Terrorismo e “infraestructura cardinal”
23 de marzo de 2016
Poco después de los ataques terroristas perpetrados este martes (22.3.2016) en Bruselas, el ministro alemán del Interior, Thomas de Maizière, ordenó reforzar la protección de la “infraestructura cardinal” del país, aludiendo a todas las instalaciones que podrían generar graves problemas de seguridad pública o de desabastecimiento –energético o de otra índole– si dejaran de funcionar por una razón u otra. El político democristiano subrayó que la policía germana mostrará una “robusta presencia” en los aeropuertos, en las centrales nucleares y en las fronteras nacionales con Bélgica, Francia, los Países Bajos y Luxemburgo.
Pero, ¿qué tan efectiva puede ser esa “presencia robusta”? Las fuerzas de seguridad belgas ya custodiaban las áreas más vulnerables del aeropuerto de Bruselas; los atentados de este 22 de marzo tuvieron lugar fuera de las zonas de seguridad, en los sectores de libre acceso. “Ese es precisamente el problema”, sostiene el experto en aviación Jens Flottau, en entrevista con DW. Aunque ya se sopesa la posibilidad de reubicar las esclusas de seguridad en las puertas del terminal, como se hace en algunos aeropuertos del Medio Oriente y de África, esa medida viene acompañada de altísimos costos para la industria aeronáutica civil.
Alto costo para las aerolíneas
“Muchos de quienes conocen el tema de los aeropuertos y la infraestructura alegan que es mejor invertir en mayor presencia policial y observación”, asegura Flottau, recordando que las líneas aéreas han sufrido mucho bajo los efectos de los atentados terroristas. “A finales del año pasado se registró un descenso enorme en el número de reservaciones de vuelos con destino a París. Aunque la demanda se ha recuperado lentamente, aquella caída abrupta le costó mucho dinero a Air France”, señala el especialista. La cantidad de reservaciones de vuelos en Europa es de por sí muy baja en este momento; los atentados han empeorado el panorama.
¿Y qué hay de la seguridad en las centrales atómicas? Tan pronto se supo de los ataques terroristas en Bruselas, las plantas belgas de Doel y Tihange redujeron al mínimo el personal presente en sus dependencias. “Sólo se queda quien realmente deba estar ahí”, dijo en su momento un vocero de AFCN –la autoridad a cargo de la supervisión de las centrales–, argumentando que así se reduciría también el riesgo de que personas con “malas intenciones” tuvieran acceso a las instalaciones. “Después de todo, en las plantas laboran sobre todo trabajadores de empresas contratistas…”, comenta un conocedor de la materia en condición de anonimato.
Hermetismo en nombre de la seguridad
Nadie parece querer hablar abiertamente o dar detalles demasiado específicos sobre las estrategias aplicables para proteger el centro de operaciones de una central atómica. “Eso es parte de nuestra filosofía de seguridad”, dice un portavoz de la Sociedad para la Seguridad de los Reactores y sus Instalaciones, con sede en Colonia. A los interlocutores externos de este organismo se les pide que confíen en su palabra –¿qué más pueden hacer?– cuando dice que los núcleos de las plantas atómicas alemanas están bien protegidos. Allegados menos discretos hablan de cristales a prueba de balas, muros gruesos y severos controles de acceso.
Lo que la Sociedad para la Seguridad de los Reactores y sus Instalaciones sí confirma es que las centrales atómicas alemanas sólo pueden ser controladas desde el sector protegido. En casos de emergencia lo único que se puede hacer desde el exterior –es decir, desde edificios “muy seguros” ubicados en las inmediaciones de la planta– es desactivar un reactor.