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El diálogo Annan-Assad

12 de marzo de 2012

La esperanza de que el exsecretario general de la ONU Kofi Annan consiguiera persuadir a Assad de poner un alto al fuego no era realista. No obstante, su visita a Damasco fue importante, opina Daniel Scheschkewitz.

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Imagen: Reuters

Cuando un Premio Nobel de la Paz viaja a zonas afligidas por conflictos armados, las expectativas tienden a ser altas. Demasiado altas. Ese fue el caso de la visita que el exsecretario general de las Naciones Unidas Kofi Annan hizo a Damasco, como emisario especial de la ONU y de la Liga Árabe. Allí se reunió con el dictador sirio, Bashar al-Assad, y con la oposición para persuadirlos de llegar a un acuerdo y poner alto al fuego. En vano: Assad se mostró testarudo, sus manos bañadas en sangre, insistiendo en que todos los involucrados en los levantamientos contra el Gobierno son terroristas y en que no se rendiría ante ellos.

Desde la distancia, la misión de Kofi Annan parece haber fracasado. En lugar de proponer un alto al fuego, el déspota sirio ordenó a sus tropas poner en marcha la mayor ofensiva en la provincia de Idlib, un bastión de la resistencia en el noreste del país; un indicio de la falta de disposición de Assad para el diálogo. Por otro lado, cabe destacar que las probabilidades de una tregua eran pocas desde un principio. En los últimos meses, Assad no ha dado señal alguna de debilidad; al contrario. Nadie ha logrado convencerlo de cambiar el curso.

La reputación de Kofi Annan

La tarea de un mediador internacional como Annan es, ante todo, hacerle entender a Assad que su régimen está políticamente acabado. Eso es evidente, aún cuando pase algún tiempo antes de que la caída de Assad se consume. La dirección es clara: una vez que más y más soldados abandonen sus fuerzas armadas, una vez que las demandas económicas de la población se multipliquen, una vez que países como Rusia cambien de opinión y le retiren su apoyo, Assad comprenderá lo que hoy pretende no ver.

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Daniel Scheschkewitz, experto en Medio Oriente de Deutsche Welle.Imagen: DW

Será entonces cuando el dictador se percate de que Siria no volverá a ser lo que era antes de las revueltas populares. Es posible que la visita de Annan haya contribuido a abrirle los ojos a Assad. La reputación de Annan le permitió ser franco con el líder sirio y decirle sin rodeos que su hora había llegado. Después de todo, Annan conversó con Assad en representación de la Organización de las Naciones Unidas y de la Liga Árabe, nada menos.

El cínico plan de Assad

Pero, aún cuando al hombre fuerte de Damasco se le acaba el tiempo, Assad continúa apelando a la violencia. Aparte de exiliarse, la violencia es la única opción que le queda. Assad apuesta a la represión porque ve que la comunidad internacional ni siquiera ha conseguido presionar al Consejo de Seguridad de la ONU para que formule una resolución, condenando la brutalidad del régimen de Damasco. Assad sabe que Estados Unidos y sus aliados titubean al sopesar una intervención en Siria, porque están consciente de que eso sumiría a todo el Medio Oriente en el caos.

Es sobre todo Estados Unidos quien se niega actualmente a apoyar una acción militar contra Siria. El riesgo de que Israel decida atacar a Irán forzaría a Washington a respaldar a Tel Aviv y los recursos no alcanzarían para participar en otro conflicto en esa región. El precio de esas guerras alcanzaría niveles exorbitantes y eso no es lo que un presidente estadounidense necesita cuando está aspirando a la reelección. De ahí que Assad esté probando los límites de su propia suerte; él puede asumir que Estados Unidos y sus aliados tienen las manos atadas y que Rusia continuará apoyado a Damasco.

No todo fue en vano

Kofi Annan también se pronunció en contra de solucionar el conflicto interno sirio por la vía militar, una opción que hasta la Liga Árabe había contemplado, tras su frustrante reunión con el ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, el fin de semana pasado. Todos estos factores han sido considerados por Assad al concebir su cínico plan; él sabe que mientras más avance su país hacia la guerra civil, más riesgosa será cualquier intervención militar externa. No siquiera una misión de cascos azules, auspiciada por la ONU, tendría muchas posibilidades de éxito.

A pesar de todo eso, el viaje de Annan a Damasco no fue en vano. Su conversación con Assad puede incrementar las posibilidades de que la ayuda humanitaria llegue a donde se le necesita, en las zonas de combate, donde abundan los heridos. A la luz del desastre humanitario en Siria, ese logro sería un éxito valioso.

Autor: Daniel Scheschkewitz
Editor: Enrique López