Guerra en la sombra - La lucha por la verdad
27 de diciembre de 2021Facebook, YouTube, Twitter y otras redes sociales se han convertido en las mayores máquinas de propaganda de la historia, con capacidad para llegar a miles de millones de personas. Tienen más poder e influencia que cualquier otra organización anterior, lo que las hace especialmente peligrosas.
La esperanza de que todo el planeta esté conectado digitalmente de forma pacífica se ha evaporado. El miedo y el odio parecen ser la tónica dominante. ¿Se está volviendo cada vez más violenta esta polarización alimentada por algoritmos? ¿Puede la democracia, que debería estar basada en la capacidad de compromiso, el debate y la transparencia, sobrevivir bajo estas circunstancias?
El poder de opinión que realmente poseen los gigantes tecnológicos resultó evidente en las discusiones sobre las noticias falsas y sobre la injerencia rusa en las elecciones estadounidenses de 2016. El sitio web de Snopes, dedicado a la verificación de hechos, anunció haberse visto sobrepasado debido a la ingente cantidad de rumores y bulos que circulan con respecto a la covid-19.
En Estados Unidos la retórica agresiva de las redes se ha trasladado a las calles, motivando incluso asesinatos en las manifestaciones de Kenosha y Portland. La situación social, ya de por sí crispada, continúa calentándose aún más a través de la propaganda interior y exterior. Y la infraestructura necesaria procede de consorcios estadounidenses que sólo quieren ver aumentar sus beneficios, ya que el factor adictivo de las publicaciones que polarizan y dividen les resultan de lo más lucrativo.
Nadie mejor que Facebook sabe cómo hacer dinero dividiendo a la sociedad. Ha nacido un universo digital paralelo, en el que todo es posible.
Influir en la opinión pública con poco esfuerzo resulta cada vez más fácil. Abriendo unas pocas cuentas de Twitter y propagando bulos se puede provocar un enorme daño. Hace ya tiempo que se esté librando una guerra propagandística que afecta a todo el planeta. Actores totalitarios ya existentes y otros que quieren llegar a serlo están reescribiendo la historia a su gusto. Países como Rusia e Irán llevan tiempo controlando a su propia población con mentiras, sin que existan contrapoderes que les planten cara.
En todos los frentes las democracias corren peligro de perder la batalla contra la desinformación. Especialmente cuando el mayor peligro proviene de sus propias poblaciones, como muestra el reciente ascenso del movimiento QAnon en Alemania. ¿Se trata de una lucha ya perdida contra la desinformación? ¿Resulta ya imposible detener la polarización? La "industria de la influencia” lleva gran ventaja.
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