La Alemania simpática
15 de julio de 2014Centro de Schürrle, parada con el pecho de Götze, tiro y gol. ¡La victoria!, ¡la copa mundial! Gente inteligente que analiza quién somos, de dónde venimos y por qué somos como somos lo constatarán dentro de algunos años: la victoria en Río ha transformado a Alemania. Por lo menos un poco. No solo futbolísticamente. Ha cambiado sobre todo la forma en que Alemania es percibida en el extranjero.
Durante mucho tiempo nos ocupamos de definir qué no queríamos ser. En política exterior, no queríamos llamar la atención. Condicionados por la historia, fuimos los socios júnior de nuestros aliados occidentales. Nos orientamos por negaciones: nunca más guerra, nunca más fascismo, nunca más Auschwitz.
Algo ha cambiado
Los colores nacionales, negro, rojo y gualda, y el himno nacional causaban vergüenza a muchos nietos de la generación de los nazis. Los hitos en la política alemana fueron en las últimas décadas respuestas a un pasado de espanto.
Algo ha cambiado, sin embargo. Alemania ya no se esconde. En la crisis del euro, la carga principal la lleva sobre sus hombros Angela Merkel. La economía francesa se tambalea y el eje París-Berlín es movido sobre todo por Alemania. En Bruselas, Merkel es llamada la reina de Europa. Y en la crisis ruso-ucraniana, su opinión tiene para Putin más peso que la de Obama.
Una identidad redefinida
También la casi sumisión de Berlín ante Washington ha llegado a su fin. Hace pocos días, Angela Merkel expulsó del país a un agente de la CIA, por espionaje. El mundo mira y se sorprende. Los alemanes no se tragan todo. La amistad con Estados Unidos es redefinida.
La victoria de Berna en 1954 es considerada el verdadero acto de fundación de la República Federal de Alemania. El título de 1974 fue la coronación de la era Willy Brandt, con sus impulsos de “más democracia”. La copa de 1990 fue un resultado de una voluntad indomeñable, poco antes de la unificación de Alemania.
Los grandes trofeos de fútbol siempre fueron metáforas de un estado de ánimo en Alemania. Los muchachos de Jogi Löw simbolizan la Alemania simpática. Un país maduro, al que nadie teme. Un equipo que trata con respeto al adversario vencido. La forma en que fue conquistada la cuarta estrella les da a los alemanes una idea de lo que quieren ser: un país visto con simpatía por el mundo.