una reunión del Gabinete de la canciller de Alemania, Angela Merkel, es el primer proyecto político importante del Gobierno federal en este período legislativo. El nuevo Ejecutivo entró en funciones hace ya ocho meses, pero algo es algo. Alemania espera desde hace años por algunas de las tecnologías discutidas en Berlín.
Sólo el contrato del Gobierno de coalición es más largo
Los puntos en torno a los cuales se puso de acuerdo el Gobierno constituyen un impulso relevante para los próximos años y son muy ambiciosos.
El borrador de la estrategia en cuestión, que debe ser presentado en diciembre, tiene aproximadamente ochenta páginas; la mitad de las que tiene el contrato del Gobierno de coalición. En todo caso, el Ejecutivo parece haber entendido que la digitalización no es un asunto exclusivamente económico o de infraestructura, sino que implica a todos los segmentos de la sociedad. Y es poco lo que se mueve en esa materia cuando ésta se inscribe en un marco meramente nacional.
Por eso no sorprende que el ministro alemán de Economía, Peter Altmeier, esté difundiendo la idea de crear un "Airbus de la inteligencia artificial”. Sólo con una cooperación industrial paneuropea de las dimensiones de una empresa como Airbus se puede competir contra gigantes de Internet como las compañías estadounidenses Facebook, Google y Amazon, o el líder del mercado chino, Baidu. No obstante, Altmaier sabe también que los políticos no pueden simplemente decretar un proyecto como ese; ellos tienen que dialogar con la industria para llevarlo a la realidad.
El problema es que el empresariado –al menos el alemán– contempla los planes del Gobierno con escepticismo. Son demasiados los desilusionados por la falta de progreso en la ampliación de la infraestructura que hace de Alemania un país próspero en términos digitales.
Puede que el recién aprobado paquete de inversión de 3.000 millones de euros sea dos veces más grande que el anunciado por Francia para el financiamiento de su política de inteligencia artificial. Pero Alemania está llegando tarde a la competición, por un lado, y quiere tomarse su tiempo, por otra parte. Lamentablemente, Alemania no tiene ese tiempo extra. Además, su presupuesto ni siquiera se acerca a los volúmenes de inversión con que Estados Unidos y China se baten a duelo desde hace años.
Alemania debe posicionarse
El boceto de la estrategia alemana sólo describe escuetamente un ámbito importante en el que la inteligencia artificial jugará un rol fundamental: el militar. Ni Estados Unidos ni China se esmeran en disimular sus investigaciones para la fabricación de sistemas de armamento basados en la inteligencia artificial. También la Unión Europea reconoció hace tiempo que sus Estados miembros deben familiarizarse con el uso de la inteligencia artificial en el sector Defensa, si realmente quieren llegar a diseñar una política de seguridad conjunta. Hasta ahora, el Gobierno alemán sólo tiene estipulado hacer una "evaluación abarcadora” de esa tecnología.
Sin embargo, es precisamente aquí donde Alemania debe posicionarse más claramente, porque lo que está en juego con la inteligencia artificial va mucho más allá del fortalecimiento de las pequeñas y medianas industrias o de la posición de Alemania como lugar para la investigación; esos son los dos puntos sobre los que se enfoca la estrategia del Gobierno federal hasta ahora. Lo que está en juego es la soberanía sobre la interpretación y la definición de los estándares de una tecnología que podía cambiar el orden social a escala global como pocas invenciones industriales previas. "Nosotros queremos pensar la digitalización como un proceso que tiene al ser humano como protagonista”, sostiene la canciller. Y, desde luego, también los principios probados de la economía de mercado con talante social.
De ahí que el Ejecutivo alemán enfrente un doble desafío: debe integrarse activamente a la discusión internacional sobre el tema y allanar el camino –a toda prisa– para la nueva tecnología, vigilando en todo momento que ésta honre nuestros valores sociales. De otra manera, lo que nos espera no es un alto vuelo tecnológico, sino un aterrizaje muy duro.
(erc/jov)
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