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¿Hacia dónde conduce Benedicto XVI a la Iglesia Católica?

15 de abril de 2010

Benedicto XVI asumió su papado en 2005 con el objetivo de fortalecer la unidad de la Iglesia Católica. Hoy, ésta enfrenta una de las mayores crisis desde 1945, y el Papa Benedicto es blanco de críticas.

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El Papa Benedicto XVI celebrando misa.Imagen: AP

Desde que se desempeña como Sumo Pontífice de la Iglesia Católica, una lluvia de críticas se cierne sobre Benedicto XVI a raíz del escándalo reciente por abusos a menores en escuelas, internados y otras instituciones católicas, y por el caso del obispo lefevrista Richard Williamson, que niega el Holocausto. Ante todo, Joseph Ratzinger es criticado por su apoyo al sector más conservador de la Iglesia, y eso divide a las bases católicas.

“Que el entusiasmo por Benedicto XVI no podía durar estaba bastante claro para cualquier persona con criterio”, dice Wolfgang Beinert, de Ratisbona, teólogo y ex alumno de Josef Ratzinger. “Pero nadie hubiera pensado que, cinco años más tarde, sólo una pequeña minoría estaría a favor del Santo Padre”. La euforia por Benedicto se vio opacada por las contradicciones del Papa. ¿Hacia dónde conduce Benedicto XVI a la Iglesia Católica?

“A Benedicto le falta tomar posición”

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Benedict XVI saluda en la Plaza de San Pedro.Imagen: AP

El profesor de Teología Moral de Freiburgo, Eberhard Shockehoff, opina que Josef Ratzinger aún no ha encontrado el tema central de su pontificado. “Además, hay una serie de actitudes individuales cuestionables, teológicamente hablando, que despiertan dudas acerca de si el itinerario de la Iglesia bajo su liderazgo se orienta hacia un catolicismo capaz de enfrentar los desafíos del futuro, o si este pontificado se estancará frente a la montaña de reformas pendientes de los últimos 30 años”, plantea el experto.

El período de Benedicto podría caracterizarse como un baile en la cuerda floja entre el diálogo y el dogma. En su discurso inaugural ante los cardenales del cónclave en 2005, el Papa se manifestó claramente a favor del ecumenismo y del diálogo entre las religiones. Luego de ser elegido, Josef Ratzinger ya no era el gran inquisidor de la congregación, sino el intelectual tranquilo de la Santa Sede, de quien muchos esperaban un impulso progresista.

Crítica al islam y negación del ecumenismo

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Benedicto se mostró benevolente con el lefevrista Williamson, que niega el Holocausto.Imagen: picture-alliance / dpa

La crítica al islam, maquillada con argumentos científicos, de su discurso en la Universidad de Ratisbona en septiembre de 2006 no demoró en perdonársele al Sumo Pontífice en Alemania. Más tarde, en julio de 2007, Benedicto da un primer paso atrás en lo ecuménico con la aprobación de un documento que niega a la Iglesia Evangélica su carácter de Iglesia ‘en el verdadero sentido de la palabra'. La entonces obispa luterana, Margot Käßmann, se refirió a ello como ‘una tragedia'. También las bases católicas y hasta los teólogos fieles al Papa reaccionaron con sorpresa e indignación.

Según el Concilio del Vaticano, el Papa tendría que haber formulado el documento con más sensibilidad ecuménica, dice, mirando atrás, Eberhard Schockenhoff: “El Concilio apunta a poner de manifiesto un vínculo positivo entre la Iglesia Católica y el resto del cristianismo. Y Su Santidad se expresó negativamente acerca de la Iglesia de la Reforma poniendo en duda su carácter de Iglesia. Eso es lo que el Concilio no aceptó, ya que se trata de una estrechez de miras y de un retroceso para el Ecumenismo”, opina Eberhard Schockenhoff.


Benevolencia para negadores del Holocausto

El papado de Josef Ratzinger se caracteriza por una manifiesta benevolencia hacia la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, creada por el arzobispo cismático francés Marcel Lefevre. Benevolencia en lugar de severidad que, en nombre de la unidad con los tradicionalistas, permitió además el regreso de ritos de la liturgia romana del Papa Pío XIII, anterior al Segundo Concilio Vaticano.

Además, Benedicto XVI volvió a recurrir a las plegarias de Viernes Santo, en la que los cristianos ruegan por la conversión de los judíos, y levantó la excomunión contra los cuatro obispos, consagrados ilegalmente, de la mencionada Fraternidad. Uno de ellos es Richard Williamson, negador del Holocausto. El resultado de esos gestos de reconciliación fue una crisis en las relaciones judeo-católicas, el enojo de la congregación y, por último, una reprimenda de la canciller alemana, Angela Merkel.

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Es escándalo de abusos y pedofilia en instituciones católicas sacude a la Iglesia.Imagen: picture alliance/dpa

¿Fue el paso al encuentro de la Fraternidad de San Pío un error de desempeño? “Está claro que ese paso no fue ningún error de desempeño, sino una obligación impuesta por su papado. La cuestión es cuán correcta fue la apreciación acerca de las posibles concesiones de parte de la Fraternidad”, explica Wolfgang Beinert. El Papa habría pagado, según él, un precio muy alto por una reconciliación poco probable con los tradicionalistas, que siguen rechazando volver a la Iglesia sobre la base del Segundo Concilio Vaticano.

Así también lo ve Eberhard Schockenhoff. El Papa se aventuró a ciegas en unas tratativas con la Fraternidad de San Pío sin aclarar muchas cuestiones a nivel doctrinario. El teólogo teme que el Vaticano intente tender un puente a la Fraternidad tomando como material una interpretación conservadora de los textos del Concilio: “Si se llegase a un acuerdo, se correría peligro de que el escepticismo de los sacerdotes de San Pío hacia el Concilio valga como una interpretación auténtica dentro de la Iglesia”, apunta Schockenhoff.

Más transparencia y apertura a lo nuevo

Si los cardenales eligieron jefe de la Iglesia a Josef Ratzinger en 2005 para que continuara con el curso de Juan Pablo II, entonces Benedicto está cumpliendo con su cometido. Los últimos cinco años, empero, demostraron que esto no puede seguir así, advierte Wolfgang Beinert, ex alumno de Ratzinger, . La Iglesia debería ver esta crisis como una oportunidad de plantearse cuestiones urgentes, desde el rol de la mujer en la Iglesia y una revaloración de los llamados ‘matrimonios mixtos' (entre católicos y protestantes), hasta el estatus de los divorciados y de los que vuelven a contraer matrimonio.

“Eso significa que debemos renovarnos. Debemos combatir el estancamiento del que tanto se habla, ya que eso podría convertirse en una característica positiva de este papado: que la Iglesia se vuelva transparente. Debemos abrirnos a lo nuevo”, concluye Beinert.

Autor: Antje Dechert/ Cristina Papaleo

Editor: Pablo Kummetz