Hace 90 años las mujeres votaron por primera vez en Alemania
19 de enero de 2009La participación femenina en las elecciones al Reichstag alemán del 19 de enero de 1919 fue abrumadora: el 82,3 por ciento de las alemanas acudieron a verter en las urnas sus papeletas. El número de votos depositados por mujeres superó al de aquellos emitidos por hombres: la I Guerra Mundial había dejado una República de Weimar escasa de varones y sobrada de féminas acostumbradas a pelearse con la vida.
“Las mujeres estaban entusiasmadas”, cuenta la historiadora germana Gisela Notz. Era la primera vez que el sufragio se hacia extensivo a las ciudadanas. Atrás quedaban décadas de lucha por igualar los derechos políticos. Y atrás quedaba un Parlamento en el que sólo decidían los hombres. Al menos, por el momento.
Un mundo reservado a los hombres
Las llamadas “sufragistas” no lo tuvieron fácil a finales del siglo XIX, principios del XX. Su batalla por el derecho al voto de las mujeres fue, en el mejor de los casos, objeto de las burlas de los hombres y motivo para desprecio de las féminas que opinaban que la política distraía a las madres de sus “verdaderas” labores; en el peor de los casos les esperaba un calabozo en el que recapacitar sobre su posición en la sociedad.
En Alemania recibieron el nombre de “suffragetten” o “blaustrümpfe”, “medias azules”, un apodo que se utilizaba con desprecio para designar a todas aquellas mujeres intelectualmente bien formadas y supuestamente demasiado varoniles para los cánones morales de la época.
Sobre todo las iglesias se interpusieron en el camino del sufragio femenino: “un ejemplo de esto es que en 1917, es decir, poco antes de que terminase la I Guerra Mundial, la Federación de Mujeres Evangélicas de Alemania abandonó la Federación de Organizaciones Femeninas Alemanas porque ésta se había decidido por fin a apoyar el derecho al voto de las mujeres”, comenta Notz.
Igualitario, secreto, directo y universal
Vencida en el campo de batalla, la “Gran Prusia” y todos sus valiosos hombres tuvieron que enfrentarse a las consecuencias de la derrota. Tras la caída del emperador Guillermo II y la proclamación de la República de Weimar, el 10 de noviembre de 1918 se configuró el nuevo gobierno bajo el nombre de “Consejo de los Delegados del Pueblo”.
El 12 de noviembre de 1918, el Consejo proclamó que “a partir de ahora, todas las elecciones se llevarán a cabo de acuerdo al sufragio igualitario, secreto, directo y universal de todas las personas, femeninas o masculinas, que hayan cumplido como mínimo los 20 años”.
Unos meses después, las mujeres fueron llamadas por primera vez a las urnas en Alemania, convirtiéndose el país en el décimo que en Europa les concedía este derecho. El 19 de enero no sólo votaron más del 80% de las alemanas: casi el 9% de los asientos en la Asamblea Nacional resultante los ocuparon mujeres.
“En cumplimiento de mi obligación como presidenta de edad, inauguro este Parlamento”, pronunció Clara Zetkin el 30 de agosto de 1932. Sus palabras fueron acompañadas de un sonoro aplauso. Era la primera vez que una mujer ejercía este honorífico papel y una de las últimas ocasiones de la década para júbilos de este tipo. Los años posteriores no fueron buenos para los derechos políticos de las féminas: cuando los nazis llegaron al poder se les negó el derecho a ser elegidas. Todas las representantes del Reichstag perdieron sus mandatos.
Otra vez regresó la espera: hasta el final de la II Guerra Mundial y la caída del régimen nacionalsocialista. Sólo entonces recuperaron las mujeres la igualdad política. Y todavía hoy, relatan los datos recaudados por el Ministerio alemán de Familia, Mayores, Mujeres y Juventud, que entre las ciudades y las regiones rurales, entre la política nacional y la comunal, entre las zonas progresistas y las conservadoras, persiste un desequilibrio en la representación que beneficia a los hombres y grava a las mujeres.