Küng: El Papa debería inspirarse en Obama
31 de enero de 2009Entre los cuatro obispos nombrados por Lefebvre a los que el Papa levantó la excomunión se cuenta también Richard Williamson, quien hace apenas pocos días opinó en la televisión sueca que no hubo cámaras de gas en los tiempos de Hitler. Da la impresión de que el Papa rehabilitó a un negador del Holocausto. Algo que muchos católicos alemanes no pueden comprender. Luego, Williamson pidió disculpas al Papa por las molestias causadas. ¿Termina con eso la polémica? Thomas Armbrüster, de la emisora alemana Deutschlandfunk, le planteó la pregunta a Hans Küng, teólogo de Tubinga, quien desde hace años está en conflicto con el Vaticano.
Hans Küng: De ninguna manera. Williamson no se disculpó con aquellos con los que debía disculparse, los judíos, sino con el Papa. Y eso también de forma vaga. Por lo demás, no se trata sólo del tema del Holocausto, sino de todo lo relativo al Concilio Vaticano II, con el cual esta Fraternidad Pío X no se declara conforme en puntos esenciales, como la libertad religiosa, el decreto sobre los judíos, sobre el ecumenismo y otras cosas.
¿Cómo se explica todo este asunto, por qué levantó el Papa la excomunión de este obispo lefebvrista?
Él dice naturalmente que quiere contribuir a la reconciliación. Pero, si ese hubiera sido su primer objetivo, podría haberse reconciliado primero con los teólogos de la liberación latinoamericanos y otros teólogos reformistas. Para él, en lo sustancial, se trataba de reconciliarse con esta gente, por la cual siente de algún modo una secreta simpatía, porque son personas afines a la Iglesia pre-conciliar, a la liturgia pre-conciliar. En este sentido, es una provocación para la Iglesia Católica que el Papa haya acogido precisamente a estos obispos cismáticos en el día en que 50 años atrás se convocó el Concilio, en lugar de pronunciar un discurso en homenaje a Juan XXIII, quien lo convocó.
¿Por qué no previó que iba a ser una provocación? ¿Fue simplemente mal aconsejado?
No, no fue simplemente malaconsejado, aunque naturalmente eso también ocurrió. (...) A todas luces ha perdido en gran medida el contacto con el exterior. Él lo ve todo desde las ventanas del Vaticano y no puede imaginar qué efecto causa en los católicos de todo el mundo el hecho de que en semejante fecha haya acogido a esos obispos que siguen estando contra la libertad religiosa, contra la mejora de las relaciones con las Iglesias evangélicas, contra los judíos, contra los musulmanes y que no aceptan las reformas del Concilio Vaticano II. En resumen: ¿Cómo se puede aceptar a esa gente, si no se identifica en lo más mínimo con el Concilio?
¿Diría Ud. que el Papa Benedicto XVI está a la altura de su cargo?
No se puede decir que esté haciendo una figura particularmente feliz, pienso yo. Nosotros participamos juntos en el Concilio Vaticano II y, como Ud. sabrá, él también estuvo tres años después en Tubinga. Por ese entonces era muy diferente y abierto. Y también me alegró mucho que poco después de su elección hayamos podido sostener una conversación de cuatro horas en Castelgandolfo, en una atmósfera muy cordial. Yo esperaba que siguiera actuando de la misma forma más adelante, pero no fue así. Todavía estamos esperando algún osado acto de reforma con respecto a los divorciados, a las mujeres o a los evangélicos. Pero nada ocurre. En cambio, se ocupa de este grupúsculo que no tiene relevancia para la totalidad de la Iglesia con sus cerca de mil millones de personas, de ese par de miles que se aferran a la antigua liturgia.
¿Qué le aconsejaría Küng al Papa? Pase a la siguiente página...
Ud. también conoce el Vaticano. ¿Se está produciendo ahora allí un incendio?
Ud. debe imaginarse el Vaticano como una corte, en la que todavía el número uno es el señor absoluto. Ésa es la diferencia que existe, por ejemplo, con el presidente de Estados Unidos. (...) El Papa no tiene a su lado un Congreso, ni sobre sí una Corte Suprema. Es, por lo tanto, el jefe de gobierno, el legislador y el máximo juez al mismo tiempo. Puede hacer literalmente todo lo que quiera. En consecuencia, si quisiera, podría hacer muchas cosas positivas, podría ordenar a teólogos laicos, casados o no, podría introducir la ordenación sacerdotal de mujeres, podría permitir a las mujeres tomar la píldora... Pero, si no quiere hacerlo, nadie puede obligarlo.
¿Tendría la Iglesia Católica que reconocer quizás que el Papa no es infalible?
Sí, yo planteé la pregunta (...), pero nunca fue respondida. (...) Pero la mayoría de los católicos no cree ya en la infalibilidad del Papa.
Volviendo al tema de la crisis actual: ¿Si el Papa le pidiera un consejo, qué le recomendaría para salir de esta situación?
Él debería aprender del cambio que se está produciendo actualmente en Estados Unidos. Curiosamente, celebró con Bush –ese impulsor de guerras- su 81. cumpleaños. Tiene mucho en común con él en cuanto al rechazo del control de la natalidad, la anticoncepción, el aborto. No es proclive a las reformas y, en consecuencia, tiene también esa forma de pensar en amigo o enemigo, o en que el que no está con nosotros está en contra de nosotros, etc. El debería dejar que Obama le sirviera de inspiración. Obama acabó de inmediato esa modalidad de guerra contra el terrorismo, dijo que debíamos hablar con los demás, que no podemos ver todos los conflictos en este esquema de amigo o enemigo. Obama se dirigió a los musulmanes, intenta encontrar una solución al conflicto del Cercano Oriente. También ha hablado abiertamente de las crisis dentro de Estados Unidos. Eso sería lo primero. El Papa debería ver que la Iglesia Católica está en una grave crisis, que hay miles de parroquias que ya no tienen párroco, que el clero célibe está en extinción... que las iglesias están cada vez más vacías. Todo esto constituye una situación crítica. Obama, en su discurso inaugural, habló abiertamente de los problemas y ahora intenta mostrar una visión de esperanza y adoptar medidas concretas para enfrentar la crisis. Eso también debería ocurrir en la Iglesia Católica.
Sr. Küng, Ud. suele criticar a la Iglesia. Mucha gente pensará ahora que debe ser una satisfacción para Hans Küng que el Vaticano se haya metido en este atolladero. ¿Se siente confirmado en sus apreciaciones en las circunstancias actuales?
Sí, debo decir que desgraciadamente me siento confirmado en mis críticas. Pero, naturalmente, me alegraría considerablemente más si él hiciera algo positivo, y eso ya se lo he escrito en diversas ocasiones al Papa, con quien estoy en contacto epistolar