Homenaje al Levantamiento del Gueto de Varsovia
19 de abril de 2013Krystyna Budnicka tenía solo 11 años cuando se produjo del Levantamiento del Gueto de Varsovia. No vio las luchas con sus propios ojos, pero las sintió en carne propia. “Arriba se había incendiado todo, por eso, en el búnker estaba tan caliente que tuvimos que huir por la canalización para poder refrescarnos un poco”, cuenta.
“Corrimos durante días y días por el pequeño túnel lleno de suciedad de la canalización, en el que, en algún momento, comenzaron a flotar los cadáveres”, dice Budnicka. “Cuando los alemanes se dieron cuenta de que usábamos los canales para escapar, disparaban en cuanto alguien asomaba la cabeza por el sumidero”.
El nombre de Krystyna Budnicka al nacer era Hena Kuczer, y es la menor de ocho hermanos. Dos de sus hermanos varones, mayores que ella, fueron asesinados en las cámaras de gas de Treblinka en 1942. Su padre era carpintero y decidió no seguir mirando de brazos cruzados lo que les sucedía a los judíos en esa época, la más cruenta de la historia de Alemania. “Junto con los hermanos varones que habían sobrevivido, comenzó a construir un búnker debajo del sótano de nuestra casa”, relata Budnicka, que ahora tiene 81 años. En ese lugar se ocultó toda la familia a comienzos de 1943. El búnker estaba conectado a través de un túnel con la canalización, y hasta tenía conexiones de agua y electricidad. La familia de Krystyna Budnicka esperaba poder huir alguna vez por esos túneles de aguas malolientes.
Luchar por la dignidad
Budnicka tenía seis hermanos varones. Cuando dos de ellos fueron deportados, los que quedaron se ocupaban de la familia. A menudo salían del búnker para buscar algún mendrugo. Un día, se asomaron por la canalización y fueron acribillados allí mismo". “Lucharon más por nuestra dignidad que por su vida. Los alemanes querían quitarnos nuestra dignidad como seres humanos, y esa resistencia demostró que no lo lograron”, subraya.
El Gueto de Varsovia se creó en 1940 en el barrio judío de esa ciudad. Antes de la ola de deportaciones hacia los campos de exterminio, en 1942, llegaron a vivir hacinados en el gueto hasta 400.000 judíos. Después, solo quedaron unas 60.000 personas dentro del territorio delimitado por altos muros que las aislaban del mundo exterior. A principios de 1943, Heinrich Himmler ordenó la disolución definitiva del gueto. Hasta ese momento, la mayoría de los judíos se oponía a la resistencia armada, entre otras razones, también por motivos religiosos. Sin embargo, poco antes del comienzo de la última deportación masiva, y a sabiendas del horror que los esperaba, cientos de jóvenes judíos se decidieron a combatir.
“Querían decidir cómo morir”
El 19 de abril de 1943, las tropas alemanas se toparon con una resistencia que no esperaban. Los jóvenes judíos sabían perfectamente que su combate no tenía perspectivas de éxito, ya que les faltaban armas, comida y apoyo. Pero soportaron la lucha, que fue dura y cruenta, durante más de tres semanas. Cuando los alemanes, a comienzos de mayo, rodearon el búnker donde se ocultaban los insurrectos, estos se quitaron la vida.
“Querían decidir por sí mismos cómo morir”, señala Zygmunt Stepinski, director del nuevo Museo de Historia de los Judíos Polacos, en Varsovia. Y explica que su muerte fue todo un manifiesto político. “Querían demostrar que los judíos se podían defender, y que incluso pudieron organizar la primera rebelión contra los nazis”, añade. También Krystyna Budnicka afirma que la lucha fue un símbolo relevante para muchos otros judíos que, más tarde, se sumaron en otros guetos a la resistencia contra el régimen de Adolf Hitler.
El responsable de abatir la rebelión fue el general de las SS Jürgen Stroop. En mayo de 1943, escribió en un informe: “La cantidad de judíos registrados y exterminados de manera fehaciente es de un total de 56.065”. Solo pocos sobrevivieron. Una de ellos fue Krystyna Budnicka, que pasó nueve meses con su familia en un búnker.
En septiembre de 1943, su hermano Rafal se ocupó de conseguir ayuda para su familia, junto con la organización clandestina polaca Zegota, que salvó a muchos judíos de la muerte. Primero huyeron Krystyna y su hermano menor por la canalización; luego debían seguirlos sus padres y una hermana. Pero los padres ya no tenían fuerzas como para subir desde su escondite hasta la superficie, y por eso permanecieron en el canal. La hermana de Budnicka decidió quedarse con los padres, pero no fue posible rescatar a ninguno de los tres, y murieron allí. Varias familias polacas ocultaron a Hena Kuczer hasta que finalizó la II Guerra Mundial, y de una de ellas recibió su nombre y apellido actuales, Krystyna Budnicka. Al término de la guerra, fue la única sobreviviente de una familia de diez personas.
La memoria sigue viva
No es casual que el Museo de Historia de los Judíos Polacos se inaugure en esta fecha. Es una muestra de que en Polonia se está iniciando una nueva era, y de que ese país está elaborando cada vez más su propia historia. En el museo, la historia de los judíos polacos está al alcance de todos. En Polonia también se discuten temas controvertidos, como, por ejemplo, por qué los judíos que se rebelaron no recibieron más ayuda de la gente de fuera del gueto. Si bien se los proveyó de armas, éstas no eran en absoluto suficientes. Tanto historiadores como sobrevivientes a la masacre advierten, sin embargo, que la situación no era para nada fácil, y que tampoco se debe olvidar la ayuda que, en efecto, se prestó. “Sin el coraje de muchos polacos, yo no hubiera sobrevivido”, asegura Krystyna Budnicka, y recuerda, al mismo tiempo, que el apoyo a los judíos en Polonia era un delito severamente castigado, a diferencia de lo que sucedía en otros países ocupados por la Alemania nazi: no solo se amenazaba con ejecutar a quien los ayudaba, sino también a toda su familia.
Budnicka se alegra de que se inaugure un gran museo en medio del antiguo barrio judío de Varsovia que exponga y rinda homenaje a la memoria de los judíos polacos, y también al Levantamiento del Gueto de Varsovia. “Se trata de mostrar la historia de muchos judíos que eran ciudadanos polacos sobresalientes y que influyen en la historia de este país desde hace miles de años”.
Autora: Rosalie Romaniec/ Cristina Papaleo
Editora: Emilia Rojas-Sasse