Eurotúnel: el camino de los refugiados hacia Gran Bretaña
31 de julio de 2015“¡Vamos a intentarlo!”, le dice un hombre a unos veinte migrantes de origen africano. Este grupo lleva esperando horas junto al fuego en un bosque de Calais cercano al recinto del Eurotúnel. Poco después de medianoche, su “coyote” los conduce a una valla, corta la verja y retira el alambre de espino.
El primero de ellos pasa por la abertura y sube por la cerca de tres metros. Le siguen otros ocho jóvenes alumbrados por cámaras de tv, hasta que a los pocos minutos llega una patrulla. Las vallas están equipadas con sensores que detectan cada movimiento y, en cuanto aparece la policía, los hombres se retiran.
Insistir o despistar
Doscientos efectivos de seguridad y trescientos gendarmes están apostados en las inmediaciones del Eurotúnel. Cientos de refugiados tratan de entrar en pequeños contingentes; entre cien y un centenar y medio logran pasar la valla, pero nadie sabe cuántos consiguen llegar hasta Gran Bretaña como polizones.
En las últimas semanas, grupos muy organizados distraen a la policía asaltando la valla para que otros puedan pasar. Por razones de seguridad, las entradas del túnel están temporalmente bloqueadas. Otras veces, los mismos refugiados bloquean accesos a calles y vías, provocando largas colas de espera y retrasos.
Hamid, un ciudadano sirio de 40 años, dice que intentará saltar por la noche. Cruzó Europa entera con su sobrino para llegar a Gran Bretaña. “Mi mujer vive ya al otro lado”, dice señalando la costa, “quiero reunirme con ella”. Hace una semana que está en la “Selva de Calais”; así se conoce el campamento ilegal al oeste de la ciudad francesa, donde entre 3.000 y 5.000 personas esperan su oportunidad para dar el salto.
Esta vez, Hamid y su sobrino van solos para ahorrarse las tarifas de cientos de euros que cobran los “coyotes”. Para poder llegar tendrán que cruzar Ciudad Europa, un centro comercial con cines y restaurantes para turistas. Mientras unos llenan sus coches de compras, otros malviven en los alrededores.
Las organizaciones de ayuda dicen que la presión está aumentando. Cada vez más personas de Siria, Eritrea y Sudán quieren cruzar el túnel porque las otras opciones –a bordo de camiones y ferrys– son objeto de mayor vigilancia. “Sé que es difícil y peligroso entrar al túnel”, dice Hamid, “pero no tengo elección. ¿O conoces otra forma?”.
Sin solución desde hace años
En Calais se agolpan los refugiados desde 1999. Tras la instalación del primer campamento, fueron surgiendo otros donde también viven mujeres y niños. A ellas se les permite entrar al centro comercial para comprar lo básico; pero a los hombres, la entrada les está vetada.
El Gobierno británico le exige a Francia que aumente la seguridad en la zona; Londres se presta incluso a contribuir con el costo de las medidas. El ministro francés del Interior, Bernard Cazeneuve, pide también más participación de la sociedad administradora del túnel.
Sin embargo, para el director de la empresa, Jaques Gounon, las instancias que deberían ocuparse del fenómeno de los refugiados son los Estados. En esta discusión también ha tomado parte el “hombre fuerte” de Londres, David Cameron, quien mostró su preocupación por los turistas británicos atascados en Dover.
Los miembros del partido populista británico UKIP han llegado al punto de proponer una intervención militar con miras a disuadir a los refugiados de consumar sus planes para llegar a la isla.
A Hamir no le inquieta este debate político; él está demasiado ocupado organizando su supervivencia. Él habla con su mujer por el móvil y, cansado, suspira: “Antes de la guerra tenía una tienda en Siria y ahora, esto...”.