Europa: unidad solo hasta las elecciones
10 de mayo de 2019No está del todo claro si esta especial formulación de la Declaración de Principios de Sibiu se puede interpretar como un sutil acto de auto-ironía. En cualquier caso, la promesa de estar juntos "a las duras y a las maduras" a menudo es dudosa incluso dentro de un matrimonio. Y aquí no son solo dos, sino 27 socios. En el pasado, los países europeos han demostrado que las disputas familiares entre ellos son especialmente reñidas. Ahí se hacen pocos juramentos de amor eterno: al final, se trata de poder y de intereses. Sobre todo porque la próxima gran sacudida está ya programada.
La cuestión de los candidatos estrella no tiene sentido
El rechazo de los jefes de gobierno de algunos países pequeños al procedimiento de selección del próximo jefe de la Comisión de la UE no es ningún secreto. También el presidente francés forma parte de esta resistencia. Su contraargumento tiene también características propias. Solo unas listas electorales transnacionales por familias de partidos europeos harían que el ganador pudiera con cierta legitimidad exigir acceder al más alto cargo europeo.
¿Por qué, por ejemplo, un conservador griego, cuyo voto no influye en la elección de Manfred Weber en su grupo parlamentario en el Parlamento Europeo y probablemente ni siquiera conoce al alemán, debería sentirse representado por él? ¿O por el conservador francés Michel Barnier, barajado como posible candidato de compromiso?
Weber está luchando desesperadamente contra esta erosiva tendencia que pone en tela de juicio su pretensión de ocupar el cargo de Presidente de la Comisión de Europea, dando la impresión entretanto de que el bávaro por lo que lucha es por llegar a la cima. Quien hace demasiado ruido puede fácilmente resultar perdedor en una disputa en la que se trata de que el poder de los distintos estados europeos elija un presidente de la Comisión de su agrado.
Y además, el candidato tiene varias debilidades importantes. Primero, no es una mujer. En segundo lugar, carece de experiencia de gobierno. Y, en tercer lugar, proviene del país miembro más grande, al que a todos los demás les gusta acusar de pretender dominar la Unión Europea. Su etiqueta de autoproclamado "constructor de puentes" es también una debilidad. Muchos lo acusan no haber roto durante años los puentes con el húngaro Viktor Orban, transformado en un dictador a ojos de todos. "Canto claro" podría ser un eslogan más exitoso.
Una sin precedentes poco agresiva campaña
El hecho de que Manfred Weber justifique su afirmación en consideraciones de teoría democrática (es la Eurocámara la que elige realmente al pseudo "presidente del gobierno" de la UE) también es dudoso, porque aunque el Parlamento Europeo ha ganado recientemente una creciente influencia, sigue preocupando poco a los ciudadanos. ¿O alguien ha visto alguna vez una campaña electoral incruenta? Parece consistir nada más que en ocasionales discusiones de salón y solitarias pancartas en árboles y farolas de los países miembro.
¿Y por qué iban a agitarse los ciudadanos por estos candidatos desconocidos que todavía hoy no han podido demostrar que son importantes para la vida cotidiana y el futuro de la gente? ¿Qué tipo de evento, sin pasión ni financiación suficiente, es este en el que unos partidos que ahorran su dinero y sus ideas para las elecciones nacionales participan solo de forma tangencial y por obligación? Así no puede salir de aquí más democracia para Europa.
Esto también tiene que ver con cuestiones personales. Un escaño en el Parlamento Europeo todavía se considera como una, de alguna manera, carrera política secundaria. La Eurocámara no necesariamente atrae a los mejores y más brillantes políticos. Y en el próximo Parlamento se sentará también una nueva variedad de euroescépticos populistas y excéntricos.
La confrontación se calienta
Está claro que el mercado de reparto de puestos abrirá justo después de la elección. Se trata aquí de cuestiones personales, de grandes contra pequeños, de norte contra sur y de este contra oeste. Y, por supuesto, alguna mujer también estará cuando se elija a los presidentes de la Comisión Europea, del Parlamento y del Consejo, así como un nuevo gobernador del Banco Central Europeo y un nuevo diplomático acceda al cargo de Alto Representante de Política Exterior de la UE.
Como muy tarde entonces será cuando se acabe la paz, la alegría, los pasteles y las promesas amistosas de Sibiu. Quedará patente lo importante que, de hecho, es para muchos jefes de gobierno europeos tiovivo de cargos. En los próximos años la Unión Europea se juega su existencia y su futuro y no puede permitirse en esta situación candidatos débiles.
(lgc/jov)
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