La última oportunidad
8 de noviembre de 2002En las capitales de Europa y otros lugares del mundo se aplaudió de inmediato el acuerdo logrado, por unanimidad, en el seno del Consejo de Seguridad de la ONU. Raudamente fue calificado como un triunfo de la diplomacia y una última oportunidad de evitar la puesta en marcha de los planes bélicos del presidente estadounidense.
Todos contentos
Todos tienen motivo de satisfacción ante la nueva resolución, que establece un itinerario concreto para la labor de los inspectores internacionales de armas, dirigidos por Hans Blix: los países reacios a sumarse a la cruzada emprendida por George Bush, porque después de arduas negociaciones se logró hacerlo desistir de amenazar automáticamente con represalias militares ante el menor obstáculo que interponga Saddam Hussein; y Estados Unidos, porque el documento menciona explícitamente que Bagdad tendrá que a tenerse a graves consecuencias si no coopera, lo que desembocaría inevitablemente en un ataque. Eso si, previa consulta al Consejo de la ONU.
El coordinador de la política exterior de la Unión Europea, Javier Solana, consideró que los puntos de vista de la UE fueron asumidos íntegramente en el texto aprobado por el Consejo de Seguridad, mientras el ministro de Relaciones Exteriores alemán, Joshka Fischer, expresó el respaldo de Berlín al objetivo de inducir a Irak "a una cooperación efectiva e irrestricta con los inspectores de armamento". Fischer añadió que "Saddam Hussein debe comprender cuán graves serán las consecuencias de no atenerse a la resolución".
Las esperanzas de Berlín
Alemania, a todas luces, cifra sus esperanzas en la sensatez del dictador iraquí quien, por osado que fuere, quizá no quiera arriesgarse a permitir que la sangre llegue al río. Sobre todo tratándose de la propia. De lo contrario, Berlín se verá en serios aprietos para seguir manteniendo su tajante rechazo a una operación militar, máxime cuando asuma el año entrante la presidencia rotativa del Consejo de Seguridad. Porque, si Bagdad entorpece de algún modo las labores de inspección, el organismo tendrá que actuar, so pena de caer en el descrédito.
Desde este punto de vista, la victoria diplomática de la que tanto se habla corresponde, en primera línea, a Estados Unidos. Quizá Bush hubiera preferido luz verde para poner de inmediato en acción a su infantería de marina. Ahora ha tenido que conceder a la ONU la oportunidad de volver a juzgar la situación a la luz de los informes que entregue Blix, antes de lanzarse a la carga. Pero, a cambio, ha logrado embarcar a las Naciones Unidas en sus planes y poner en la mirilla al dictador iraquí, aunque no todos estén convencidos de que represente un peligro inminente ni de que su caso tenga absoluta prioridad en la lucha contra el terrorismo internacional.