Irlanda lanza de nuevo a la UE al atolladero
13 de junio de 2008El No irlandés sume a la Unión Europea en una nueva crisis. Cierto es que Irlanda no tiene el peso de Francia, donde el rechazo ciudadano a la Constitución Europea en el año 2005 constituyó una debacle, acentuada luego por la negativa Holandesa a aceptar la Carta Fundamental. Pero la situación no es en rigor menos grave, teniendo en cuenta que, formalmente, se requiere la aprobación unánime para reformar la Unión Europea y darle la agilidad necesaria para no hundirse bajo el peso de su creciente número de miembros.
Contra viento y marea
Lo peor es que tampoco esta vez la UE tiene en la manga un “plan B”. O quizá sea más preciso decir que este Tratado de Lisboa era ya el plan B, fruto de largas negociaciones y muchas concesiones para rescatar lo que fuera rescatable del proyecto constitucional original. Por eso, a diferencia de lo ocurrido el 2005, en esta ocasión nadie llama a tomarse el tiempo necesario para reflexionar. De hecho, no hay quien quiera ni pensar en desatar el paquete de acuerdos atado con tanta dificultad ni en volver a negociar. A falta de otras alternativas, la consigna es seguir adelante.
El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, dispuesto a hacer la vista gorda, aboga por continuar con el proceso de ratificación, trámite con el que ya han cumplido 18 países, asegurando que el Tratado de Lisboa “no está muerto”. Lo mismo demandaron la canciller alemana, Angela Merkel –quien desempeñó un papel clave en su elaboración- y el presidente francés, Nicolás Sarkozy, a quien se le vienen ahora encima tiempos difíciles en el segundo semestre, durante el cual detentará la presidencia de turno de la UE.
Problemas de fondo
Tonos no menos preocupados, pero sí más reflexivos, fueron los que se escucharon en el ámbito del Parlamento Europeo. El jefe de la bancada socialdemócrata, Martin Schulz, exhortó a los gobiernos a plantear abiertamente sus posiciones. “Los jefes de Estado y de gobierno deben decir claramente lo que quieren”, señaló, agregando que si las diferencias son muy profundas, podría resultar imaginable una “refundación” de la UE. Sin dar detalles acerca de qué alcance podría tener ello, el europarlamentario precisó que “la UE no sólo cae en una crisis, sino que se ve en la necesidad de clarificar su identidad”.
Otro europarlamentario alemán, Elmar Brok, de la Unión Cristianodemócrata, instó por su parte a los gobernantes a “no perder los nervios” y “seguir adelante”, en interés de los países miembros y de los ciudadanos de la UE. La pregunta que se plantea es: ¿cómo? Repetir el referéndum en Irlanda no parece muy serio, aunque la estrategia diera resultado cuando estaba en juego el tratado de Niza. Dejar al margen a Irlanda del proceso de integración, volver a recurrir a la “Europa de las dos velocidades”, incluir más excepciones en el Tratado de Lisboa... ninguna de las opciones que se barajan parecen satisfactorias. Y, una vez más, los políticos de la UE se preguntan qué anda tan mal como para que los ciudadanos, esta vez en Irlanda, se resistan a apoyar el desarrollo del más ambicioso y exitoso proyecto de integración que se conozca.