Está vivo, pero en Guantánamo
25 de noviembre de 2005Al principio a Rabiye Kurnaz le gustaba la barba rojiza que se dejaba crecer su hijo, pero cuando se volvió larga e hirsuta le preguntó porque no se rasuraba. "Nuestros profetas también usaban barba", le respondió Murat, de 19 años.
"Tu sabrás lo que haces", le dijo ella al joven cuya barba lo hacía verse mayor y algo extraño, pero a final de cuentas a ella no le pareció tan grave. "Tenía tan bonitos ojos azules", dice ella. Rabiye Kurnaz habla de su hijo en pasado como si ya hubiera muerto. Pero Murat vive, se encuentra detenido desde hace cuatro años en la base militar de Guantánamo, en Cuba. El joven turco nacido en Bremen, cayó en manos de soldados estadounidenses en Pakistán, muy probablemente vendido por pakistaníes como "combatiente extranjero" a cambio de una recompensa.
"Bush prometió a sus soldados que por cada Talibán que trajeran obtendrían 5.000 dólares", dice Rabiye en conversación con DW-WORLD. "Esa oferta desató una cacería, limpiaron las calles y vendieron a todo el que pudieron como talibán o terrorista a las fuerzas estadounidenses", explica. Así vendieron a Murat.
El joven fue detenido en Pakistán durante un viaje en autobús. "Por su tez blanca, barba roja y ojos azules, los islamistas lo tomaron por espía y lo denunciaron. Policías pakistaníes lo detuvieron y le ofrecieron dejarlo en libertad a cambio de dinero, pero como no tenía, lo mantuvieron detenido durante seis días, lo golpearon y lo humillaron", dice Rabiye. Al final le pusieron un saco en la cabeza, con la promesa de que sería llevado a su país. Cuando Murat volvió a ver la luz vio la bandera y tropas estadounidenses.
Combatir en Afganistán
El desafortunado viaje de Murat comenzó una noche de octubre del 2001, cuando el joven de 19 años abandonó Bremen con su amigo Selcuk, también de origen turco y seis años mayor que él. Ambos querían viajar a Pakistán para estudiar el Corán. Pero Selcuk, que tenía pendiente pagar una multa, fue detenido en el aeropuerto de Colonia. Oficiales llamaron a su familia para preguntar si estaban dispuestos a pagar la multa de su hijo. Los padres se negaron y dijeron que no querían que su hijo viajara pues quería combatir las tropas estadounidenses en Afganistán.
Esta declaración alertó a las autoridades que iniciaron una investigación. La fiscalía de Bremen ordenó que revisaran las viviendas de cinco personas. Se sospechaba que Selcuk y Murat querían formar una agrupación criminal. El caso fue a parar a la Fiscalía Federal, que no retomó el asunto pues no se encontraron pruebas que confirmaran la sospecha. Las investigaciones fueron suspendidas. El joven de 19 años viajó según lo planeado convencido de que su amigo Selcuk le seguiría más tarde.
"Se fue sin decir nada", dice la desesperada madre. La noche anterior a su partida lo encontró en la habitación de sus dos hermanos menores. "Deja dormir a los niños", le dijo. A la mañana siguiente Murat ya se había ido. "Llamó desde Colonia y me dijo, no te preocupes, vuelvo en la noche", cuenta Rabiye. "Yo le dije que no me mintiera, que sabía que quería ir a Pakistán, que la esposa de Selcuk me había llamado y me lo había contado todo". Tres meses después la familia recibió una visita de la policía con una noticia buena y una mala. "Murat está vivo, pero está detenido en Guantánamo".
Sólo Dios sabe cuando volveré
Rabiye recibió una postal de su hijo en mayo del 2002. "Gracias a Dios estoy bien, pero sólo el Creador sabe cuando volveré", dice lacónico su mensaje. Por los relatos de otros prisioneros que entre tanto han sido liberados, Rabiye sabe que en Guantánamo las cartas son censuradas y retenidas.
En octubre del 2004, las autoridades de EEUU permitieron al abogado neoyorkino Baher Azmy, que representa a Murat, que lo visitara en Guantánamo. Por medio de él, el joven turco se entera de que Guantánamo es un término conocido internacionalmente y que hay organizaciones que han adoptado su caso y luchan por su liberación como Amnistía Internacional en Londres.
A su vez, el joven relata las terribles e innumerables torturas a las que ha sido sometido, primero en Afganistán y luego en Guantánamo. Murat contó a Baher Azmy que recibió electroshocks mientras su cabeza era sumergida en una pila de agua fría. En una ocasión un oficial le apuntó con un arma amenazándolo de muerte si no cooperaba. Fue humillado sexualmente antes de ser interrogado. Con las manos atadas a la espalda fue mantenido durante un día entero encadenado al piso. Entre los maltratos que sufrió se encuentran el ayuno obligatorio al que fue sometido. En una ocasión durante seis días, en otra durante once.
Lea en la próxima entrega porque Murat no puede ser reclamado por el Estado alemán y porque muy probablemente sería deportado a Turquía si fuera liberado.