“Después de ser la consentida de mi abuelito pasé a ser la más odiada por él” dice Yolanda Perea. Un abrupto giro emocional. Una culpa con la que cargaría muchos años. Porque María Ricardina Perea Mosquera, la mamá de la pequeña Yolanda, fue asesinada ante los ojos de su familia. Un brutal acto de represalia del comandante del cercano campamento de las FARC. La madre había ido allí a reclamar que uno de los hombres de la guerrilla había violado a su hija Yolanda. Como tantas personas desplazadas por el conflicto armado colombiano, Yolanda Perea dejó el Chocó y se trasladó a Medellín donde subsistió como empleada en el servicio doméstico. Con el apoyo de la Alianza Iniciativa de Mujeres Colombianas por la Paz y la Ruta Pacífica de las Mujeres hizo terapias y logró romper el silencio que guardaba desde aquel día. Hablar la alivió. Su proceso de sanación avanzaba y al mismo tiempo daba valor a otras víctimas de violencia sexual como ella. Hoy, ella las arropa y les da esperanza y fuerza.