Fiesta en Múnich, por el Bayern
28 de abril de 2010Las palabras que una y otra vez repetían los aficionados al final del partido en Lyon no concordaban con la emoción que los embargaba, y a la cual dieron rienda suelta: “aún no se ha ganado nada” decían, pero al mismo tiempo celebraban como si ya lo hubieran ganado todo. La pregunta que quedaba en el aire era ¿cómo será entonces la fiesta si se obtiene el título de la Champions League en Madrid?
Pero así es el muniqués, cauto hasta en la alegría, capaz de salir a la calle a abrazarse con extraños con los que comparte el mismo sentimiento y mientras salta y brinda con ellos, con esos enormes vasos llenos de un litro de cerveza, los mira a los ojos y les dice “pero tenemos que esperar”, a lo cual sus interlocutores contestan “sí, hay que esperar por lo que pase en Madrid” retomando inmediatamente el baile.
Precavida confianza
La noche del martes cayó en Múnich llena de una precavida confianza, mientras los bares y los restaurantes se iban llenando (pocos se quedaron en casa a ver solos el partido), era evidente que prácticamente ningún aficionado ponía en duda que el equipo de sus corazones obtendría en territorio francés el resultado necesario para llegar a la final de la Champions League: un 0-0; un 0-1; quizás un 1-1; los más optimistas hablaban de un 1-2; pero nadie del 0-3 que deparó el encuentro en Lyon.
Con ese marcador no contaban, mucho menos al principio del partido cuando se escuchaban los cánticos de los hinchas, que parecían olvidar que en vez de la tribuna del estadio estaban sentados en la silla de un local. Seguros de que se podía lograr estaban todos, pero la consigna era “no nos pongamos eufóricos, apoyemos al equipo, pero permanezcamos atentos, en Lyon puede pasar de todo”.
Pero esa reservada fe perdió muy rápido su lugar, en el minuto 3 del partido, cuando Ivica Olic le entregó un pase a Thomas Müller, quien sólo frente al arquero desperdició la oportunidad de un gol tempranero. A partir de ese momento no hubo forma de contener los gritos de los aficionados esparcidos a lo largo y ancho de la ciudad: “¡final, oo, final, oooo!”.
La visita a Madrid, el 22 de mayo, era cosa segura, la manera en la que el Bayern jugaba se traducía minuto a minuto en una certeza que abrumaba, y si aún había en medio de la desbordada alegría algún escéptico, éste tuvo que renunciar a su actitud en el minuto 26: combinación entre Arjen Robben y Thomas Müller que concreta Ivica Olic. 1-0 y todo Múnich en coro “¡Madrid, Madrid, nos vamos a Madrid!”.
El inicio de la fiesta
En la pausa del entretiempo Múnich se encontró en las aceras frente a los negocios; vestidos con el uniforme del equipo, o luciendo una bufanda con el nombre del club, o exhibiendo su patriotismo local con los trajes típicos de Baviera (pantalones de cuero), los aficionados salieron a la calle a respirar aire fresco, a fumar un cigarrillo (que es prohibido en el interior de los edificios) y a comentar la primera parte del partido.
“Misión cumplida”; “ya lo logramos”; “¿contra quién jugaremos la final, Barcelona o Milán?”. Ya nadie se preocupó por lo que pudiera pasar en el segundo tiempo, el marcador era apenas 1-0 pero la fiesta ya había empezado, los restantes 45 minutos cumplieron la función practica de ofrecer tiempo para calentar motores para la celebración que arrancaría oficialmente con el pitazo final.
El consumo de cerveza aumentó notablemente, ya nadie se quedaba sentado en su silla, ya nadie seguía concentrado lo que pasaba en la pantalla, el público había ya intuido lo que luego todos vieron, que el Lyon era un equipo vencido sin mayores posibilidades de ofrecer resistencia.
Y en el minuto 59 llega la expulsión de Cris, el capitán de los franceses, y para los muniqueses se convirtió en verdad absoluta que el Bayern estaría en la final de la Champions: “así como estamos jugando, y ahora contra 10, eso es pan comido”. Tenían razón, Olic anotaría otras dos veces (minutos 67 y 77) y cada uno de sus goles vino acompañado de besos, abrazos, puños levantados en dirección al cielo, aplausos y cánticos.
Apenas un anticipo
Con el pitazo final los aficionados abandonaron los sitios donde se encontraban, al día siguiente habría tiempo para leer lo que tenían por decir el entrenador del Bayern –Louis van Gaal- y los jugadores –entre ellos la figura del partido Ivica Olic-; ahora había que afanarse a celebrar, a sumarse a la caravana de autos que recorrió con banderas y pitos las principales calles de Múnich, a encontrarse en una esquina con amigos y desconocidos a bailar y cantar.
Pasada la medianoche el ruido empezó a disminuir, en la madrugada cada vez eran menos los entusiastas, la mayoría de ellos emprendió el regreso a sus casas. ¿Y eso fue todo? “No, estamos guardando lo mejor para el 22 de mayo”; ese día se juega la final de la Champions League y en Múnich los aficionados del Bayern creen que el título se va a ganar, pero precavidos dicen “hay que esperar”.
Autor: Daniel Martínez
Editor: Enrique López