Bofetada transatlántica
7 de julio de 2014
Seamos claros desde el comienzo. Sí, las agencias de espionaje espían. Eso es una perogrullada, como lo es también que ese trabajo, a menudo –si no siempre– se relaciona con operaciones realizadas en las sombras y en colaboración con sujetos de dudosa reputación. Esa es la naturaleza de este negocio y quien se sienta agobiado por ese hecho califica como ignorante o iluso.
Dicho esto, podemos señalar que el último escándalo de espionaje, si se confirma, tiene una dimensión diferente y debiera dar a los políticos y ciudadanos alemanes razones para reflexionar sobre el tema.
¿Por qué? No porque los servicios de inteligencia de Estados Unidos tengan un doble agente dentro de su contraparte alemana BND. Por cierto que lo tienen. Las agencias de espionaje reclutan “soplones” en los demás servicios con el fin de obtener la mayor cantidad de información posible. Esto es esperable, más aún después de que los documentos entregados por Edward Snowden certificaran que incluso las naciones “amigas” se espían mutuamente.
No es un caso aislado
Lo que hace de este nuevo incidente algo tan pernicioso para las relaciones transatlánticas es el contexto en el que ocurre. Este escándalo de espionaje no es un caso aislado. Al contrario, es solo el ejemplo más reciente de una serie de revelaciones que muestran cuán lejos llegan los servicios estadounidenses en su objetivo de espiar a millones de alemanes, desde la canciller, pasando por líderes políticos hasta llegar a ciudadanos comunes y corrientes.
Para empeorar las cosas, el soplón dentro del Bundesnachrichtendienst (BND, Servicio Federal de Inteligencia) aparentemente estuvo operativo este año, quizás hasta hace unas pocas semanas. Esto significa que, mientras Washington y Berlín intentaban reforzar las relaciones después del escándalo de la NSA, los servicios de espionaje estadounidenses tenían un doble agente. Esto es una burla para los recientes esfuerzos realizados por alemanes y estadounidenses para llegar a un punto de concordancia con respecto a la seguridad y la privacidad de los datos mediante el llamado “ciberdiálogo”.
Actuar en consecuencia
Todo lo anterior revela una profunda falta de tacto por parte de los estadounidenses con respecto a las sensibilidades alemanas y profundiza la brecha entre ambos Estados. Seguir espiando las actividades del BND como si nada hubiera pasado es descarado; es como enviar una bola de demolición mientras los trabajadores están tratando, supuestamente, de reparar los daños en el hogar compartido.
Para Berlín, este último incidente contiene un mensaje claro. Washington, más allá de algunos esfuerzos diplomáticos públicos para suavizar el golpe, no tiene ninguna intención de cambiar sus operaciones de inteligencia en el extranjero, ni por Alemania ni por nadie. El mensaje estaba claramente escrito cuando el acuerdo antiespionaje fracasó. Ahora Alemania debe actuar en consecuencia, siendo más independiente de las agencias estadounidenses y cerrando sus áreas vulnerables a las “naciones amigas”.