La cumbre del clima, un paso importante
9 de junio de 2015¿Puede ser que los países del G7 hayan prometido despedirse del carbón, el petróleo y el gas? ¿Justamente los países más ricos, algunos de los cuales bloquean desde hace muchos años la Conferencia sobre el Clima de la ONU, con EE. UU. a la delantera? Es comprensible que los expertos en medioambiente de Greenpeace o del WWF, que siguen los pasos de la diplomacia climática internacional, no den crédito a sus ojos. Pero es cierto, y se puede ver en letras impresas en el documento final de la cumbre en el Castillo de Elmau: descarbonización hasta fines de este siglo; reducción de las emisiones de gases invernadero entre un 40 y un 70 por ciento hasta 2050. Cien mil millones de dólares anuales a partir de 2020 para impulsar el desarrollo de energías renovables y la protección del clima en los países pobres. Un gran hito el de esta cumbre, y, no en última instancia, una victoria de la anfitriona, la canciller alemana, Angela Merkel.
Alemania y Francia querían el éxito
Si se lo observa en detalle, esto no es sorpresivo en absoluto. Por un lado, este año los encuentros para hallar soluciones al cambio climático, así como la adjudicación de responsabilidades, traen consigo una dinámica especial: Alemania lidera el G7 y se propuso ya hace tiempo poner el punto sobre las íes. Francia es organizador de la Conferencia sobre el Clima de la ONU a fines de este año. Si todo va bien, el nuevo acuerdo sobre el clima llevará el nombre de la capital francesa, así como el último se llamó Protocolo de Kioto. Eso aumenta también la ambición de hacer las cosas bien, y el presidente de EE. UU., Barack Obama, ya desistió de negociar la política climática con el Congreso de su país.
Es por eso que ya se puede afirmar que el acuerdo de París será ambicioso. Pero en el capítulo sobre reducción de emisiones no será vinculante. En otras palabras: los estadounidenses dirán que sí, pero sin comprometerse realmente. Y poco más tarde finaliza el mandato de Obama, de quien se puede decir que pone sincero empeño en combatir el calentamiento global. Además, el mundo ya no es el mismo que en 2007, cuando a la sagrada promesa de la cumbre del G8 en Heiligendamm no siguieron verdaderos cambios. Actualmente, la técnica para obtener energías renovables se puede instalar a bajos precios en los rincones más alejados del planeta, y países emergentes como China o Brasil ya se dieron cuenta de que su futuro no puede estar basado en el petróleo, el carbón ni el gas.
Y sin embargo, para aguar un poco la fiesta: es muy fácil formular promesas de cuya realización que tendrán que ocuparse las generaciones futuras, como el abandono del carbón, del petróleo y del gas en este siglo. Además, el auge de la fracturación hidráulica en EE. UU. demostró que todavía hay muchos operadores de mercado a los que les importa un bledo el fin de la era fósil que, supuestamente, está por llegar.
La conferencia de París puede ser un éxito
Pero ya basta de quejas. Esta resolución del G7 brinda la oportunidad de cerrar en París grandes brechas que hasta ahora siempre hicieron fracasar las conferencias sobre el clima: el hecho de que los países emergentes y en vías de desarrollo no confían en los países ricos y quieren que se les pague primero. La promesa de poner a su disposición 100.000 millones de dólares a partir de 2020 ya no es nueva –fue concebida en 2009 en Copenhague- pero es muy valioso que se la haya ratificado, amén de que el comienzo de la financiación está en buen camino gracias también al compromiso de Alemania. Es decir, que realmente es posible que todos los esfuerzos (y sufrimientos) de la caravana de políticos, ecologistas, representantes de la economía y de la prensa, que va de conferencia en conferencia año tras año, al final haya valido la pena. De ser así, la cumbre del G7 en el Castillo de Elmau fue un paso importante.