Kunduz: los rostros de las víctimas
5 de mayo de 2010A la entrada de la muestra, el visitante se ve confrontado con una fotografía de grandes dimensiones de los dos camiones cisternas calcinados. Luego se ve el retrato de un hombre de unos 40 años de edad: Mohammed Nur. Lleva un manto café, una gorra blanca y tiene la mirada fija. Es uno de los sobrevivientes del ataque. A su lado se encuentra la foto de un hombre joven, de vestimenta blanca, en una pradera. Se trata de su hermano: Maulana Nur. Él murió en el bombardeo. Complementan las fotografías estas líneas: “Maulana Nur era el orgullo de la familia, asistía en Kunduz a la escuela superior, mientras que sus hermanos mayores son analfabetos. Cuando cayeron las bombas, se encontraba directamente ante uno de los camiones, a sólo unos 30 metros de su hermano Mohammed”.
Durante meses, Christoph Reuter y Marcel Mettelsiefen investigaron lo que había ocurrido en Kunduz en esa noche de septiembre. Rastrearon las historias de las personas que murieron en la enorme explosión. Era la época del Ramadán, es decir, época de ayuno, explica Christoph Reuter, quien trabaja desde 2008 como corresponsal de la revista alemana Stern en Afganistán. “Sólo se puede comer por la noche, cuando ha oscurecido”, explica, añadiendo: “eso implica que mucha gente estaba de todos modos despierta por la noche y se corrió rápidamente la voz de que había dos camiones cisterna con 40 mil litros de diesel. El diesel es valioso. Sirve para calefaccionar. Un litro cuesta aproximadamente un dólar. Y eso es caro, cuando se cuenta con un ingreso mensual de entre 50 y 100 dólares”. En consecuencia, los afganos, premunidos de bidones y jarras, fueron a buscar combustible.
¿Talibanes o civiles?
Christoph Reuter y Marcel Mettelsiefen querían saber quiénes eran esas personas. Cómo se llamaban. En una región sumida en una guerra civil, sin un registro de habitantes que funcione, resulta difícil averiguar quién vivía el 4 de septiembre en esa provincia del norte, señala Reuter. El resultado de su investigación indica que murieron 90 personas. Pero es imposible determinar a ciencia cierta quiénes pertenecían a los talibanes y quiénes no. “En esa zona, controlada por los talibanes, no se puede distinguir entre talibanes y civiles. Nadie puede llegar y decir que está en contra de los talibanes. Eso no funciona, no son libres para decidir su postura política, ya que el área es dominada por un grupo armado”, hace notar el periodista, que trabaja desde hace casi dos años en Afganistán.
Christoph Reuter y Marcel Mettelsiefen viajaron a los pueblos circundantes –Omar Khel, Hadschi Amanullah o Gul Bagh- y convencieron a los familiares de las víctimas del bombardeo de que acudieran a un antiguo hotel en el centro de Kunduz. El fotógrafo Marcel Mettelsiefen recuerda que tuvieron dificultades, porque la gente no quería ser vista con extranjeros, con alemanes.
Rastros de la vida
En la exposición de Potsdam se exhiben 35 fotografías de gran formato. Todas tienen algo en común: un fondo gris, ante el cual se ve a los familiares, erguidos y dignos. Siempre hay rasgos de duelo en sus rostros. Junto a ellos, se ven las huellas de la vida de los parientes que perdieron. “Lo principal de la exposición no es que hayamos fotografiado a los deudos. Eso sólo tiene sentido en combinación con las imágenes de las víctimas. Por eso, le pedimos a cada uno que nos dieran fotos de pasaporte, documentos, tarjetas de registro u otros objetos para ponerlos junto a cada familiar”, señala Mettelsiefen. Así, surgen ante el visitante los rostros que se esconden tras la noticia del 4 de septiembre de 2009.
Marcel Mettelsiefen afirma que ni él y su colega pretenden convertir a todas las víctimas en buenas personas. Su intención es lograr que los muertos sean percibidos como individuos y que se rompa la visión aséptica que se tiene en Alemania de la guerra de Afganistán.
Autora: Mandy Schielke/ERS
Editor: Pablo Kummetz