"Franco está todavía muerto"
26 de marzo de 2018Ya hay un español que quiere / vivir y a vivir empieza,
entre una España que muere / y otra España que bosteza.
Españolito que vienes / al mundo te guarde Dios.
una de las dos Españas / ha de helarte el corazón.
Antonio Machado (1875-1939)
Sólo "ante Dios y ante la Historia", decía el general Francisco Franco, tendría que responder. Dios debe haber tenido tiempo suficiente para emitir su juicio. La Historia, al parecer, no. Más de cuarenta años después de su muerte y a casi ochenta del final de la Guerra Civil que lo aupó al poder, el franquismo sigue dividiendo a los españoles en dos bandos irreconciliables. Y sigue siendo un tabú en la política española.
"Ninguno de los políticos actuales españoles viene del franquismo, pero sí los padres y abuelos de muchos de ellos, que no quieren traicionar la tradición familiar", explica a DW el hispanista alemán Walther L. Bernecker, añadiendo que es una apreciación personal que no podría demostrar con datos. Un ejemplo es el expresidente José María Aznar, cuyo padre ocupó importantes cargos durante el franquismo. El propio Partido Popular, actualmente en el poder, es heredero de la Alianza Popular que fundó Fraga Iribarne, ministro de Información de Franco. El investigador irlandés Ian Gibson lo expresa más vehementemente: "la derecha española dice que no es franquista pero tiene el franquismo en los genes, en el ADN". En muchos casos es así.
Gibson, conocido por sus trabajos sobre el poeta Federico García Lorca, se queja de que este fue sólo el más llorado de los fusilados, "que suman más de 115.000". "El franquismo buscó a las víctimas de 'los rojos' y les dio decente entierro. ¿Y qué pasa? La derecha actual sigue negando que los del bando vencido tengan los mismos derechos, diciendo que sería 'reabrir heridas'", protesta. Porque es verdad que Franco mostró en una segunda fase gran capacidad política para repartir el poder entre las distintas "familias del régimen" y adaptarse a la coyuntura internacional, pero lo que hizo inicialmente para mantenerse en el poder fue, en palabras de Bernecker, "ejercer una dictadura tan brutal que no tuvo ningún complejo en asesinar a todos los que podían ser peligrosos para él durante la Guerra Civil y en los años cuarenta".
Fosas comunes y símbolos franquistas
"Sí que hubo represión, pero cómo no iba a haberla con los crímenes espeluznantes que se cometieron durante la guerra no ya en el frente, sino en la retaguardia", admite el secretario del Patronato de la Fundación Nacional Francisco Franco, Emilio de Miguel. Pero esos crímenes sí que fueron juzgados y vengados. Además, según las cifras que manejan los historiadores actualmente, el número de asesinados en la retaguardia republicana es apenas un tercio que en la zona franquista. "Franco no firmó ni una sola sentencia de muerte", aclara, porque "ningún jefe de Estado firma sentencias". El de los desaparecidos y las fosas comunes es sólo uno de los temas controvertidos actualmente.
Otro es el de los símbolos franquistas. Aquí De Miguel se muestra más resignado: "en la historia de Roma, cada emperador trataba de demoler todas las estatuas y todos los recuerdos del anterior; pasaba también en el antiguo Egipto y sigue pasando... en España de una manera muy descarada".
Ian Gibson no puede estar más en desacuerdo: "¡Hoy, en 2018, Franco está todavía en el Valle de los Caídos, con flores frescas cada mañana pagadas por los españoles! Como hispanista y español nacionalizado me produce auténtica vergüenza". Para él, sin embargo, gran parte de la culpa es de los socialistas. "Cuando tenían -explica-, a partir de 1982, una mayoría absoluta astronómica decidieron 'no mover el asunto', pensando que era mejor esperar". "Estuvieron catorce años en el poder y no hicieron nada", protesta. El entonces presidente del gobierno, Felipe González, dijo gráficamente cuando le propusieron retirar la principal estatua del dictador en Madrid que le parecía "una estupidez", que eso ya pertenecía a la Historia de España y que "si alguno hubiera creído que era un mérito tirar a Franco del caballo, tenía que haberlo hecho cuando estaba vivo".
La estatua a la que se refería fue finalmente retirada en marzo de 2005. Muchas otras se han ido quitando en virtud de la controvertida Ley de Memoria Histórica de 2007, aprobada durante el gobierno del socialista José Luis Rodríguez Zapatero (nieto también de un militar republicano fusilado en la guerra). Su aplicación y proyecto de ampliación han suscitado recientemente un manifiesto en su contra titulado "Manifiesto por la Historia y la Libertad" cuyo primer firmante es el hispanista estadounidense Stanley Payne, considerado la mayor autoridad historiográfica sobre el franquismo. En él se lee que "ninguna ley puede cambiar los hechos históricos" y que la interpretación de estos "no puede ceder a ninguna manipulación política partidista".
Tergiversar la historia
Intentos de tergiversar la historia ha habido por parte de los dos bandos. Desde la censura franquista, que llegó a extremos surrealistas como el de controlar los diálogos en las películas del cine mudo o de, incluso, suprimir fragmentos de una película de la que el propio Franco había escrito el guion; hasta el exilio republicano, que maquilló, al traducirlas, obras historiográficas para hacerlas más proclives a la República. Sin embargo, los historiadores están de acuerdo, en líneas generales, sobre los hechos. No así en sus interpretaciones. De hecho, una reciente generación de historiadores, encabezados por Pío Moa y Jesús Palacios, colaborador de Payne, han tenido gran éxito editorial con obras en las que toman partido sin complejos por el bando franquista.
