“La dicotomía trabajo o escuela no funciona"
12 de junio de 2008El VII Día Internacional contra el Trabajo Infantil, patrocinado por la Organización Mundial del Trabajo, se centra este año en el lema “educación en vez de trabajo”. Con esta ocasión, varias organizaciones para la protección al menor han hecho públicas sus buenas intenciones de sacar a los menores de sus puestos de trabajo y velar porque no vuelvan a ellos hasta que sean adultos formados.
A este respecto, la organización alemana no gubernalmental ProNats asevera: “Las declaraciones grandilocuentes en contra del trabajo infantil puede que tranquilicen las conciencias de los acaudalados de este mundo, pero a los niños que trabajan los han perjudicado".
Con respecto a este polémico enfoque de uno de los logros de los derechos infantiles -el derecho a no trabajar-, DW-WORLD conversó con Beatrice Hungerland, colaboradora de esta organización y catedrática de Ciencias Infantiles en la Escuela Superior de Magdeburgo.
“Se dice muy rápidamente: estamos en contra del trabajo infantil, que los niños no deben trabajar sino ir a la escuela, que el trabajo sólo les hace daño. Es muy fácil decirlo, pero si se tiene en cuenta cuán pobres son algunos países, y cuán difícil es la financiación de una buena escuela, se sabe que para esos menores la prohibición es sinónimo de una reducción de sus ya limitades oportunidades. Muchos niños trabajan para poder ir a la escuela. En este hemisferio, en el norte, vale la dicotomía: escuela en vez de trabajo, porque el trabajo les hace daño. Pero esta división no calza con el hemisferio sur, con la realidad de muchos países, de miles de niños en Latinoamérica, en India o en África”, asevera Hungerland.
Un ejemplo desolador
El ejemplo de Bangladesh –en que por insistencia de Estados Unidos se despidió de un solo plumazo a 50.000 niños y niñas de empresas textiles- es desolador: en vez de asistir a la escuela, las niñas acabaron en la calle y se prostituyeron o pasaron a ser esclavas en alguna casa acomodada. Los niños acabaron en otros ramos, no tan controlados, en donde la paga era menor. Campos mucho más peligrosos que la industria textil. Éste es el extremo de la prohibición del trabajo infantil: que los niños no consiguen una vida mejor. “En América Latina, dado que el trabajo infantil está prohibido, cualquier policía puede quitarle el dinero mal habido a los niños”, recalca.
Prohibir los productos que provienen de manos infantiles
La prohibición y el boicot de productos hechos con manos infantiles no son , entonces y en esta medida, siempre buenos. En la misma red de ProNats se encuentra Italianats, que organiza una plataforma comercial singular: “se trata de vender productos elaborados con manos infantiles pero en condiciones justas; la producción se controla, y se asegura que en los talleres trabajen sólo algunas horas, que asistan a la escuela y que reciban un salario justo. Es un enfoque totalmente diferente”, cuenta Hungerland.
“Hay mucha gente que opina que no se debe tolerar de ninguna manera el trabajo infantil, aduciendo que los niños no tienen ninguna probabilidad en la vida si no asisten a la escuela. Yo concuerdo; sin embargo, por un lado, los niños aprenden en el trabajo, mucho, quizá mucho más de lo que aprenderían en una escuela... Si uno mira lo que se enseña en las escuelas de las antiguas colonias francesas, por ejemplo, no tiene nada que ver con la realidad de estos niños. Por otro lado, hay que ver cómo viven los niños y qué es lo que quieren ellos mismos”, puntualiza.
Con dicotomías no se avanza
En resumen, para esta plataforma que pretende proteger a los niños trabajadores, no se trata de la dicotomía escuela o trabajo, pues en muchos países del sur esas opciones no se plantean. A partir de la prohibición del trabajo, lo que se consigue es empeorar la situación de los niños trabajadores. Hungerland, conocedora de la situación de los niños en el Tercer Mundo, recalca: “Si se prohíbe, no pueden reclamar su derecho a una paga justa”.