Mujeres indígenas, víctimas del racismo y la discriminación
4 de septiembre de 2021Fundadora del Taller Permanente de Mujeres Indígenas Andinas y Amazónicas del Perú y presidenta Ejecutiva del Foro Internacional de Mujeres Indígenas (FIMI), Tarcila Rivera lleva más de cuatro décadas defendiendo la justicia social. La activista quechua, que también es exmiembro del Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas de la ONU, denuncia el racismo y discriminación que sufren las mujeres indígenas en América Latina, una situación que ha sufrido en su propia piel.
¿Cuán determinante fue su infancia para implicarse en la lucha de la causa indígena?
Mi vida está hecha por etapas. Los primeros diez años en la comunidad, monolingüe, con identidad firme y con conciencia de quién soy en ese contexto. Y luego los siguientes diez años en contacto con la ciudad y con otros sectores sociales, trabajando por estudios y techo.
A partir de los 21 o 22 años empiezo a trabajar en una institución pública y darme cuenta de quién soy, de dónde vengo y cómo es que se nos ve desde las ciudades. Esa constatación de no ser reconocida ni respetada como una persona en igualdad de condiciones que otras jóvenes, crea en mí un mecanismo de resistencia y me autodefino como una joven quechua tratando de insertarse en ese nuevo medio sin tratar de dejar de ser la misma persona. El racismo y la discriminación tienen consecuencias muy negativas en nuestras vidas: nos corta la libertad de hablar y de ser porque se asume que no somos nadie.
En este contexto, funda CHIRAPAQ, Centro de Culturas Indígenas del Perú.
En los 80, cuando se declara este conflicto entre el Estado y el grupo terrorista Sendero Luminoso, los líderes y personas de las comunidades fuimos carne de cañón. En ese contexto, muchísimas mujeres viudas estaban buscando a sus maridos e hijos desaparecidos o reclutados a la fuerza para engrosar las filas de un lado o de otro.
Fundamos CHIRAPAQ en un contexto de total violencia con el ideal de hacer algo por reivindicar las expresiones culturales de los pueblos indígenas y empezamos a poner en valor nuestras expresiones artísticas, lingüísticas, nuestra cultura alimenticia, forma de pensar, forma de producir.
Se dice que las mujeres somos ejes de la cultura, entonces empezamos a fortalecer principalmente a las mujeres indígenas. Hay contribuciones a lo largo estos años cuando nadie en Perú se animaba a decir que los indígenas tenemos derechos.
¿Cómo han evolucionado los prejuicios que sufrían las mujeres y niñas indígenas hasta ahora?
Ser indígena tiene una riqueza para nosotras las mujeres indígenas, pero pareciera que para el sistema formal es una carga o motivo de vergüenza. Tenemos que erradicar el racismo y las diversas formas de discriminación que se expresan en exclusiones y en la negación de derechos y en la invisibilidad de nuestra situación.
Hay muchos avances al haber entrado en la agenda de las agencias de las Naciones Unidas en los últimos diez años. No obstante, todavía está pendiente el reconocimiento de derechos y respeto como mujeres indígenas. Hay países donde se habla de lo indígena, pero aún no se tienen políticas públicas que incluyan la plena participación y el respeto de sus derechos. El COVID nos ha mostrado como estamos postergadas y excluidas en las políticas de salud pública del Estado en las comunidades más alejadas, las comunidades amazónicas y andinas con sus propios conocimientos y medicinas tradicionales.
Los Estados tienen la obligación de implementar la Agenda 2030 y los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) para que justamente nadie quede sin estar incluido en las políticas públicas para el tratamiento de la salud, la educación, para las oportunidades dignas de trabajo y para crecer sostenidamente de acuerdo al contexto y a la decisión de las propias personas y que participen en esas propuestas de desarrollo económico.
Usted formó parte del grupo de trabajo que redactó la Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas.
Así es. Los Estados están obligados a implementar las recomendaciones y los artículos que se reconocen en esa declaración y que fueron aprobados en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Además, inmediatamente se creó el Foro Permanente de Asuntos Indígenas, que tiene como principal responsabilidad hacer seguimiento a la implementación de la Declaración.
La Declaración recoge el derecho a la libre determinación y el derecho al consentimiento previo, libre e informado de participar con nuestra opinión cuando se formulen planes o programas relacionados con nosotros y el uso de nuestras tierras y recursos naturales. Sin embargo, todo esto está pendiente.
Igualmente, del 2017 al 2019 fue miembro del Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas de la ONU.
El Foro Permanente tiene más de 1.500 recomendaciones sobre los temas prioritarios reconocidos en la Declaración de Derechos de Pueblos Indígenas. Lo que hace falta son compromisos que sean evidencia en la implementación de las recomendaciones que salen del Foro Permanente.
Muchas veces vemos cómo las leyes domésticas en el plano nacional todavía no reconocen plenamente los avances que hemos logrado en los instrumentos internacionales. Ese es el aspecto pendiente. Debe tenerse en cuenta lo que emana del Foro Permanente, del mecanismo de expertos que funciona en Ginebra, que hace reportes temáticos muy buenos, y de la Relatoría Especial de Derechos sobre Pueblos Indígenas.
Actualmente es presidenta del Foro Internacional de Mujeres Indígenas. Después de cuatro décadas de lucha, ¿qué cuestiones pendientes pretende promover desde este puesto?
Mi principal interés siempre han sido los derechos de las mujeres indígenas, la juventud y la niñez. Logramos sensibilizar mucho sobre la necesidad de poner atención a aspectos relacionados con la erradicación de todas las formas de violencias contra las niñas, las jóvenes y mujeres indígenas, porque están peor situación de vulnerabilidad.
Hay un denominador común contra las mujeres indígenas: el racismo y la discriminación expresados en violencias: violencias sexuales, medioambientales, violencia doméstica, violencias que dañan la autoestima y la dignidad de las mujeres. Hoy hablamos mucho de la violencia de género, pero ¿por qué el feminicidio y las violencias que tienen que ver con la vida de las niñas y mujeres indígenas es más alta? Hay que mirar las causas y tratar de erradicarlas y responder con políticas públicas. La interseccionalidad género, etnicidad y pobreza debería ser mirada más profundamente.
(dz)