Vuelta a los juegos de sociedad en Alemania
4 de febrero de 2010
En las familias de hoy cada vez hay menos tiempo para jugar. Cuando ambos padres trabajan y llegan tarde a casa, luego de una dura jornada laboral, y no hay abuelos o tíos que cuiden a los niños, la costumbre de sentarse a jugar en familia va pasando al olvido.
“En realidad”, dice Astrid Kling-Hornig, “queremos reunirnos una tarde a la semana para jugar. Pero pocas veces lo logramos.” Astrid Kling-Hornig vive en Berlín, y hoy se toma tiempo para sentarse a jugar en la gran mesa del comedor con sus dos hijos, Moritz y Paul, y un amigo de éstos. Ante ellos se despliegan figuras multicolores, tarjetas y dados. Se trata de una versión de Monopoly, el clásico pasatiempo que conocen varias generaciones, en una versión modernizada que cuenta con un banco electrónico.
Auge de los juegos electrónicos
Los hijos de Astrid están enfermos y no fueron a la escuela, y ella está excepcionalmente en casa, por lo cual al fin hay suficiente tiempo para jugar todo el tiempo que se desee. “Durante la semana, trabajamos todo el día. Los viernes, todos estamos cansados, y el sábado y el domingo visitamos amigos o a la abuela. Es una pena, porque nos encanta jugar”, se lamenta Astrid.
Si en Alemania se les pregunta a los niños qué esperan de sus padres, todos responden que quieren que les dediquen más tiempo. En la familia de Astrid, tanto ella como su esposo trabajan. Paul y Moritz van a una escuela de tiempo completo. Su amigo Jakob, que hoy está pasando la tarde con ellos, va por la tarde a clases de judo, arte y guitarra. Es el típico estrés semanal de un niño de once años. Cuando tiene más tiempo libre, Jakob prefiere jugar con la consola de videojuegos, que, según él, “son más interesantes que los juegos de mesa”.
Jakob no es la excepción. Los videojuegos marcan récords de venta en Alemania, más que nada entre los niños y jóvenes a partir de los diez años. En un año, el volumen de ventas creció en casi un 19 por ciento, a 1.900 millones de euros, superando a los juguetes clásicos.
Poco espacio para la imaginación
También en el comportamiento de los consumidores se están produciendo cambios. Esto se puede comprobar en las ventas de los juegos Lego', que constan de piezas para construir y son atractivos tanto para chicos como para grandes. En sus orígenes, Lego era el típico juego para armar, compuesto de ladrillos de encaje, con los que se podía construir torres, casas, y todo lo que la imaginación quisiera. En su versión actual, está concebido para dar forma a naves espaciales, castillos vikingos o estaciones de policía, y los enormes paquetes, cuyo precio aumenta de acuerdo con su tamaño, son el regalo favorito de muchos niños. Dada la complejidad de los modelos, sólo es posible armarlos siguiendo paso a paso las instrucciones que los acompañan. La mayoría de las veces, los más pequeños no pueden jugar solos, sino con sus padres, ya que ellos tienen que explicarles cómo hacerlo. Ya no hay demasiado espacio para la creatividad, a no ser que uno se anime a construir algo totalmente diferente a partir de las mismas piezas, arriesgando un resultado tal vez no demasiado satisfactorio.
Jugar es socializarse y aprender
Vivian Reimann, pedagoga social de la escuela Thalia de Berlín, ve esta evolución del juego con ojos críticos. En el comportamiento de un niño se ve a las claras si sus padres juegan con él en casa, o si pasa largas horas solo, delante del televisor o la videoconsola. A través del juego, los niños adquieren nuevas aptitudes sociales, ya que aprenden a atenerse a las reglas, a aceptar la derrota, y desarrollan virtudes como la paciencia y la concentración. “Además”, subraya la especialista, “tienen que prestarse mutuamente atención, y así, se perciben como parte de una comunidad.” Estas experiencias son sumamente importantes, sobre todo para los niños de cinco a diez años. Tanto los niños como las niñas descubren así sus propias capacidades y comprenden que pueden buscar ellos mismos soluciones a los problemas.
Premios a juegos del año
En Alemania, todos los años salen al mercado cerca de 350 juegos de mesa, de cartas y de inteligencia y habilidad. Para facilitar la elección a padres y familiares, y para fomentar el juego en general, una asociación de críticos y periodistas independientes alemanes otorga anualmente los premios ‘Juego del año' y ‘Juego infantil del año'. Para los ganadores, el galardón se traduce en un incremento de ventas, ya que, en lugar de los 25.000 ejemplares que llegan normalmente a los hogares, se pueden llegar a vender hasta 300.000. El éxito del año 1995, ‘Los colonos de Catan', sigue vendiéndose como pan caliente en cuarenta países, y se ha traducido a veinte idiomas.
Autora: Svenja Pelzel/ Cristina Papaleo
Editor: Pablo Kummetz