Hermanos, pero no siameses
6 de septiembre de 2002Las relaciones germano-estadounidenses atraviesan un momento delicado; eso es más que evidente. El canciller Gerhard Schröder ha manifestado su rechazo a los planes de Washington de atacar Irak reiteradamente y con una claridad absoluta. Muchos han de compartir esa posición en Europa, si bien en las diversas capitales se mantiene un tono más bien reservado. La gran excepción es, desde luego, Londres, cuyo premier acaba de reafirmar su irrestricto apoyo a Estados Unidos.
"Precio de sangre"
A diferencia de Tony Blair, Schröder no se muestra esta vez dispuesto a pagar "un precio de sangre" por mantener sus estrechos vínculos con la Casa Blanca. En cambio, defiende el derecho a discrepar, sin poner por ello en peligro las relaciones recíprocas, ni tampoco la solidaridad en torno a la lucha contra el terrorismo. En este contexto, Berlín se esfuerza por diferenciar y matizar, cosa que puede resultar un tanto difícil frente a una figura como la de George Bush, que tiende a mirar en blanco y negro.
La mayoría de la población alemana apoya la posición adoptada por el gobierno, a juzgar por las últimas encuestas. De ello no se deriva, sin embargo, que la actitud del canciller obedezca a la sola intención de conquistar votos para las elecciones del 22 de septiembre, que se perfilan estrechas. Tal reproche efectivamente se ha planteado, pero desde una perspectiva demasiado estrecha.
La raíz de la molestia
La molestia alemana por las escapadas políticas de Washington tiene raíces más profundas. Desde la llegada de Bush a la Casa Blanca impera allí otro tono. El lema de su gobierno es "Estados Unidos primero". Y se aplica en todos los campos en que se requiere cooperación internacional. Un ejemplo reciente es la actitud que adoptó en la cumbre de Johannesburgo, frenando diversas iniciativas. Su rechazo al protocolo de Kioto se inscribe en la misma línea.
También en materia de política exterior Washington actúa sin mayores consideraciones para con sus aliados europeos. El caso más delicado lo plantea su negativa a someterse al Tribunal Penal Internacional y sus intentos de presionar a otros países para conseguir la inmunidad de sus soldados. Y no se trata de una marginación sin consecuencias, ya que, en el fondo, mina el propósito de fondo, de establecer una instancia penal global.
Demandas válidas
Ante este trasfondo, no puede sorprender que Berlín reaccione con resquemor ante la campaña que se está gestando en Estados Unidos para emprender un ataque contra Irak, trocando el propósito inicial de forzar la entrada de inspectores de armas a ese país, por el de derrocar a la dictadura de Saddam Hussein.
Schröder no sólo interpreta a la mayoría de sus compatriotas resistiéndose a sumarse a esta eventual cruzada, sino que reclama una prerrogativa válida en cualquier alianza entre pares: ser consultado antes de que las decisiones hayan sido tomadas. Más aún tratándose de una materia tan delicada, que puede tener graves consecuencias geopolíticas. Y eso no tiene por qué poner en peligro las relaciones con Estados Unidos, fundamentales para Alemania y Europa.