EE. UU.-China: ¿Fin de la política de guantes de seda?
19 de enero de 2011Es la primera vez que un presidente estadounidense recibe a un jefe de Estado que mantiene encarcelado a un Premio Nobel de la Paz. Y es justamente por eso que Barack Obama se ha propuesto darle al tema de los derechos humanos un lugar preponderante en las conversaciones con su par chino. El presidente Obama recibió a Hu Jintao en la noche del martes, 18 de enero de 2011, con una cena privada en la Casa Blanca. Este miércoles comienza el programa oficial con una recepción y un banquete oficiales por la noche, entre otras actividades.
Ya a comienzos de la semana pasada, varios miembros del Gobierno estadounidense tomaron posición con respecto a la política china. En lo que se refiere a derechos humanos, fue la ministra de Exteriores, Hillary Clinton, quien se pronunció más claramente: “Estados Unidos seguirá alzando su voz y presionando a China cada vez que se censure a un bloguero o se encarcele a un activista, o cuando no se garantice la libertad de religión, cuando se detenga a los abogados que representan a clientes que critican los puntos de vista del Gobierno, y cuando algunos de ellos, como Chen Guangcheng, sigan siendo perseguidos luego de haber sido puestos en libertad”, dijo la secretaria de Estado.
Al principio, no se hablaba de derechos humanos
En febrero de 2009, cuando visitó China, el tono de Hillary Clinton había sido más suave. En ese momento, la ministra de Exteriores, si bien aclaró que el respeto a los derechos humanos era un componente fundamental de la política exterior estadounidense, también subrayó que no debían ser un obstáculo para otros intereses. Activistas de derechos humanos como Sophie Richardson, de Human Rights Watch, criticaron duramente esa postura diciendo que era un error que cometían muchos Gobiernos al inicio de un acercamiento a China.
“Se imaginan que, si se trata al Gobierno chino con guantes de seda, será más probable que los chinos cooperen en asuntos como la disputa con Irán sobre armas atómicas, o Corea del Norte, o la cuestión del curso de la moneda”, explica Sophie Richardson.
La activista considera que los nuevos Gobiernos deben mostrarse decididos desde un comienzo ante el Gobierno de China. De ese modo, es más probable que se logre un diálogo constructivo y continuado. Empero, Sophie Richardson admite que hay pocos políticos que han seguido esa línea -uno de ellos es la canciller alemana Angela Merkel- y que hasta ahora nunca vio que un Gobierno recién constituido haya tenido esa actitud con China. Claro que la situación es nueva: “Sucede que, por primera vez, el mundo se enfrenta a un Gobierno que posee inmensa riqueza y poder, y que atropella las reglas diplomáticas y las normas internacionales de derechos humanos”, señala la activista.
Ceder no significa tener éxito
El Gobierno de Barack Obama lo vivió en carne propia: con China, no ayuda en absoluto ser complaciente. Así lo indica también Dan Twining, de la German Marshall Fund. El ex colaborador del ministerio de Exteriores estadounidense y antiguo asesor del senador republicano y candidato a presidente John McCain explica que “la situación en Corea del Norte es peor que hace dos años”. Hace algunos meses, se produjo el primer ataque armado a Corea del Sur desde 1953, y los coreanos del norte hundieron un submarino surcoreano. “Fue una declaración de guerra”, dice Twining, “como no se había dado en 60 años”. Según Twining, China no influyó positivamente en que los sucesos se desarrollaran de manera pacífica en Corea del Norte. Los chinos más bien “protegieron a Corea del Norte de la presión internacional”, dice el experto. Y eso condujo a que Corea del Norte transgrediera los límites y a que se desestabilizara de la región.
El Gobierno de EE. UU. debe reconocer, dice Twining, que no persigue los mismos intereses que China. Y eso también vale para la disputa atómica con Irán, sobre la cual EE. UU. señala que China apoyó el recrudecimiento de las sanciones por parte de Naciones Unidas. Sin embargo, señala Twining, “Si bien China no vetó las resoluciones, hizo todo lo posible para que los acuerdos fueran más insignificantes de lo que hubiera deseado la mayoría de los Estados”.
De acuerdo con el analista, China no puede de ningún modo ser el único interlocutor cuando se trata de solucionar problemas globales. “El Gobierno de Obama está aprendiendo que, cuando se tratan problemas como el cambio climático y muchos otros, forjar coaliciones multilaterales no significa que se esté aislando a China”. Por el contrario, esto animaría mucho más a los chinos a formar parte de esas coaliciones.
“No hay G2”
La ministra de Exteriores de EE. UU., Hillary Clinton, puso de manifiesto recientemente el cambio en la política de su Gobierno al declarar que no existe un “G2”, un giro que se anunciaba ya a partir de diciembre de 2010. Con motivo de la entrega del Premio Nobel de la Paz al disidente chino Liu Xiaobo, el presidente Obama exigió a China que se lo pusiera en libertad. Y lamentó que Liu no hubiese podido viajar a la ceremonia en Estocolmo.
El presidente Obama también cumplió durante las últimas semanas con otros pedidos de organizaciones de derechos humanos e intercambió opiniones con críticos del Gobierno chino, además de interesarse por las vicisitudes de los ciudadanos chinos.
Obama también recibió a cinco disidentes chinos en la Casa Blanca, toda una primicia. Les preguntó, entre otras cosas, qué efectos tiene la rigurosidad del régimen chino en la vida cotidiana de los ciudadanos. Es por eso que muchos activistas de derechos humanos esperan que ahora se haga realidad el diálogo sobre derechos humanos sobre el que Obama y Hu Jintao se habían puesto de acuerdo en septiembre de 2009.
El hecho de que los EE. UU. encare más categóricamente las conversaciones con China también debería alegrar a los aliados europeos, ya que eso significa que se los volverá a consultar más a menudo.
Autora: Christine Bergmann, desde Washington (Cristina Papaleo)
Editora: Emilia Rojas-Sasse