Griegos y turcos: una amistad difícil
6 de octubre de 2020Mi abuela vivía en la ciudad de Ioannina, en el norte de Grecia. Era una mujer maravillosa que me amaba mucho y disfrutaba cocinar. Sin embargo, cada vez que yo prefería jugar fútbol en lugar de almorzar, me lanzaba una extraña amenaza: ¡Cómete ese plato, si no te llevará el turco!
No fue hasta más tarde que comencé a comprender el sentido de esa amenaza: Ioannina no fue cedida a Grecia sino hasta 1913, a raíz de las Guerras Balcánicas. Hasta entonces, mi abuela fue ciudadana del Imperio Otomano. Pero "ciudadana" no es la palabra correcta. La gobernante dinastía osmanlí no necesitaba ciudadanos seguros de sí mismos, sino súbditos obedientes.
En algún momento, los griegos ya no quisieron aceptarlo y se rebelaron contra el poder otomano. El levantamiento no solo tuvo éxito, sino que se convirtió en el mito fundador de la nación griega moderna.
Obviamente, cada nación exagera su mito fundador. La gente prefiere ignorar sus propias atrocidades y mostrar sus logros. Probablemente ese fue también el caso en la fundación de la República de Turquía en 1922 o la proclamación del Imperio Alemán en 1871, para no hablar de los creativos suizos que simplemente inventaron la leyenda de la manzana en la cabeza del hijo de Guillermo Tell.
Mitos y hechos históricos
En Hellas, el mito dice que el alma griega valiente triunfó sobre los turcos, que los superaban en número, con el apoyo de la Iglesia Ortodoxa. Y, si se mira el resultado, eso parece ser cierto. Pero todo ciudadano ilustrado debería saber que la independencia griega difícilmente habría sido posible sin apoyo externo, sin la destrucción de la flota turco-egipcia por las grandes potencias, en la batalla de Navarino en 1827, por ejemplo.
Quizás por eso los políticos de Ankara creen hoy que Grecia siempre ha sido la niña malcriada de Occidente. Aunque en Atenas se ve al revés: Turquía está tan mimada que la OTAN todavía le suministra armas, a pesar de que ocupa militarmente la mitad de Chipre, ha invadido países vecinos, ha elegido a un líder nacionalista como procurador mayoritario en el Parlamento y, encima, se disputa con Grecia, otro socio de la OTAN, los depósitos de gas en el Mediterráneo oriental.
Clichés y política
La frase cliché asegura que griegos y turcos siempre han querido vivir en paz unos con otros, pero los politicos no los dejan. No sé si eso es cierto. Pero a menudo he visto que muchas personas a ambos lados del Egeo sienten una especie de anhelo mutuo y se encuentran fácilmente, ya sea a través de la música, la comida, el humor o sueños compartidos.
En su muy aclamada película "Politiki Kouzina" ("La sal de la vida", en Argentina, "Un toque de canela", en España; "Bir tutam Baharat", en Turquía), el director Tassos Boulmetis intenta retratar el sufrimiento de los griegos de Estambul, sin ignorar la sensibilidad turca. Su figura simbólica es el griego Fanis, que fue expulsado de Estambul durante la crisis de Chipre en la década de 1960 y que busca conexiones sociales en Atenas, pero es insultado por sus propios compatriotas como "turco", es decir, como alguien que "no pertenece".
Anhelo y amargura
El individuo se convierte en juguete de los intereses políticos, la mayoría guarda silencio. A todos les entristece lo sucedido, pero no hacen mucho para cambiar el curso del destino. En Hellas, "Politiki Kouzina" se celebró como una agridulce cinta emocional, que mezcla añoranza y amargura. Quizás con un mensaje inverso para los políticos: menos emoción y más raciocinio, por favor.
En el pasado reciente, las grandes emociones no han conducido a buen puerto las relaciones bilaterales. A principios de los setenta, por ejemplo, justo durante la dictadura militar, toda Grecia cantaba la historia de dos amigos, Jannis y Mehmet, que beben vino juntos en Estambul y filosofan sobre lo humano y lo divino. "Tú crees en Dios, yo creo en Alá y, sin embargo, ambos sufrimos", reflexiona Mehmet.
Un poco más tarde, los militares atenienses dieron un golpe de estado en Chipre, Turquía se sintió llamada a intervenir y ocupó la mitad de la isla, en una clara violación del derecho internacional que continúa hasta el día de hoy. Y Jannis y Mehmet quedaron sin nada más que decir(se).
Políticos en lugar de nacionalistas
Hoy, si griegos y turcos volviesen a entrar en un conflicto militar, ambos pueblos serían los grandes perdedores.
Incluso los antiguos archienemigos Eleftherios Venizelos y Kemal Ataturk no dudaron en negociar una confederación greco-turca en el Mediterráneo oriental. Es poco probable que el concepto se pueda implementar, aunque solo sea porque despierta el viejo miedo turco a la división de la patria.
Sin embargo, desarrollar nuevas visiones de futuro es siempre mejor que el ruido de sables militares. Para esto, sin embargo, se necesitan políticos talentosos, no nacionalistas procuradores de mayorías. Y por último, pero no menos importante, se necesitan ciudadanos ilustrados y seguros de sí mismos a ambos lados del Egeo.
(rml/dzc)