Desde niña, Fátima Gamboa enfrentó el rechazo a su identidad maya, influenciada por un entorno que menospreciaba sus raíces. La realidad fuera de casa permeaba hasta dentro del hogar. Recuerda que su madre le prohibía hablar maya a su padre. Era otra generación, acostumbrada a la opresión heredada de la época colonial. "Levantar la voz, levantar la mirada, poner límites, decir que no, decir «yo también tengo derechos y los reivindico» fue algo que yo no vi en mis padres”. Su propia historia la motiva a estudiar abogacía. Se muda a Ciudad de México y de allí en más inicia un ascenso, duro pero constante y pasa a trabajar a la organización que hoy dirige: EQUIS - Justicia para las Mujeres. Había dejado su territorio y accedía a uno nuevo, habitado por personas privilegiadas. Pero crecía e iba adquiriendo las herramientas necesarias para lograr su objetivo: ayudar a las mujeres mayas a reivindicar sus derechos y luchar contra un sistema judicial que perpetúa estereotipos y prejuicios.