Ingrit Valencia pasó una infancia feliz en el campo. Por circunstancias familiares se mudó a Cali. El cambio afectó su comportamiento: discutía, peleaba mucho y se volvió agresiva. Una amiga la llevó a ver un entrenamiento de boxeo. Sin saber nada este deporte, se puso los guantes y le dio una paliza a su adversario. Si bien al principio mostró cierta reticencia por esta disciplina, poco a poco se fue entusiasmando. No le afectaba que le dijeran que era un deporte de hombres, por el contrario, más fuerza y confianza en sí misma le daba para seguir entrenando. Dedicarse al boxeo le dio la oportunidad de salir adelante. Vivió en zonas vulnerables de Cali, tuvo un hijo siendo menor de edad, sin haber terminado la escuela. La vida le daba golpes y ella se defendía. Con tesón y mucho esfuerzo fue triunfando, dentro y fuera del ring. "El boxeo me formó como deportista y como persona” afirma la medallista olímpica y pionera del boxeo femenino en Colombia.