La historiografía sobre el tema es bastante completa. "Trabajo sí que queda, lo que no se puede decir es que haya algún área importante que esté sin investigar", explica el profesor Bernecker. Él fue el primer historiador extranjero en tener acceso a lo que luego se conocería como "Archivo de Salamanca" o "Archivo de la Guerra Civil", ahora en Alcalá de Henares. "Tuve todas las facilidades ya en 1973, aunque sé que soy una excepción", explica. Efectivamente, parte de los archivos se han blindado a la investigación de los historiadores.
¿Qué pueden temer que se descubra? "Mientras vivan familiares de las personas a las que se podría investigar, prefieren mantener cerrado el acceso", supone Bernecker. Pero admite que "como no permiten el acceso, no se puede decir qué es lo que saldría". Gibson es más duro: "la derecha española se niega a aceptar que aquí hubiera un crimen de lesa humanidad, un holocausto". Bernecker rechaza la comparación. "Yo no usaría esa palabra", resume sin pretender rebajar la crudeza de las "barbaridades" que se cometieron, inicialmente, "en ambos bandos".
"Franco está todavía muerto"
Desde el principio, Franco fue un personaje controvertido. En el plano internacional, pasó de ser un aliado más o menos velado de las Potencias del Eje a un socio en la Guerra Fría contra la Rusia soviética. Esta ambivalencia se ve gráficamente en la forma en que dio la noticia de su muerte el programa más conocido de la televisión estadounidense, Saturday Night Live, entonces en una de sus primeras ediciones. Mientras el presentador citaba al presidente estadounidense Richard Nixon ("el general Franco fue un leal amigo y aliado de los Estados Unidos que se ganó el respeto del mundo por España con su firmeza y justicia"), tras él se proyectaba una imagen de Franco junto a Hitler haciendo el saludo fascista.
En ese programa se acuñó el titular "Franco está todavía muerto", juego de palabras al que dio lugar las incertidumbres sobre la salud del dictador las semanas previas. Con el que siguieron bromeando las posteriores. Y que cuarenta y tres años después volvemos a utilizar.
Nixon, precisamente, había enviado en 1972 al general Vernon Walters para hablar con Franco. "Lo que realmente interesa a su presidente es lo que acontecerá en España después de mi muerte, ¿no?", recuerda en sus memorias que le dijo este. "Siéntese, se lo voy a decir", continuó. Y le explicó que no había de qué preocuparse porque había creado una institución muy fuerte "que no encontré al asumir el gobierno de España hace cuarenta años". "Yo pensé que iba a decir 'las Fuerzas Armadas', pero dijo: 'la clase media española; diga a su presidente que confíe en el buen sentido del pueblo español. No habrá otra guerra civil".
La clase media
Al pueblo español, sin embargo, le había dicho que había dejado "todo atado y bien atado" para su sucesión. "Sería absurdo afirmar, como han hecho algunos, que Franco fue padre de una democracia a la que siempre se opuso, pero la sociedad que había crecido bajo su mando no tenía otro lugar a donde ir", escribió el británico Raymond Carr en 1994. Los defensores del franquismo aducen el crecimiento económico, las grandes obras públicas o la Seguridad Social, como los grandes logros del régimen, ejemplificados en los autos Seat y el auge del turismo.
"Todos los estadistas se justifican por lo que dejan", dice De Miguel. "Cuando Franco asume el poder España era un país hecho trizas y cuando lo deja cuarenta años después era la octava o novena potencia industrial del mundo", añade.
Lo que pasa es que esas clases medias, hoy en día, han seguido viendo la Guerra Civil y el franquismo posterior a través del prisma de sus historias familiares. La idea de que "Franco mató a mi abuelo" o, al revés, "Franco salvó a mi abuelo", son más que suficiente para tintar, de rojo o de rosa, la visión que cada uno pueda tener de esa época. Incluso los intentos de incluir su estudio en las escuelas relegaban estos episodios a unos últimos capítulos de los libros de historia a los que nunca se llegaba. Los maestros dejaban la responsabilidad de explicarlos a los padres de los alumnos. El profesor Bernecker recuerda que eso pasaba también en Alemania. Que él nunca estudió el Tercer Reich en el instituto. Que eso llevó bastante tiempo. ¿Pero cuánto?
"Cada país debe asumir sus propios problemas", explica. "A la larga, no se puede vivir con un pasado tan conflictivo, tan problemático, tan cargado de crímenes e injusticias como han tenido Alemania o España -pero también muchos otros países- sin tratar ese pasado, digerirlo, no negarlo... y esta es la gran diferencia con Alemania, donde se han asumido los crímenes del nazionalsocialismo y se ha admitido que no fue únicamente una élite dirigente la responsable". Aunque admite que en el caso alemán es más fácil una condena en bloque que en el de España.
Para él, la separación en esas dos Españas irreconciliables de la que habló Larra e inmortalizó Antonio Machado ya no existe. "Claro que hay opiniones muy diferenciadas, pero en qué sociedad europea no las hay: hay dos Alemanias, dos Francias... pero no como en esa época". Época en la que Machado, el otro gran poeta muerto durante la guerra, hablaba de "una España implacable y redentora, / España que alborea / con un hacha en la mano vengadora, / España de la rabia y de la idea". ¿Será esa la que ya no existe?
Luís García Casas (jov)
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