La divinidad en el Tratado europeo: un Dios para Europa
7 de septiembre de 2007Su misión era expandir la palabra del Señor. Para la evangelización, los kilométricos rollos de papiro no resultaban prácticos. Los cristianos optaron pronto por transportar el mensaje divino en códices al estilo romano: hojas de pergamino protegidas por dos tablas de madera. Así, no sólo contribuyeron a transmitir una creencia, sino que propagaron el uso de los primeros libros e iniciaron la difusión del mayor bestseller de todos los tiempos: la Biblia. Corría el siglo II d. C.
“Afirmar que la cultura europea no está influenciada por el cristianismo es sostener una mentira histórica”, opina Hubert Tientelott, portavoz del Comité Central de los Católicos Alemanes. “Una y otra vez constato que existen grandes déficit históricos cuando se trata de aceptar la influencia judía y musulmana en Europa”, dice por su parte Aiman A. Mazyek, secretario general del Consejo Central de los Musulmanes en Alemania.
El debate se da, por lo menos en círculos políticos, por concluido. En el preámbulo del Tratado europeo que viene a sustituir a la frustrada Constitución, no se explicitará que el continente le debe su cultura al desarrollo del cristianismo. Y tampoco se plasmará referencia alguna a Dios.
Tres componentes, un sistema de valores
"Inspirándose en las herencias culturales, religiosas y humanistas de Europa, a partir de las cuales se han desarrollado los valores universales de los derechos inviolables e inalienables de la persona, la democracia, la igualdad, la libertad y el Estado de Derecho […]”, podrá leerse definitivamente en el preámbulo del nuevo Tratado de la UE.
En este párrafo, Dios brilla por su ausencia, pese a que, desde el cristianismo hasta el islam, las religiones monoteístas reclamaban su mención. Se indica la existencia de una “herencia religiosa”. Y de una “humanista”: en la cabecera del documento encuentra espacio precisamente la corriente ideológica que criticó con dureza el absoluto control de la vida del hombre por parte de la Iglesia, y colocó a la Humanidad en el lugar que hasta el momento había estado reservado a Dios, en el centro del universo.
“La formulación es correcta. Se habla de la herencia cultural y religiosa, teniendo en cuenta las diferentes fuentes de inspiración, y de una herencia humanista fruto de la Revolución Francesa y de la Ilustración. Esos son los tres componentes que representan el sistema de valores europeo, y los tres se encuentran especificados en el Tratado”, comenta Jo Leinen, diputado europeo del grupo socialdemócrata.
Unidos en la diversidad
Mucha sangre corrió por las calles de Francia en 1789 para liberar al pueblo de un rey que decía gobernar por mandato divino. Los alemanes guardan malos recuerdos de los años entre 1931 y 1945, cuando el Estado quiso apropiarse de la mística, relegando a las iglesias. Los españoles no olvidan la “doctrina de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, única verdadera” que inspiró las leyes franquistas y se dejó fotografiar durante cuatro décadas a la vera del dictador. Por el contrario, para los polacos la Iglesia fue una luchadora activa contra su propia dictadura. “Europa: unida en la diversidad”, reza uno de los eslóganes comunitarios más preciados.
“En los distintos países de la UE existen diferentes modos y culturas a la hora de enfrentarse a la relación entre religión y sociedad, entre religión y Estado”, justifica Hans-Gert Pöttering, presidente del Parlamento Europeo, la decisión final de no hacer referencia a Dios en el futuro Tratado, ya no constitucional sino ahora denominado “de reforma”.
Nunca el Eurostat, el instituto de estadística europeo, ha preguntado a los ciudadanos de la Unión por sus creencias religiosas. Sin embargo, parece ser una evidencia que el cristianismo es la confesión más extendida en el continente, y que la mayoría de los europeos cree en un Dios. Ese Dios debería haber contado con una alusión directa en el texto comunitario, consideran Pöttering, como católico, y sus colegas de partido, como miembros de una agrupación política de orientación cristiana.
Frontales opositores de mezclar el cielo con la tierra fueron Francia y Bélgica, aludiendo al estricto laicismo de sus Estados. Pero también, reconoce Pöttering, el Parlamento Europeo votó en contra: la única institución totalmente democrática de la UE en la que encuentran representación todos los países miembros.
Europa y el cristianismo, ¿una discusión ficticia? ¡Siga leyendo!
Europa y el cristianismo
En el 313 d.C., el emperador romano Constantino el grande acabó con la persecución de los cristianos en las tierras del Imperium. Caída de la vertiente occidental, los romanos siguieron reinando desde Bizancio sobre la región oriental de sus dominios otros mil años. En el Siglo VI, el emperador Justiniano I convirtió al cristianismo en la religión oficial del llamado Imperio Bizantino. 300 años después, las creencias cristianas alcanzaban a los pueblos germanos. La cristianización de Europa se hacía ineludible.
El cristianismo ha impregnado la cultura del Viejo Continente, y los cristianos hubieran deseado ver reconocido el hecho en la legislación comunitaria. Pero aun cuando la herencia de la cristiandad no se encuentre directamente plasmada, “hay que tener en cuenta, que los valores de la Unión que se describen en el Tratado son claramente valores cristianos”, dice Pöttering. Con lo cual, “los cristianos no deberían sentirse abatidos”.
Por otra parte, la misma fórmula valdría para que el texto europeo dedicase unas palabras a griegos, romanos, musulmanes árabes y no árabes, a la Ilustración, al movimiento obrero, a la filosofía y a otras tantas cosas, componentes de la cultura y los valores de Europa.
Una discusión ficticia
“La Unión Europea respetará y no prejuzgará el estatuto del que se benefician, en virtud del derecho nacional, las iglesias y las asociaciones o comunidades religiosas en los Estados miembros”, puede leerse en el artículo I-52 del nuevo Tratado, bajo el título de “Estatuto de las iglesias y de las organizaciones no confesionales”.
El debate desatado a consecuencia de lo que dice o no dice el preámbulo del documento es discusión ficticia, opinan los ateístas y no creyentes organizados en la Alianza Internacional IBKA. “El preámbulo es literatura y legalmente no tiene ninguna relevancia. Lo realmente decisivo es el 'artículo eclesiástico', que permanecerá intacto en el nuevo Tratado. Sobre eso no habla nadie”, critica Rudolf Ladwig, presidente del citado grupo.
“En el anterior Tratado constitucional, el artículo 46 regulaba el modo en que las ONG participaban en el sistema comunitario. Este apartado no se ajustaba a la Iglesia católica, porque ésta no cumple con los requisitos: es una organización extremadamente jerárquica y no democrática que no reconoce la Declaración Universal de los Derechos Humanos”, comenta Ladwig. “De una especie de negociaciones secretas surgió el 'artículo eclesiástico'. Ahí estaba de repente, sin que se diera a nadie la oportunidad de discutirlo, para garantizar a nivel europeo el estatus del que gozan las iglesias en el ámbito nacional”.