La "coronación" de Sarkozy
14 de enero de 2007El espectáculo mediático que puso en escena el partido UMP (Unión por un Movimiento Popular) no tuvo nada que envidiarle a una coronación: 3,5 millones de euros gastaron los conservadores franceses en este congreso, al que acudieron cerca de 80 mil personas para ungir a su candidato presidencial para los comicios de abril. Nicolás Sarkozy ha cumplido en gloria y majestad a esta primera etapa, ineludible para llegar a su meta final, que no es otra que el Palacio del Elíseo.
Europa, pendiente de Francia
El acontecimiento político parisino también acapara la atención del resto de Europa, consciente de que el desarrollo y desenlace de las elecciones francesas será crucial para el proyecto constitucional, que los propios franceses hicieron naufragar en el referéndum de 2005. Ya en esa oportunidad incidió en el voto galo el rechazo mayoritario de la población a una adhesión de Turquía, postura que también adoptó decididamente Sarkozy.
¿Qué cabría esperar de él, si logra derrotar a la candidata socialista, Segolene Royal? Antes que nada, una decidida oposición al ingreso turco y una pausa en el proceso de ampliación de la UE. En materia de fondo, propone salvar el impasse que empantanó la Constitución Europea aprobando, en su lugar, un "mini-pacto" que permita el funcionamiento de la organización, opción que no agrada en absoluto al gobierno de Alemania. Otra de sus ideas que tampoco encontrará muchos adeptos en Berlín es la de ampliar los objetivos del Banco Central Europeo para que no sólo se ocupe de luchar contra la inflación, sino también contra el desempleo y a favor del crecimiento económico.
¿Más conciliador?
En el plano interno, Sarkozy, acostumbrado a polarizar, inició esta nueva y decisiva etapa de su carrera con un giro hacia la búsqueda de armonía. En su "mensaje a los franceses" habló de una Francia sin exclusiones. En un intento de aplacar a sus detractores, que lo definen como un neoliberal a la americana, pero con pasaporte galo, prometió que se esforzará por "moralizar el capitalismo", si es elegido presidente.
Al mismo tiempo, sin embargo, fue claro en su posición frente a temas sensibles relativos a los inmigrantes. "No acepto que se vengan a instala a Francia sin darse la molestia de aprender a hablar y escribir en francés", afirmó el candidato, quien también aseguró que "los polígamos no tienen nada que buscar" en este país.
Viejos rencores
Esta forma de hablar sin tapujos es uno de los rasgos que aprecian sus simpatizantes, quienes suelen referirse a él como "Súper-Sarko" o "Speedy-Sarko", haciendo referencia a que es un hombre de acción. Más de 20 oradores se sucedieron este domingo en la tribuna para alabar las virtudes. Entre ellos no figuró por cierto Jacques Chirac, el gran ausente en esta sobredimensionada ceremonia partidaria. Su rencilla personal con Sarkozy ya no tiene nada de privada, sino que se ha convertido en uno de los elementos más frecuentemente mencionados en los artículos sobre la carrera electoral que ahora comienza realmente en Francia. Sabido es que el actual presidente no perdona a su delfín de antaño la traición de no haberlo apoyado a él, sino a su rival interno, Edouard Balladur, en las elecciones de mediados de los 90. Lo que no se sabe, en cambio, es hasta qué punto llegará la sed de venganza de Chirac, quien aún no se ha pronunciado sobre si buscará una reelección en las urnas.
Parecería una locura política, porque con ello arriesgaría la unidad de la derecha francesa y, por ende, mermaría seriamente sus posibilidades de triunfo. Aunque nadie lo considere seriamente probable, la duda queda y se refleja bastante bien en una encuesta que publicó el viernes Le Figaro. Según el sondeo, sólo el 17% de los franceses cree que para Chirac lo principal es el triunfo conservador en las elecciones presidenciales. Un 37% cree, en cambio, que lo más importante para él sería evitar la victoria de Sarkozy. Las cifras fueron aún más abultadas cuando se planteó la misma pregunta, pero referida a Dominique de Villepin, quien acudió al acto de este domingo sin tomar la palabra ni emitir su voto.