Hacia el Tercer Reich: el suicidio del Parlamento
23 de marzo de 2013El 23 de marzo de 1933, Adolfo Hitler llegó a la Ópera de Kroll, en Berlín. Vestido con su uniforme marrón, el entonces canciller se abrió camino entre los vítores de los diputados del partido nazi (el NSDAP) en el Reichstag. El Parlamento alemán de entonces se había trasladado al edificio luego de que su sede original quedara dañada por un incendio en febrero.
Para los diputados de la oposición, especialmente para los socialdemócratas del SPD, entrar a la edificación era una tortura. En todas las entradas estaban apostados los hombres de la Sturmabteilung o sección de asalto (las SA) y los de la Schutzstaffel o escuadras de defensa (las SS), que increpaban e intimidaban a los parlamentarios. Los parlamentarios comunistas habían sido sencillamente borrados del mapa. Muchos estaban en la cárcel o habían huido. Sus mandatos habían sido retirados.
A los parlamentarios opositores que llegaban hasta la sala plenaria les esperaba otra desagradable sorpresa. Una sobredimensionada esvástica dominaba todo el espacio (foto principal). En semejante atmósfera amenazadora, los diputados debían decidir sobre la más importante de las leyes desde la fundación de la República de Weimar: una ley que daba a los nacionalsocialistas el control absoluto sobre el poder del Estado. Una ley que representaría para Hitler el paso decisivo hacia el establecimiento de su dictadura.
Una ley como fundamento de la dictadura
Hitler no había logrado su ansiada mayoría absoluta para el NSDAP en las elecciones de comienzos de marzo. Así que el día 23 puso sobre la mesa del Reichstag su borrador de "Ley para remediar la angustia del Pueblo y el Reich", la llamada “ley de plenos poderes” (o Ermächtigungsgesetz). La frase decisiva de esa ley de apenas cinco artículos reza: “Las leyes del Reich pueden, además de en la forma prevista por la Constitución del Reich, ser aprobadas también por el Gobierno del Reich”.
La drástica consecuencia: sin control de ningún tipo, el Gobierno de Hitler podría aprobar leyes y cerrar tratados con actores internacionales. O sea, se trataba de que el Parlamento se arrebatara el poder a sí mismo. Los derechos fundamentales garantizados por la Constitución ya habían sido invalidados. Pero ahora se pretendía aprobar incluso leyes que se apartarían completamente de la Constitución de la República de Weimar. Lo único que separaba a Hitler de obtener el poder absoluto era la aprobación de dos tercios de los diputados.
Última palabra libre
Hacia la tarde del 23 de marzo, Adolfo Hitler habló ante el Reichstag, para buscar la aprobación de la "Ermächtigungsgesetz". El canciller lanzó un discurso con muchas promesas. El combate a las altas tasas de desempleo era una de sus principales metas, dijo. Un "profundo saneamiento moral del cuerpo del pueblo", prometió. Algunos parlamentarios le creyeron. Otros quedaron totalmente intimidados en sus bancos.
Solo Otto Wels, jefe de los socialdemócratas, se atrevió a pronunciar un valiente discurso opositor. "Nosotros, los socialdemócratas alemanes, nos pronunciamos solemnemente en esta hora histórica por los principios de la humanidad y la justicia, de la libertad y del socialismo." Wels tampoco se mostró intimidado por el terror nazi: "Nos pueden quitar la libertad y la vida, pero no el honor", aseguró. Y hasta se atrevió a mencionar a los opositores encarcelados: "Saludamos a los perseguidos y acosados", agregó. Tras el fin de su discurso, Hitler volvió al púlpito lleno de ira, dejó caer su máscara y exhortó a los diputados, "a aprobarnos, lo que de todos modos podríamos arrogarnos."
Suicidio
La intimidación funcionó. 441 parlamentarios votaron a favor de la "Ermächtigungsgesetz". Solo 94 diputados socialdemócratas se opusieron. El 24 de marzo de 1933 entró en vigor. El Reichstag quedó con ello al margen. Muchos aprobaron la ley por miedo a las represalias, pero también con la confianza de que Hitler cumpliría sus promesas.
El jefe del partido católico de centro apoyó a Hitler en su discurso, con gran emoción incluso: "La patria está en gran peligro, no podemos fallar", afirmó. Muchos diputados y sus partidos no vieron o no quisieron ver que el verdadero peligro para el país era Hitler. La "ley de plenos poderes" estaba limitada a cuatro años, pero pocas semanas después no quedaba más que un solo partido, el partido nazi, que prolongó una y otra vez esa "Ley Fundamental del Tercher Reich".
Autor: Marc Lüpke / rml
Editora: Emilia Rojas Sasse