Fernando del Paso: tozudez, paciencia y pasión
12 de noviembre de 2015Al escritor mexicano Fernando del Paso, el Premio Cervantes 2015 lo sorprende, a pesar de ser una historia largamente anunciada: su nombre venía siendo valorado desde hace ya algunos años en las listas de posibles galardonados, e incluso algunos amigos y colegas escritores colocaban públicamente su nominación como favorita, por encima de Sergio Pitol, José Emilio Pacheco y Elena Poniatowska, quienes lo obtuvieron en 2005, 2009 y 2013, respectivamente.
Ese favoritismo no pretendía desconocer la también importante contribución de estos tres autores a la literatura de México, pero sí respondía a una verdad indiscutible: Fernando del Paso es hoy el más importante de los mitos literarios en la historia de las letras mexicanas, un verdadero autor de culto, solo comparable con esos otros mitos que fueron Octavio Paz (Premio Cervantes, 1981), Carlos Fuentes (Premio Cervantes, 1987) y Juan Rulfo, que murió sin recibir ese premio, el más importante de la lengua española, que de sobra merecía.
Abrumado y feliz, desde tempranas horas, el teléfono no ha dejado de sonar, obligándolo a responder con brevedad a las preguntas que muchos medios le han hecho a lo largo de la mañana. En el momento de mi llamada partía a una actividad homenaje en la Universidad de Guadalajara, ciudad donde reside, y esa circunstancia, que nos obliga a postergar la entrevista que quiero hacerle con motivo de este premio, me hizo recordar nuestra conversación primera allá en México, año 2002.
"Jamás he escrito para el mercado", me dijo entonces. Y contó sus discusiones con algunos editores que se alarmaban por la extensión de sus novelas. "En Palinuro, que es mi preferida, (se refería a su novela Palinuro de México, Premio Rómulo Gallegos, 1982) yo quería liberarme de muchas cargas, soltar amarras de historias que necesitaba contar, responder algunas preguntas que tenía sin respuesta y por eso hay mucho de mí en ese libro. Nadie me iba a convencer de contar todo eso en pocas páginas".
Sobre Noticias del Imperio (Premio Mazatlán de Literatura, 1988), quizás el más promocionado de sus libros y considerado uno de los más influyentes en la narrativa latinoamericana del finales del siglo XX, preguntó que "¿crees que una historia tan surrealista y maravillosa como la del amor del emperador Maximiliano y Carlota, su mujer, podía resumirse en menos de esas páginas?", dijo, apuntando al ejemplar de la edición cubana, de casi mil páginas, que yo le había llevado para que me firmara. Y, sonriendo, como si recordara una maldad, dijo que ya podía reírse, pero que había sufrido mucho podando esa obra que tenía casi tres mil páginas en su primera versión.
Las palabras paciencia, tozudez y fuerza de voluntad abundaban cuando hablaba del trabajo que le costaba escribir un libro, las investigaciones, las búsquedas, el trabajo minucioso con el lenguaje: "una herramienta que muchos escritores utilizan con demasiada ligereza". Tuvo que asumir retos para no doblegarse a los modismos, a los esquemas que se habían impuesto en la literatura mexicana. "Cada libro viene con su espíritu, con las páginas que debe tener; es como un cuerpo humano: hay gente que pasa por la vida por pasar, y no por ello le arrancamos un brazo o una pierna. Si intentas contar una historia de mil páginas en un libro de 200 para complacer a un editor, ni serás escritor, ni contarás una historia viva, pues le estás arrancando un brazo o una pierna a ese espíritu propio que debe tener un buen libro".
"Pocos escritores han resumido tan bien esa trágica comicidad de lo mexicano como lo hace Fernando en Palinuro", nos dijo justo ese 2002 Gabriel García Márquez, aunque luego confesara sentirse más inclinado al Fernando del Paso que se implicaba en lo histórico: "Por mucho que se escriba sobre el tema, sobre la historia de este país, Noticias del Imperio será un libro insuperable; es uno de los pocos que leo y siento envidia".
En otros encuentros hablamos de México, de libros, de Cuba, de la violencia en su país. Es, sin dudas, un hombre muy preocupado por la historia de su tierra; esa preocupación que hizo pública una vez más este año, al recibir el premio "Excelencia en las Letras José Emilio Pacheco", en un discurso-conversación con su fallecido compatriota y colega: "¿Qué hemos hecho de nuestra patria impecable y diamantina. (...) Lo que te puedo y quiero decir ahora es que estoy viejo y enfermo, pero no he perdido la lucidez: sé quién soy, quién fuiste y sé lo que estoy haciendo y lo que estoy diciendo. Lo único que no sé es en qué país estoy viviendo. ¿A qué horas, cuándo, permitimos que México se corrompiera hasta los huesos? ¡Ay, José Emilio! ¿De qué nos sirve recoger aquí y allá premios y reconocimientos mientras nuestro país se desprestigia ante los ojos del mundo...?".