Italia: última en Europa
25 de enero de 2008Italia es uno de los países con menor crecimiento económico en la Unión Europea. Las finanzas del Estado se hallan en un estado desolado y las necesarias reformas en los sistemas sociales brillan por su ausencia.
Según el instituto alemán de investigaciones económicas IWD, el PIB de Italia aumentó entre el 2000 y el 2006 tan sólo un 0,9 por ciento real anual: el último lugar en Europa. Ello no es casualidad: económicamente el país no hace una buena figura desde hace años.
Entre el 2000 y el 2006, Italia no se benefició del aumento del comercio mundial. Mientras éste creció un 40 por ciento, las exportaciones italianas lo hicieron sólo un 2 por ciento.
Que los italianos hayan perdido el tren del comercio mundial se debe sobre todo a una miserable evolución de los costos por unidad producida, que desde el 2000 han aumentado un 30 por ciento. La economía italiana sufre de una baja productividad ya crónica.
Las consecuencias del euro fuerte
Debido al euro, Roma no puede compensar ahora como antes la productividad con una devaluación de la lira, lo que antes de la introducción del euro impulsaba las exportaciones.
Lo que muchas empresas italianas ofrecen actualmente goza además de poca demanda en las regiones económicamente dinámicas. Pues en Asia y en Europa Central y Oriental lo que se quieren son máquinas y no productos agrícolas, que hacen el 7 por ciento de las exportaciones italianas.
Tampoco con moda se pueden hacer negocios en todo el mundo. Si bien los productos textiles tienen una participación del 8 por ciento en las exportaciones de Italia, no se puede contar con un masivo aumento de la demanda en los mercados actualmente en crecimiento. En los países emergentes tienen importancia actualmente otras cosas, como por ejemplo automóviles.
Estructura de pequeñas empresas
Para la mayoría de las empresas italianas de cualquier forma es difícil exportar, pues el 95 por ciento son pequeñas firmas con menos de diez personas empleadas y que no tienen las capacidades necesarias para vender al exterior. Por otro lado, la estructura de pequeñas empresas no hace a Italia justamente atractiva para inversionistas del exterior.
Desde el comienzo de este milenio hasta el 2006 fluyeron hacia Italia 19.000 millones de dólares por año de inversiones directas. En comparación, España logró atraer 29.000 millones de dólares por año. Los inversionistas extranjeros temen también a la burocracia italiana, la falta de transparencia y la escasa capacidad del Gobierno de imponer reformas.
Debido a la empantanada situación económica, tampoco el Gobierno logra sanear los presupuestos nacionales. El monto total de deudas es mayor que el PIB de un año (104,3 por ciento en el 2007). Ello hace que falten medios para llevar a cabo imprescindibles obras de infraestructura. En definitiva: un círculo vicioso del que será difícil salir si Italia no toma rápidamente medidas eficaces.