Guerra fría en torno al “fracking”
27 de octubre de 2014A pesar de que el “fracking” es practicado desde hace más de 60 años, las leyes alemanas de la minería no han regulado ni su explotación ni su almacenamiento. El 95% del gas de esquisto obtenido en Alemania es sacado de depósitos subterráneos de Baja Sajonia, la zona en la que creció Kathrin Otte, líder de la Red de Víctimas de Enfermedades Ambientales, GENUK.
En los últimos años ha crecido en Estados Unidos el número de reportes de enfermedades y accidentes relacionados con la explotación de gas de esquisto. Y Kathrin Otte cree que la situación en Alemania no es diferente: ella misma sufre las consecuencias de la exposición a químicos, como lacas y mercurio.
Sustancias cancerígenas en el agua
Según Otte, la alta frecuencia de casos de cáncer linfático en hombres que viven cerca de Bothel, en el sur de Bremen, está relacionada con la explotación de gas de esquisto que tuvo lugar allí hasta 2011. Para ello, se inyecta, a alta presión, una mezcla de agua, arena y químicos, que rompe las estructuras subterráneas de roca liberando el gas atrapado allí, pero, a menudo, contaminando las corrientes subterráneas de agua. Pruebas de aguas y suelos han probado la contaminación con benceno y mercurio, ambas sustancias cancerígenas. Los resultados de los exámenes oficiales promovidos por GENUK se publicarán apenas en cuatro años.
Ante dicha situación, el escritor Hartmut Horn se propuso luchar contra la práctica del fracking en su pueblo, en el Este de Bremen. Para ello creó una ONG que lucha por un “Rotenburg/Wümme libre de fracking”. Una práctica, que según Horn, “contamina el agua potable de 400.000 personas” y destaca que “la contaminación no solo se limita a las aguas subterráneas sino al agua mezclada con químicos para romper las rocas en donde se esconde el gas”.
Seguridad en manos privadas
Pero ahí no parecen parar los riesgos: la mezcla de gas, químicos y agua es transportada por tuberías de hasta 800 kilómetros de longitud en las que se ha presentado una larga lista de incidentes como roturas, incendios, derrames de mercurio y hasta temblores de tierra, así lo confirma la misma agencia regional de minería. Hartmut Horn considera que las autoridades han obrado de forma “irresponsable” al delegar la seguridad de la explotación y transporte de gas de esquisto a empresas privadas.
Ecologistas alemanes recogieron 650.000 firmas en contra del fracking que entregaron a la ministra del medio ambiente Barbara Hendricks, que ha declarado estar también “en contra” e incluso se ha quejado públicamente de la “presión” ejercida por el cabildeo de la empresa privada, o sea los consorcios Exxon Mobil y RWE Dea, entre otros. Empresas que ayudan a financiar, en parte, jardines infantiles y escuelas de la región, así sea con 10.000 euros. Además, el Land en el que se extrae gas de esquisto recibe una tercera parte de las ganancias de la explotación. La precaria situación financiera de muchas comunas las obliga a recibir dinero que, de lo contrario, no aceptarían.
¿Y la rentabilidad?
No todos rechazan el fracking. Quienes arriendan su granja para la explotación de gas se alegran, mientras los cultivadores de papa se quejan de que los consumidores no compran sus productos por temor a que estén contaminados.
Georg Meiners, quien preside un grupo científico de la Agencia Federal del Medio Ambiente, rechaza el fracking, lo que no se puede decir de varios de sus colegas que trabajan con la misma industria que lo promueve. Meiners cree empero que “los riesgos se pueden reducir”, pero cuestiona la rentabilidad de la explotación de gas de esquisto, teniendo en cuenta que las reservas alemanas solo alcanzarían para unos 13 o 27 años.
Por lo pronto, Alemania espera la aprobación de un proyecto de ley que prohibiría la explotación de gas de esquisto por encima de los 3.000 metros. Entretanto, la disputa entre promotores y críticos sigue.