Futbolistas gays no “saldrán del armario” por ahora

El año 2010 culmina con noticias desconcertantes para las lesbianas y los gays aficionados al balompié, y, en general, para todos los que aspiran ver al espectáculo futbolístico exorcizado de sus rasgos menos encomiables: la homofobia, la violencia xenófoba y la racista. Desde el 2 de diciembre, la FIFA ha sido objeto de críticas por elegir a Rusia y a Catar como sedes de los campeonatos mundiales de fútbol de 2018 y 2022, respectivamente. Además de ser percibido como el producto de negocios poco transparentes, el veredicto de la FIFA inquieta por la inseguridad que impera en las calles rusas y los déficits de ambos países en materia de derechos humanos.

Así como los altos índices de criminalidad de Sudáfrica fueron motivo de preocupación tras su nombramiento como sede del Mundial de Fútbol 2010, la elección de Rusia ha sido cuestionada debido a la impunidad de las agresiones cometidas contra los opositores del Gobierno, los recientes conflictos entre rusos de diferentes grupos étnicos, la virulencia de los ataques sufridos por extranjeros y homosexuales, y la pasividad policial y judicial de cara a estos sucesos recurrentes. Por su parte, las leyes cataríes prometen restringir notablemente las libertades a las que están acostumbrados miles de hinchas provenientes de todo el mundo.

Tarjeta roja para Joseph Blatter

A unos les disgustará que en este emirato esté prohibido consumir alcohol en las calles o el hecho de que los bares y las discotecas escaseen, pero a otros le estarán vedadas hasta las demostraciones públicas de afecto. Catar no solamente penaliza la homosexualidad, sino que a mediados de noviembre –junto a Rusia y otros 77 países– decidió remover la mención de los asesinatos basados en la orientación sexual de sus víctimas de una resolución de la ONU que condena las ejecuciones arbitrarias y extrajudiciales. De ahí que el presidente de la FIFA, Joseph Blatter, fuera tildado de “ignorante” cuando bromeó sobre las precauciones a tomar durante el Mundial de Catar.

“Yo diría que deberían abstenerse de toda actividad sexual”, recomendó el septuagenario, aludiendo a las lesbianas y los gays que asistirán al Mundial de 2022; un chiste cuyo mal gusto podría parecer anacrónico, si no fuera porque el ámbito del balompié –incluidas las gradas desde donde se vitorea o se ofende a los atletas– sigue siendo un lugar inhóspito para los jugadores e hinchas homosexuales... también en Europa.

En noviembre, el delantero del Bayern München, Mario Gómez, se convirtió en el primer miembro de la liga mayor alemana en hacer un llamado a que los futbolistas gays asumieran públicamente su homosexualidad.

La política es una cosa y el deporte otra…

Gómez alegaba que eso les permitiría dar lo mejor de sí en el campo sin perder energía en esconder a toda hora una parte tan importante de su personalidad. Pero, al ser consultados al respecto, tanto el zaguero del Bayern München, Philipp Lahm, como el guardametas del Werder Bremen, Tim Wiese, y el presidente de la Federación Alemana de Fútbol (DFB), Theo Zwanziger, pusieron en duda que a los jugadores profesionales activos que “salgan del armario” vayan a obtener el mismo respaldo que recibieron en su momento el alcalde de Berlín o el ministro alemán de Exteriores cuando estos revelaron su homosexualidad. Wiese dijo lamentar que los hinchas sean tan “despiadados”.

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Ninguna jugadora profesional activa se ha atrevido tampoco a romper el mito de que todos los futbolistas son cien por cien heterosexuales. Cuando la revista del semanario alemán Die Zeit (25.11.2010) le pidió su opinión sobre los rumores en torno a la “desproporcionada” presencia de lesbianas en el fútbol femenino, la guardametas de la selección nacional, Nadine Angerer, se limitó a decir que ella sentía “simpatía” tanto por hombres como por mujeres; una respuesta que el diario sensacionalista Bild presentó como una clara declaración de bisexualidad, pero que la comunidad lésbica percibió como un cándido juego de palabras.

El rol ejemplarizante de los deportistas prominentes

Muchas lesbianas se preguntan si las futbolistas están esperando a que el balompié femenino se consolide en Alemania como un deporte de masas para dejar saber lo que de por sí es un secreto a voces: que en la exitosa configuración actual del equipo nacional predominan las jugadoras homosexuales.

Pero las aludidas callan y, a falta de respuestas, a sus hinchas sólo les queda suponer que hay otras razones para tanta discreción. Después de todo, con la racha de victorias internacionales que viene disfrutando la selección alemana desde hace varios años y la inminencia de la Copa Mundial Femenina de Fútbol, que se celebrará en tierras germanas en 2011, no parece haber un mejor momento para “salir del armario” que ahora.

Eso que llaman “salir del armario” no es algo que se espere de los deportistas prominentes como un objetivo en sí mismo; el capital simbólico de un atleta popular que se declare lesbiana, gay o bisexual es un medio para alcanzar otros fines.

Por ejemplo, evidenciar que la calidad de los jugadores no se ve ni aumentada ni disminuida por su orientación sexual, cualquiera que esta sea; alentar a una nueva generación de aficionados a jugar fútbol sin necesidad de esconder su homosexualidad o bisexualidad; y propiciar un cambio de mentalidad en los estadios para que –como comienza a ocurrir con los insultos racistas– las ofensas y la violencia homófobas dejen de ser gestos tolerados durante los partidos.

¿Existe un momento ideal para “salir del armario”?

De hecho, la meta es conseguir que la sociedad misma sea cada vez más respetuosa de la diversidad humana. Sin embargo, no es ético forzar a un profesional del balompié a admitir su homosexualidad públicamente; eso que algunos denominan “coming out” debe verse facilitado por el entorno.

Y, aunque el presidente de la DFB ha dicho estar dispuesto a acompañar y apoyar al deportista que decida dar ese paso, es comprensible que nadie quiera ser el primero. “Ser un pionero social no es obligación de los futbolistas”, dijo recientemente Chris Basiurski, director de una organización que estimula la formación de clubes de fans gays y lésbicos en el Reino Unido.

La buena noticia es que los hinchas homosexuales, organizados en clubes de fans, se han ido robusteciendo y ahora son ellos quienes llevan la batuta en la lucha contra la homofobia en los estadios.

Cuando España vio surgir su primer club de fans queer en 2006 –la Penya Blaugrana, que apoya al Barcelona–, ya el Hertha BSC de Berlín, el Borussia Dortmund y el VfB Stuttgart contaban con los suyos. Hoy día, el FC Schalke 04, el 1. FC Köln, el Bayer 04 Leverkusen, el Arminia Bielefeld, el HSV de Hamburgo, el Borussia Mönchengladbach, el Werder Bremen, el 1. FSV Mainz 05, el 1. FC Kaiserslautern, el FC Bayern München, el VfL Bochum, el FC St. Pauli y el Karlsruher SC son aclamados en los estadios por gays y lesbianas que los siguen con la cohesión propia de un clan.

Autor: Evan Romero-Castillo
Editor: Enrique López Magallón