Grieg: “un maestro de la poesía tonal”
4 de septiembre de 2007Hace justo 100 años murió Edvard Grieg, el compositor noruego romántico, a cuyo influjo y embrujo no pudieron resistirse sus contemporáneos. Es más, Noruega apareció en el mapa musical europeo gracias a Edvard Grieg, dicen unos; de embajador musical de Noruega lo califican otros.
En todo caso, Edvard Grieg -que nació en Bergen en 1843 como hijo de una celebrada pianista- “unió melodías de su país con una armonía atrevida aderezada con romanticismo. Y la hizo popular. En toda Europa, su música nórdica fue celebrada”, opina el crítico cultural Sigrid Olschweski.
“Buenas noches, querido duende; buenas noches, querido cerdito”, cuentan que solía decir Edvard Grieg a los habitantes de su mesa de noche. Es que era “un alma infantil”, opina Jan Brachmann en el suplemento cultural del diario Berliner Zeitung. Éste analiza en su largo ensayo la obra de este compositor, quien declaraba amar a Noruega porque era pobre.
Compositor para sentirse en casa
Como compositor, Grieg se acomodó en el espacio de las obras pequeñas, en las Lieder y las piezas para piano. Este camino lo siguió “en parte por sentirse incapaz para las grandes formas de la sonata y de la sinfonía, en parte programadamente”, analiza Brachmann y cita un pasaje del propio compositor: “Artistas como Bach o Beethoven construyeron a la altura de las iglesias y los templos. Yo quise, como Ibsen en sus dramas, construir para los hombres, para que se sintieran en casa y felices”.
Con ocasión de este aniversario musical, diversos especialistas coinciden, en la prensa alemana, en que Grieg ocupa un lugar al lado de Chopin y Wagner. Y sus contemporáneos lo sabían. Claude Debussy había referido que las obras de Grieg eran sus “caramelos preferidos”; Maurice Ravel, por su parte, confesó jamás haber escrito una pieza que no estuviese influenciada por el noruego de blanca melena.
Sin embargo, a pesar de haber sido reconocido en vida y haber sido amigo de grandes contemporáneos como Antonin Dvorak, Antón Bruckner, Johannes Brahms y Richard Wagner, en su propia tierra no la tuvo muy fácil. El Teatro Nacional de Oslo lo rechazó como kapellmeister, su director de orquesta; ninguna editorial noruega quería publicar sus obras. La aceptación llegó a través de su éxito en Dinamarca, en cuya vital Copenhague se había afincado en 1868. Consolidó su fama en su propia tierra en 1876 con la presentación en Oslo de las suites que compuso para el drama Peer Gynt, de su compatriota Henrik Ibsen.
Grieg en Leipzig
En Alemania, una antigua casa en la Talstrasse 10 de la ciudad de Leipzig atesora objetos y espacios originales de un joven estudiante de música de uno de los conservatorios más importantes de la época. Corría el año 1858. “Edvard Grieg empezó a los 15 años en el Conservatorio su estudio musical. Y desde ese entonces, hasta su muerte en 1907, estuvo muy ligado a Leipzig”, comenta la directora de esta casa-museo, la catedrática Hella Brock, especialista en el tema y autora de diversos estudios sobre el compositor.
“Edvard Grieg fue en vida un autor celebrado en la música europea. Querido y recomendado por Liszt, por Brahms y Tschaikowsky muy apreciado, conquistó por asalto las salas de conciertos con sus composiciones acuñadas en el espíritu del romanticismo tardío y precursoras del impresionismo musical”, describe Brock coronándolo como “maestro de la poesía tonal”.