La batalla por hacer cine en Alemania
9 de abril de 2007Más de 32 premios nacionales e internacionales, entre ellos el Óscar a la mejor película extranjera, ha recaudado La vida de los otros, dirigida por Florian Henkel von Donnermarck. Pero en el mismo momento en que un cineasta alemán comienza a cosechar éxitos visibles, la pregunta que sigue es siempre la misma: "¿para cuándo el cambio a Hollywood?".
Según un artículo publicado recientemente en la edición germana de la revista Vanity Fair, von Donnermarck ya ha dado el salto y su nuevo hogar es una habitación en el hotel Beverly Wilshire de Los Ángeles.
El éxodo de directores alemanes al otro lado del Atlántico parece parte del desarrollo lógico de quien quiere hacer carrera en una industria, la del cine, cada vez más globalizada. Pero algunos añaden que son las dificultades que los cineastas encuentran en sus propios países lo que les lleva a emprender el viaje.
Un técnico más
"Para los directores alemanes resulta muy difícil vivir del cine. Muchos de ellos se ven obligados a aceptar otros encargos para poder sobrevivir", dice Steffen Schmidt-Hug, presidente de la Asociación Alemana de Directores de Cine. "Y algunos se deciden a buscar empleo en otros países como Francia o Estados Unidos".
Las reglas que rigen la industria cinematográfica alemana otorgan a los directores la categoría de técnicos, al mismo nivel que diseñadores o técnicos de iluminación. La parte de los beneficios que de sus propios proyectos corresponde a los directores está estrictamente reglamentada y tiene límites bien definidos.
Además, muchos directores se sienten frustrados y coartados en su libertad artística, comenta Schmidt-Hug, porque la versión final de las películas no es decisión suya sino de los productores. "En Francia, la ley establece que el director es el encargado de montar la última versión de su película", explica, "en Alemania, el directors cut no existe".
Nuevos fondos, viejos problemas
La industria cinematográfica alemana recibe más dinero público que cualquier otra en Europa. Cada año, el Gobierno alemán dedica unos 260 millones de euros a proyectos fílmicos. Los 60 millones de pico forman parte de una aportación adicional aprobada en 2007 con el objetivo de "fomentar la producción de películas en Alemania".
"El modelo ha tenido una repercusión inmediata en las productoras y los estudios alemanes", asegura Bernd Neumann, comisario del Gobierno alemán para temas relacionados con la cultura y los medios, "querer hacer de Alemania un lugar más atractivo para la producción fílmica es algo positivo".
Pero Schmidt-Hug no ve las cosas desde la misma perspectiva. El sistema favorece a los productores ya establecidos al poner un sinfín de obstáculos en el camino de los nuevos autores hacia los fondos y las ayudas. "En Alemania prevalece el concepto del 'poeta luchador'", dice, "y la gente considera que los artistas no necesitan que se les pague. Ya tienen su película, su arte".
Nuevas generaciones
"Encontrar financiación para una película en Alemania es imposible, a no ser que se quiera hacer un film comercial", comenta el director berlinés Andreas Feller, "y hacer filmes comerciales no es el motivo por el que algunos de nosotros nos dedicamos a este negocio".
Feller tiene experiencia en el mundillo del cine alemán. Por eso ha lanzado la página web filmemacher.org, una plataforma que debe servir para acercar a directores jóvenes de toda Alemania y ayudarles a concentrar los recursos necesarios para sus proyectos.
Puesto que los productores alemanes están tan obsesionados con el éxito comercial, las películas que rompen en algo con los moldes tradicionales, como La vida de los otros, carecen de oportunidades en Alemania, opina Feller.
¿Sueño californiano para todos?
Nadie sabe si son los sueños de gloria o la industria cinematográfica alemana lo que lleva a von Donnersmarck a huir a Hollywood, pero Schmidt-Hug está convencido de que será un viaje positivo. "Von Donnersmarck es un director brillante que tendrá mucho éxito dentro del modelo americano", opina.
Aún así, California no es cosa para cualquiera. El año pasado, Wolfgang Becker, quien también recaudó más de un aplauso con su película Goodby Lenin, recibió una oferta desde el otro lado del océano para hacer películas en alemán bajo el sol californiano. "No, gracias", fue la respuesta, "el nivel de vida en Berlín es mucho mayor".